"Las medidas de ahorro energético en la Unión Europea irán en ascenso para preparar a la gente para lo que viene, que probablemente sea la aplicación de cortes de energía en el invierno", plantea Ignacio Lara, Doctor en Ciencias Políticas, investigador y docente en temas vinculados al sector energético. Lara, radicado en Valencia, describe la compleja situación de abastecimiento de Europa y el clima de época en torno a la "austeridad energética". "Esto tiene todos los condimentos para convertirse en una crisis energética mundial", advierte.

--¿Cómo definiría a la situación energética en Europa?

--La pandemia ya había producido una disrupción enorme. Ahora con esta guerra estamos yendo a una crisis energética mundial. No una crisis en el sentido apocalíptico, sino en el sentido de que va a haber un cambio profundo en el mercado energético mundial. Hay que recordar que Rusia es, después de Estados Unidos, el mayor productor de gas natural y principal abastecedor no sólo de la Unión Europea en general sino del motor económico del bloque, que es Alemania. Hay un fuerte problema de oferta, ya que si bien las exportaciones de Rusia a la Unión Europea no se han cortado, sí están en un nivel muy bajo.

--¿Qué repercusiones hay en materia tarifaria?

--El gas y la generación de electricidad son dos industrias fuertemente vinculadas. Para fines de 2021, antes de la guerra, el gas había pasado los 150 euros/Mwh y luego quedó por debajo de los 100 euros/Mwh. Ahora está en 295 euros/Mwh y la semana pasada en países como Alemania, Bélgica, Países Bajos, Reino Unido, llegó a más de 500 euros/Mwh. Hay un aumento descomunal en la materia prima, el gas natural, que se transfiere a tarifas. Algo menos comprometida es la situación en España y Portugal, que lograron negociar el esquema ibérico, que les permite adquirir gas desde Argelia. De hecho ahora se está tratando de construir un gasoducto que pueda llevar el gas que viene de Argelia hacia Alemania. Pero todo eso lleva tiempo, no se puede desarrollar esa infraestructura en tres meses. La situación en los países bálticos es más complicada, porque ellos dependen casi enteramente de Rusia. En Estonia, Letonia y Lituania, los precios alcanzaron los 4000 euros/Mwh, por ejemplo, en las horas con pico de precio, entre las 5 y las 6 de la tarde.

--¿Qué rol vienen cumpliendo los Estados en materia de política tarifaria?

--Los mayores costos se trasladan enteramente a tarifas. Sin embargo, está habiendo un debate muy fuerte respecto a las generadoras, distribuidoras y transportistas. De hecho, Emmanuel Macron va camino a nacionalizar el sector eléctrico. Después hay un fuerte mensaje de racionalizar el consumo. En España, por ejemplo, se acaba de aprobar un decreto de ahorro energético que establece que el aire acondicionado de toda la administración pública no puede estar a menos de 27 grados y que toda la iluminación pública se apaga a las 10 de la noche. Además, está el propio plan de la UE para la reducción del consumo. Creo que son medidas que van a ir en ascenso y sirven para ir preparando a la gente para lo que viene.

--¿Qué va a pasar con el abastecimiento en el invierno?

--Creo que es probable que haya cortes de energía, por ejemplo, que en determinada franja horaria no haya electricidad. Esto a pesar de que los precios claramente van a generar un fuerte desincentivo a consumir y de que ningún gobierno quiere pagar ese costo. El tema es que cuando se construye una dependencia energética tan fuerte como la de Alemania con Rusia, no es fácil modificar el esquema en tan poco tiempo. Hay reservas de gas, pero no está claro para cuánto tiempo alcanzan y en qué medida se pueden complementar con otras fuentes. Las reservas, las plantas de licuefacción, gasoductos, son grandes obras de infraestructura que no tienen flexibilidad en el cortísimo plazo. Entonces, si Rusia corta el grifo del gas en el invierno, se va a dar una situación muy complicada. Recordemos que Alemania es el segundo comprador mundial de hidrocarburos a Rusia, Italia es el tercero, le siguen Holanda, Polonia y luego de Turquía está Francia.

--¿Qué otras alternativas baraja la UE ante este panorama?

--Se está planteando un esquema de solidario de compensación energética dentro de la UE en el caso de la haya escasez de materia prima, pero hay que ver cómo funciona. También se evalúa volver a utilizar las centrales a carbón y Alemania analiza extender la vida de las centrales nucleares, lo cual también requiere inversiones. Entre muchas otras lecciones, queda claro que una dependencia energética tan fuerte también supone gran vulnerabilidad.

--¿Qué impacto puede tener esta situación en la transición energética?

--Al criterio de la descarbonización de las matrices energéticas en los países industrializados y en los más pujantes del sur global, como China e India, ahora se suma la seguridad de abastecimiento, lo cual tiene otra lógica. Ahora muchos países plantean que no se puede dejar de lado ninguna fuente energética, incluido el carbón, a pesar de que experimentamos situaciones ambientales extremas producto del cambio climático. Hay gran incertidumbre en el sentido de qué va a prevalecer, si el acceso a la energía, la agenda climática, el cambio de hábitos de consumo o el aliento por renovables ante el encarecimiento de los fósiles. Los fósiles no van a desaparecer y en todo caso habrá complementariedad. También está claro que esto no se resuelve con un cambio técnico, sino que se trata de un proceso amplio que abarca a la cultura, lo normativo y la propia política.