Nacida en Tokio en 1986, de madre y padre doctores, la artista Kumi Kaguraoka cuenta en su declaración de intenciones haber tenido interés por el cuerpo humano desde joven. Cuerpo al que, dicho sea de paso, hoy día entiende como “una herramienta, una máquina para interactuar con el mundo a través de los sentidos”. Así las cosas, señala KK que “a lo largo de la historia, no han sido apreciados los cuerpos en sus formas naturales, obligados a cambiar para alinearse con los estándares de belleza, ideales y preferencias moldeados según la época y la cultura. Incluso lo vemos hoy con fajas para moldear la figura, tacones para ‘estirar las piernas’ o procedimientos estéticos que pueden ser peligrosos pero, aún así, la gente lo sigue haciendo”. Antecedentes del asunto, encuentra a montones, desde “vendajes restrictivos en pies chinos, corsés en países occidentales, collares de latón para cuellos en ciertas tribus, alteración de la forma del cráneo en distintos continentes en tiempos pasados…”.
Pues, tras documentarse largamente sobre un tema que le obsesiona, Kaguraoka ha volcado este interés en su obra The Metamorphosis of Beautiful Bodies, donde trabaja sobre dogmas estéticos del pasado en pos de imaginar cómo podrían ser en el futuro próximo y distante, llegando a suponer qué podría entenderse por belleza dentro de, por qué no, mil años. A esos fines responde la serie de dispositivos portátiles y moldes físicos que ha inventado, que remodelan y reconstruyen, inspirados en técnicas muy reales adoptadas en diferentes partes del globo. Entre otras cosas, sus inquietantes, restrictivas invenciones “levantan la nariz, mantienen recta la espalda”, “adaptados a mujeres japonesas con alturas y pesos promedio”, precisa Kaguraoka sobre un trabajo con tintes crítico.
Finalmente, confiesa la muchacha nipona que su interés por el tópico nace de su propia “incomodidad en torno a la identidad poscolonial de Japón y los valores estéticos impuestos por la sociedad; por ejemplo, a través de los personajes de anime que admiraba de niña, con sus caras pequeñas cuerpos altos y esbeltos, cabello rubio y ojos grandes. ¿De dónde proviene este valor estético y hacia dónde se dirige el día de mañana?”. Nadie sabe qué sucederá, marca lo evidente la joven, pero considera que nada se pierde haciendo suposiciones a partir de escenarios posibles: ¿vivimos en la luna en ese imaginario?, ¿cómo nos alimentamos?, ¿qué rol jugará el calentamiento global severo cuando probablemente haya escasez de agua?, ¿cómo incidirán nuevas tecnologías y materiales…?