La corporación de medios se lanzó a toda máquina en un esfuerzo inusitado para competir con la inesperada convocatoria popular que desató el pedido de penas para Cristina Kirchner en la causa “Vialidad”. Es una disputa de la época: la información virtual, teledirigida, condicionada y monopólica, frente a miles de personas de carne y hueso en una demostración que disgusta a esa corporación y que, por lo tanto, trata de invisibilizarla o bajarle el precio.
Decir que era inesperada, simplemente es hacer referencia al momento porque, ahora o más adelante, se iba producir en la medida que avanzara la persecución contra Cristina Kirchner. Por desconocimiento o por falta de sensibilidad para las expresiones populares, es probable que en el macrismo existiera la ilusión de que podían llevarse puesta a la vicepresidenta sin que hubiera reacciones considerables.
Error. El macrismo, los medios hegemónicos y los funcionarios judiciales que participan en la causa representan todos lo mismo. Es una causa que se tendría que haber cerrado por falta de pruebas, pero se mantuvo por razones políticas, como sucede también con la causa de los cuadernos. No respetaron el marco legal y forzaron la acusación hasta llevarla a un plano donde la resolución tiene que ser más política que judicial.
Macri, el millonario de los negocios con el Estado
La compulsión del macrismo por forzar como su herramienta principal a la persecución judicial creó un microclima dentro de esa fuerza que presionó aún más en ese sentido. Si se ve a la distancia, resulta incomprensible que alguien de la alianza que llevó a la presidencia a un millonario que hizo su fortuna como proveedor del Estado, crea en la cruzada anticorrupción que ellos han lanzado contra dirigentes kirchneristas.
Mauricio Macri era cabeza del Estado y al mismo tiempo era el que no quería pagarle al Estado por el arrendamiento del Correo. Mauricio Macri era el titular del Estado y al mismo tiempo fue el que cambió la licitación por el soterramiento del Sarmiento para que el Estado, que él encabezaba, le entregara 45 mil millones de pesos a IECSA, de la que era propietario. Y así sucedió con las concesiones a Autopistas del Sol, que pertenecían al Grupo Macri, o con los Parques eólicos, en los que también intervino el Grupo Macri. Sin hablar del blanqueo por el cual benefició a su hermano y a su madre.
Después de los Panamá Papers, donde no apareció ninguna offshore relacionada con los kirchneristas, pero aparecieron cerca de 50 donde figuraba el nombre de Macri, el ex presidente ocupó el top ten de los jefes de Estado más corruptos.
Resulta difícil creer en la buena fe de los dirigentes de la fuerza que llevó al gobierno a este personaje, cuando expresan su “indignación” por la supuesta corrupción de un gobierno que no les gusta y no dicen nada de la corrupción del que sí les gusta.
Y lo mismo corre para los opinadores “independientes” indignados, que son implacables con el movimiento popular y no dicen nada del gobierno que apoyaron los que manejan los medios donde trabajan, sean nacionales o extranjeros, y que forman parte del dispositivo macrista. Pero algo tan evidente y objetivo se confunde dentro de un microclima que con el manejo del monopolio mediático puede crear sus propias verdades y mentiras.
El peronismo inesperado
El macrismo no tiene puntos de empatía con los sectores populares. No los entiende. Y no esperaba el aluvión masivo que empezó a juntarse frente al departamento de la vicepresidenta. Apostó a que toda la atención estaba puesta en la inflación y la carestía de la vida. Se equivocaron.
Tampoco conocen bien la lógica del movimiento peronista. Pensaron que las divisiones internas ya no eran conciliables y que el pedido de condena a Cristina Kirchner, las profundizaría. Pero fue al revés. Cuando se cierran filas en el peronismo, son pocos los que quedan fuera. El Cabildo abierto que se realizó el jueves en el PJ porteño reunió a todas las corrientes internas en defensa de la vicepresidenta y la crítica a los jueces y fiscales que juegan en el lawfare.
Pocas veces habrá asistido tanta gente a una reunión del PJ porteño, con miles de personas en las calles aledañas. Y surgieron marchas en lugares como Córdoba o Rosario, que son plazas donde pesa el antiperonismo. En las ciudades más importantes del país se produjeron movilizaciones en defensa de Cristina Kirchner y hubo pronunciamientos de las centrales de trabajadores y de las diferentes corrientes del movimiento obrero. Hablaron los gobernadores y los intendentes, muchos de ellos de provincias donde no gobierna el peronismo.
En el macrismo, esta reacción fue tan inesperada que generó a su vez un proceso que, sin saldar las fuertes diferencias ni la discusión por las listas electorales, produjo un movimiento de rejunte. Así, el escenario que hasta pocas horas antes aparecía con fuertes debates en las dos fuerzas principales, cambió apenas el fiscal pidió los doce años de prisión y la inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos para Cristina Kirchner.
El sólo pedido de penas contra la vicepresidenta cambió el escenario político. La oposición no termina de entender que está frente a un fenómeno de liderazgo de masas. Cada artimaña antidemocrática que utiliza funciona como una provocación al dragón. El pueblo se identifica con ese liderazgo y en vez de alejarse cuando lo agreden, se siente agredido él mismo. Es probable que con otros dirigentes funcione la difamación y la persecución judicial. Pero funcionan al revés cuando se trata de un liderazgo popular con raíces en procesos de distribución del ingreso y ampliación de derechos.
El contraataque mediático
El fuerte respaldo a Cristina Kirchner y las movilizaciones que surgieron en forma espontánea en todo el país hizo temblar la estrategia de lawfare en este caso. La respuesta del macrismo fue tratar de taparla moviendo el eje de la atención mediática. Convirtieron las declaraciones del presidente Alberto Fernández en una catástrofe nacional. Taparon la información sobre las movilizaciones masivas en defensa de Cristina con comentarios tremendistas sobre declaraciones inocuas del presidente durante un programa en un canal de televisión del Grupo Clarín.
Alberto Fernández defendió a Cristina Kirchner y criticó a los jueces y fiscales que participan en el lawfare, pero pisó el palito cuando lo llevaron al tema de Nisman. La respuesta sacada de contexto fue presentada como una amenaza contra el fiscal de la causa Vialidad. Forzaron una estupidez hasta presentarla como una amenaza. Legisladores de Juntos por el Cambio pidieron que se le haga juicio político. Todo una grandísima estupidez forzada, puesta en las portadas de los diarios, repetida en los programas de radio y de televisión, para ocultar la verdadera noticia que era el masivo descontento que se manifestaba en respaldo a la vicepresidenta.
El esfuerzo por ocultarla fue tan notorio que expuso la inquietud que despertó en el círculo rojo, en la corporación mediática y en los macristas la respuesta popular masiva contra el intento de proscribir a Cristina Kirchner.
En este cuadro, la perspectiva de una condena a la vicepresidenta implicaría la agudización del conflicto político y social hacia niveles imprevisibles. A partir de la falta de pruebas, el macrismo podría inclinarse al sobreseimiento de la expresidenta y condenar a los demás acusados. Es difícil que la Corte siga el camino de Brasil donde fue su equivalente, el Tribunal Superior de Justicia, el que desmanteló las causas del lawfare contra el PT. El kirchnerismo ya dijo que no aceptaría un indulto presidencial. Y aún en el caso de que se produjera, tendría que ser acompañado con una profunda democratización del Poder Judicial.
En esta confrontación entre lo virtual y la expresión de multitudes concretas es la representación del intento de arrebatarle al movimiento popular el liderazgo claro que encarna Cristina Kirchner. Y la defensa popular de ese liderazgo es también la defensa de la democracia.