La historia de Nuestra Señora de Talavera de Madrid, conocida popularmente como Esteco, encierra una gran cantidad de mitos y leyendas alrededor de su existencia.
Ubicada en el sudeste de la provincia de Salta, nació como un desprendimiento de pobladores en rebeldía contra la Gobernación de Tucumán, que poseía la influencia política sobre la zona.
En su derrotero tuvo dos locaciones, siendo la segunda la más conocida y a partir de la cual se tejen elucubraciones de todo tipo, mito que comenzó a ensancharse a raíz del sismo que en 1692 provocó su colapso y “desaparición”.
Recién pocas décadas atrás, y gracias al trabajo del ya fallecido docente y antropólogo Alfredo Tomasini, se pudo comenzar a trabajar en la zona buscando datos que aporten veracidad histórica a los interrogantes que planteaba aquella ciudad de la que muchos sabían y pocos se atrevían a hablar.
En aquel pionero equipo, se sumó la antropóloga oriunda de La Plata, Julia Simioli, quien comenzó a trabajar en Esteco desde 2003. Desde allí hasta 2015, visitó la provincia en gran cantidad de ocasiones, siempre junto al maestro Tomasini, quien tenía el aval para trabajar arqueológicamente en la zona.
Nuestra Señora de Talavera de Madrid
La historia de Esteco se remonta largo tiempo atrás, específicamente a 1566, cuando a raíz de un motín contra el gobernador de Tucumán, Francisco de Aguirre, un grupo de personas sublevadas funda una nueva villa a la que llamarán Cáseres, a kilómetros de Santiago del Estero, lugar donde residían.
La villa comenzará a prosperar y muchos de los vecinos de Santiago se retirarán hacia este nuevo poblado. La situación de sublevación exitosa y en franco crecimiento, planteará una encrucijada para la Corona, teniendo que oficializar rápidamente la naciente ciudad. Será al año siguiente cuando el nuevo sitio obtendrá su título oficial, bautizándola con el nombre de Nuestra Señora de Talavera.
“Esa ciudad estuvo apenas 40 años en su primer asiento, luego se refunda uniéndola con otros poblados como la Villa de Madrid. Ahí surge la segunda el Esteco que será Nuestra Señora de Talavera de Madrid”, cuenta en el inicio de su relato la antropóloga platense, y agrega: “La primera Esteco está localizada en ‘El Vencido’, cerca de El Quebrachal, y la segunda Esteco, entre Metán y Río Piedras”.
Una de los primeros interrogantes que plantea la historia del sitio es el traslado. Se argumentaba que la decisión se debía al cambio en el cauce del río, a que el salitre derrumbaba las casas y demás cuestiones. Sin embargo, el entrecruzamiento de datos arqueológicos con fuentes historiográficas permite suponer que no fue del todo así.
“Pienso que muchos de los que estaban asentados en la ciudad, no quisieron hacerlo por diferentes motivos: por sus cultivos, por los nuevos repartos de tierras y otras cuestiones de arraigo. Lo cierto es que esto arqueológicamente se ve, ya que cuando excavamos, se encuentra bastante arriba mucho material arqueológico. Esto demuestra que muy probablemente ese lugar siguió ocupado después del traslado”, subraya Simioli dejando entrever que convivieron en el tiempo ambas ciudades, contrarrestando el relato oficial.
Otra particularidad que genera interrogantes es la razón de su nombre popular, Esteco, ya que formalmente tenía otro muy distinto. La antropóloga, a raíz de las indagaciones, lo interpreta de esta manera: “En los documentos dice que la ciudad se erige en tierra de los indios estecos y durante mucho tiempo se habló de los indios estecos, pero nadie pudo dar con ninguna documentación o referencia de quienes eran. Cuando hicimos la transcripción de los documentos desde la letra paleográfica, vimos que la R y la C se escriben casi de la misma manera, y si bien esto es una hipótesis mía, podría ser estero en vez de esteco, y ahí cobra otro sentido, porque en el sitio están los indios de los esteros que son los tonocotes de Santiago del Estero, que los llevaban encomendados, son los que sostienen el trabajo. Quizás ahí se pueda encontrar la cuestión”.
Una heterogénea ciudad
“Encontramos un documento que fue de los hallazgos más increíbles, se llama Interrogatorio para las Indias Occidentales, que es como si fuese un censo de la ciudad, un documento que se mandó a hacer a todas las ciudades de la Gobernación de Tucumán en el año 1604”, relata Simioli.
Con el análisis de este valioso documento, lograron dilucidar conjeturas, muchas veces erradas, que se venían replicando durante cientos de años. “Si bien el censo muestra una ciudad española, cuando analizás los testimonios hay una gran cantidad que se dicen montañés, algo que en el mismo documento explican: ‘decimos montañés porque decir mestizo está mal visto’. Estos ya son hijos de madres americanas, originarias. Por otro lado, si bien hay poca información respecto de los originarios, aparecen los indios llevados en encomienda. En el censo también figura alguien que dice que 'trajinaba cosas', estas eran personas dedicadas al traslado de negros de África a América. Entonces en Esteco también había negros africanos en condición de esclavitud. Como si fuera poco, había italianos y muchos portugueses, lo cual hacía de este sitio, una ciudad española solo nominalmente”.
Simioli comienza a derribar otro de los tantos mitos existentes a partir de las informaciones recabadas: “Esteco 2 para sus últimos años se fue despoblando, porque la zona era complicada para la vida, había muchos malones, revueltas, incluso antes de su final tuvieron que fortificarla, convirtiéndose en un fuerte de hecho. En ella solo quedaban un par de soldados sosteniendo la frontera, lo mantienen como un lugar estratégico. Por eso las leyendas de la opulencia de la ciudad, no se condicen con la realidad que vivían en ese momento”.
Leyendas de la ciudad maldita
La antropóloga recuerda con claridad que las primeras veces que concurrieron al sitio, se sorprendieron por la cantidad de historias que había alrededor, muchas construidas sobre relatos de otros relatos, destacándose el mito del terremoto que destruyó la segunda y última Esteco.
“La estructura del mito sobre la ciudad sería el siguiente: era una ciudad rica, la gente dejaba tirada monedas de oro en la calle. Vivían en la opulencia, en la ostentación, se habían alejado de Dios, entonces la ira divina decide castigarlos. Antes, les manda un enviado para que vea el estado de situación y avise a quien corresponda. Para muchos el enviado es San Francisco Solano, que estuvo por la zona peregrinando. Entonces la mujer más pobre de la ciudad sacrifica el único animal que tenía y le da de comer a este señor que, disfrazado de mendigo, se le revela y le dice que la ciudad se va a destruir, que él va a guiarla de noche. La mujer lo sigue al mendigo con su hijo a cuestas, a la noche escuchan un estruendo, se da vuelta a ver y automáticamente se convierte en una estatua de sal”. Una narración que Simioli reconstruye y resulta un calco de la alegoría bíblica que responde a la historia de la destrucción de Sodoma y Gomorra.
Es fundamental resaltar que el terremoto que colpasó a Esteco por su supuesta opulencia y alejamiento de la fe, es el mismo que da origen a la festividad del Señor y la Virgen del Milagro, el cual también se replica en Salta con distinto final para la ciudad, ya que sus habitantes peregrinaron y lograron revertir lo que sería también un trágico final.
El trabajo arqueológico
“Las excavaciones son difíciles porque es zona de monte; además, el lugar no está delimitado y rápidamente crece mucho la vegetación haciendo poco visible el sitio. Sin embargo, allí encontramos todo lo que tiene que ver con el uso y descarte de la vida cotidiana. Aparecen cerámicas, algo que es muy interesante porque ahí estaban conviviendo personas de distintas procedencias y con diferentes tradiciones propias. Encontrás cosas que llegaron en barco, como las vasijas de aceite de oliva, que venían viajando quién sabe desde qué puertos hasta llegar a Esteco por Buenos Aires. También hay cerámica que producían los propios pueblos en encomienda, con una tecnología y una forma de uso distinta. También encontramos lo que tiene que ver con la alimentación, restos de todo tipo de animales que criaban, pero también hay animales de caza y pesca. El material es muy heterogéneo”, comenta la antropóloga platense.
Cuando Alfredo Tomasini falleció en 2017, Julia Simioli se encargó de recopilar objetos del depósito y trasladar una parte de la colección hasta Salta, reliquias que hoy están exhibidas en el Museo de Antropológía de Salta.
“Todos los que pasamos por Esteco coincidimos en que resultó una experiencia única y maravillosa, un saldo siempre positivo cada campaña", sostiene la antropóloga con gran sentimiento por “los Esteco”, como ella misma nombra a las ciudades.
"Además, Esteco es un sitio en donde tenés absolutamente de todo por hacer porque es inagotable, creo que ni tres generaciones van a llegar a cubrir una parte de lo que es un sitio como ese, fueron ciudades. Por un lado tenés todo lo que es la diversidad de los objetos y el hecho de descubrir algo, esa es una experiencia muy fuerte, estás viendo los objetos de gente que vivía ahí, que murió ahí, que eran sus cosas. Y por otro lado tenés el complemento maravilloso de la parte documental. Hay pocos sitios que permitan la articulación entre documentos y objetos, y me parece que Esteco es justamente el lugar de confluencia de esto, que no se da en otros espacios”.
El maestro Alfredo Tomasini fue el primer arqueólogo que trabajó intensivamente en el lugar, tarea que con su desaparición física, quedó trunca. En este sentido, Simioli comenta que están tramitando los permisos necesarios para continuar el camino que con gran compromiso y pasión llevaron adelante durante años.
Los estudiantes que reclutó y formó el maestro, tanto locales como de diversas latitudes, esperan el momento del regreso. Un grupo de profesionales que forjaron confraternidad rodeados de tierra, monte y un sol abrazador, con el solo objetivo de dar a conocer la historia de una ciudad que desapareció pero que, paradójicamente, sigue apareciendo a cada momento.