Habían pasado pocos minutos de la seis de la tarde cuando el feroz chorro de agua del hidrante policial intentó dispersar la convocatoria que pacíficamente se realizaba este sábado en las inmediaciones de Juncal y Uruguay para continuar con la vigilia en apoyo a Cristina Kirchner. Ni las vallas en las esquinas de la cuadra del domicilio de la vicepresidenta –sobre Juncal, entre Uruguay y Paraná--, ni la represión que incluyó detenciones y heridos, logró opacar la alegría de los manifestantes.
Luego de varias horas de la pacífica fiesta cívica que había comenzado al mediodía, y sin que medien incidentes, comenzó la presión policial: escuadrones armados pasaban, a trote militar, entre la gente. La actitud, innecesaria, produjo la reacción. Fue entonces cuando en Juncal y Paraná, un grupo de personas logró derribar la valla y llegar frente a la casa de la vicepresidenta. Allí volvió a expresarse la convicción militante, con la gente apostada nuevamente frente al domicilio de Cristina, aun cuando persistía la tensión por la desmesurada e insidiosa presencia policial en la zona.
Desde la mañana, en esas cuadras de Recoleta, alrededor de la Plaza Vicente López, todos los comercios estaban cerrados. También la iglesia de las Esclavas del Sagrado Corazón. Pero al mediodía cuando ya se había corrido la voz sobre el desplazamiento de las reuniones en Parque Lezama y Parque Chacabuco, entre otros puntos de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano; los alrededores de la casa de la exmandataria comenzaron a poblarse de manifestantes.
Llegaban solos, en familia, con amigas o amigos, algunos con banderas de La Cámpora, Peronismo Militante, o banderas argentinas. “La mía es del mundial”, dice Silvia que vino con su hermana María Rosa. Hijas de padre militar rompieron con la tradición familiar “apolítica” cuando vieron –explica María Rosa— cómo les cambiaba la vida “con los gobiernos de Néstor y Cristina”.
"Con Néstor y Cristina supimos que teníamos derechos"
La expresión se repite. “Siempre apoyamos los gobiernos de Néstor y Cristina –explica Romina que vino de Lanús con su compañero— somos jóvenes, vivimos los 90 en un barrio marginal donde siempre faltaba todo, pero con Néstor y Cristina supimos que teníamos derechos. Néstor nos abrió la puerta a la política. Entendimos lo que eran el ajuste y el FMI, pudimos formarnos, porque desde la ignorancia hay cosas que uno no entiende. Pudimos tener trabajos estables. Nuestras madres son empleadas domésticas, y mi madre que solo tenía cuarto grado pudo terminar la secundaria”.
Esos derechos “que para nosotros eran desconocidos” amplía Romina, que está por recibirse como nutricionista, llegaban traducidos en políticas: “la educación pública, la salud pública, una casa, un trabajo estable”, insiste. Y agrega: “Nuestras primeras vacaciones fueron en 2008, ya teníamos la nena y fuimos a conocer el mar, a los 25 años ¿cómo no vamos a venir acá?” se pregunta. “Y no somos beneficiarios de planes, pero pudimos levantar cabeza por la política que ellos llevaron adelante, hoy se necesitan los planes porque todo está precarizado, pero nosotros tuvimos trabajo estable y lo agradecemos”, argumenta su compañero. Mientras el aroma de una parrilla anuncia que "pronto estarán los choripanes", dice Esteban. "Hicimos magia y pudimos pasar el chulengo, porque no nos dejaban armar, es un barrio de mucho copete", agrega.
Las vallas que intentaron frenar la alegría
Patricia vive cerca, es "empleada". Levanta un diario “que se regalaba antes” donde se ve a Cristina en la jura de su segundo mandato: “Ya estaba de luto ella, por eso está con su hija, con Amado (Boudou) y al otro lado (Julián) Domínguez”, describe. Estaba triste hoy, cuenta, “porque nos desayunamos con esta noticia del vallado, pero apenas me compuse vine”. A su lado, Aurora, que iba para Lezama cuando se enteró del nuevo punto de encuentro, explica la necesidad de “mostrar con la gente en la calle que los poderosos no pueden hacer lo que se les ocurre”.
De San Martín llegó Constanza con su familia. Trabaja en una farmacia. Y vino porque “ella es la única que siempre cumplió su palabra, como Néstor”. Ella "era apolítica”. En su familia “Perón no existía”. “Pero con Cristina mi vida cambió. Con las paritarias, con los beneficios que nos alcanzaban a todos, y me hizo sentir empatía por los otros, eso me cambió totalmente”. Aunque “nos quieren dividir --agrega su compañero-- hoy estamos todos juntos de nuevo”.
Hay agrupaciones como Tuyo (Taxistas Unidos Y Organizados), una sociedad civil que se mueve “por voluntariados, autoconvocados”. Vinieron “para defendernos, porque apoyar a Cristina es una forma de autofedensa” explica Leandro. Lo importante, señala, es que esto muestra una “segunda oportunidad para el gobierno de Alberto Fernández. Porque estamos yendo detrás de la agenda, pero esto nos dio el envión anímico que necesitábamos para recuperar los votos que tuvimos en 2019”.
Desde lo más profundo de la historia
Cecilia y Elisa, son madre e hija, llegaron de Avellaneda. “Venimos por la nuestra, porque somos una familia politizada, criamos a nuestros hijos para que tomen conciencia de dónde venimos, no militamos en una agrupación, pero seguimos de cerca cada movimiento por los medios, como seguimos a Néstor y a las cadenas nacionales de Cristina que tanto extrañamos” señala Cecilia. Su hija agrega: “Acá hay alegría, y confraternidad, es algo valioso, y eso no lo pueden cortar con una valla”, define.
Esas vallas refieren a una actitud histórica, sostiene Pablo. “Es intolerable el avasallamiento del poder judicial sobre CFK y toda causa popular, hay una continuidad histórica –explica— porque hace 40 años la forma de someter eran los fierros sobre la clase trabajadora y la militancia, hoy el disciplinamiento se quiere imponer por el poder judicial, que no es justicia”, reflexiona.
Los padres de Pablo están desaparecidos: Raquel Mazer y Ubaldo González. Él trabaja en una librería de Boedo y se alegra de estar ahí. “Es un hito histórico, y cada hito es importante, es una piedra que ayuda a construir y a reconstruir”, comparte. Su amigo que también se llama Pablo y también es librero explica que vinieron porque es el día que podían “por el trabajo”. Y recuerda cuando vio “a Néstor, en ese bar –señala la mitad de cuadra sobre la calle Paraná— en 2001, y a partir de ese momento con Néstor se reactivó la movilización popular con vistas a una futuro político, recuperamos la identidad peronista que Menem nos había arrebatado, y volvimos a creer, por eso vinimos hoy”, se explaya.
Los ojos vivaces de un pueblo esperanzado
Un joven le saca una foto a una bicicleta. "Es que me trajo desde Lomas", explica, y se ríe. Detrás, llega un grupo de La Matanza. Los guía una comparsa con redoblantes y vientos. Un hombre los mira, desde la vereda. Adusto. "No los entiendo" dice. Se llama Adrián y está de paso por Buenos Aires, es ingeniero agrónomo y trabaja "en el campo, en Luján". Está sorprendido "por las caras que tienen" dice. "Tienen los ojos vivaces, es una viveza en la cara que no entiendo, porque si a mi me pasa que acusan a alguien de mi familia, no estaría así de contento, estaría serio, me pondría violento, pero esta vivacidad no la entiendo, debe ser el fanatismo, la inercia, porque es irracional que estén tan contentos", razona, desde una lógica donde la sensibilidad popular del peronismo escapa a la regla. La variable del amor como categoría social sin embargo, fluye entre los manifestantes. Elude la provocación de la derecha y se expresa en los niños que van de la mano de sus padres, en los abrazos y en los reencuentros.