LAPONIA 9
De Cristina Clemente y Marc Angelet.
Elenco: Jorge Suárez, Laura Oliva, Héctor Díaz y Paula Ransenberg.
Escenografía: Rodrigo González Garillo.
Vestuario: Laura Singh.
Vestidora: Daniela Dearti.
Diseño Gráfico: Diego Heras.
Iluminación: Matías Sendón.
Prensa: SMW.
Comunicación en redes: Bushi Contenidos.
Producción Ejecutiva: Bárbara Rapoport.
Asistente de dirección: Gabriel Baigorria.
Productor asociado: Javier Faroni.
Producción General: Sebastián Blutrach.
Dirección: Nelson Valente.
Funciones: viernes y sábados a las 22.15, y domingos a las 20.30, en el Teatro Picadero (Enrique Santos Discépolo 1857).
Una feliz sorpresa. Esa es la primera impresión que surge cuando la función de Laponia concluye. Es que en la cartelera de teatro porteña, y sobre todo en el circuito comercial, abundan argumentos construidos en torno a familias disfuncionales, puestas que transcurren en la comodidad del living hogareño y climas que comienzan de modo apacible pero que luego (como es predecible) escalan a una situación sin retorno. Y si bien algunos de esos elementos aparecen, la obra funciona porque logra, a partir de lo conocido, una opción novedosa, lúdica y fresca.
La escena transcurre, precisamente, en una casa de Laponia, la región más septentrional de Finlandia. Allí viven Olavi, su esposa argentina Ana y su pequeña hija de cuatro años Aina, quienes reciben la visita de la hermana de ella, Mónica, su marido Germán, y su hijito de cinco, Martín. La excusa del encuentro: pasar la Navidad en familia, y de paso disfrutar de las auroras boreales, principal atractivo del lugar. Pero, como en toda buena pieza de comedia, el proyecto original estalla por los aires. Y es que, según se sabe, Aina le revela a su primo Martín una verdad incómoda, y ese conflicto entre menores altera la paz de los adultos y los expone en sus contradicciones y miserias.
De autoría catalana, escrita a cuatro manos por Cristina Clemente y Marc Angelet, la pieza cobra fuerza en el terreno de la interpretación gracias al elenco virtuoso que le pone el cuerpo. En este punto, Jorge Suárez (Olavi) y Laura Oliva (Mónica) dan cátedra de actuación desde el momento en el cual la dramaturgia se estructura principalmente sobre sus diálogos. Y es que el anfitrión y su cuñada se sacan chispas casi desde el inicio, y a esa contienda se acercan los personajes de Paula Ransenberg (Ana) y Héctor Díaz (Germán) para intentar de manera infructuosa oficiar de árbitros.
Con un acento finlandés que no pasa inadvertido, y siempre poniendo el humor en el instante justo, Suárez se consagra como un comediante exquisito, mientras Oliva lo secunda confirmando también su calidad de actriz cómica. Con una sólida trayectoria en el off, Ransenberg y Díaz terminan por sostener con eficacia el andamiaje de una puesta en la que si algo no falta es el juego, un recurso que no puede faltar a la hora de hacer teatro. No obstante, el hecho de que los cuatro conecten y fluyan no es sólo por mérito propio, sino también consecuencia de la dirección de alguien como Nelson Valente, un director con el ojo muy entrenado en las historias donde los vínculos humanos y los dilemas existenciales se llevan el protagonismo.
No se puede decir que Laponia trate una temática específica, porque eso sería parcialmente cierto. Son más bien varias cuestiones las que se dirimen sobre tablas, que parten sí de un disparador: la Navidad y la existencia de Papá Noel. Pero desde allí surgen reflexiones de lo más variadas con el foco puesto en un choque de paradigmas e idiosincrasias. ¿Creer en la magia o revelar el truco? ¿Alimentar la ficción o imponer la realidad? De ese debate se sirve esta propuesta que logra tocar múltiples resortes. Y eso, en un circuito en el cual es habitual que la comicidad se quede en la superficie, es algo que siempre se agradece.