Después de la tormenta

(Umi yori mo mada fukaku - Japón, 2016)

Dirección, guión, montaje: Hirokazu Koreeda.

Fotografía: Yutaka Yamazaki.

Música: Hanaregumi.

Reparto: Hiroshi Abe, Yoko Maki, Satomi Kobayashi, Lily Frankie, Sosuke Ikematsu, Yuri Nakamura.

Duración: 117 minutos.

Distribuidora: Distribution Company.

Salas: Cines del Centro, Village.

9 (nueve) puntos.

 

Hay veces donde una película decide volver al espectador de maneras imprevistas. Esta relación es personal, no conoce de tiempos preestablecidos y mucho menos se circunscribe a la duración del film. Vale decir, una película continúa en el ánimo de quien la mire, allí encuentra un vínculo íntimo.

Algo así sucede con Después de la tormenta, de cuya construcción dramática tanto puede decirse, en función de sus locaciones y decorados contenidos, pulcramente organizados; de la introspección de sus personajes y sus esfuerzos por disimular angustias; de los gestos fugaces que liberan afecto mientras lo esconden. Son muchos pequeños momentos los que desprende el film de Hirokazu Koreeda, como matices sutiles, que dicen de manera casi secreta para que el espectador luego los recuerde como destellos felices.

Después de la tormenta es un film de carácter familiar, o de lazos familiares, como nexos que persisten, se estiran, rompen y rehacen. El eje del film es Ryota (Hiroshi Abe), quien debe rondar los cuarenta, está separado, va y viene de la casa de su madre a la oficina de detectives donde trabaja. Alguna vez fue un escritor promisorio, premiado, de él se esperaba mucho o quizás eso era lo que él soñaba. Pero algo pasó, seguramente ligado al matrimonio trunco. Ahora bien, y acá el problema, aun cuando la pareja se haya distanciado, el cariño por ella permanece. Pero Ryota parece apurado, desorganizado en sus maneras, mientras intenta infructuosamente cumplir con la cuota alimentaria.

Hay un hijo al que se quiere, desde ya, pero también se dibuja sobre el horizonte la figura de un padre sustituto, en tanto amenaza que podría ser definitiva. Si Ryota es alguien surcado entre quien quiso ser y el ahora, su hijo pequeño transita también una situación dual, repartida entre el padre y la madre como así también de cara a la figura del nuevo padre. Misma crisis que supone la historia quebrada de ella, dividida ahora entre dos hombres. Es decir, todos los personajes del film caminan por una línea de división lábil, cuya escisión final pareciera descansar en la toma de decisión o en la muerte.

De esta manera, como ejemplo casi consumado, es la madre de Ryota quien encarna el recuerdo negado hacia su marido, ya fallecido y pensado por ella como una etapa felizmente superada: pero hay pequeñas señales que parecen decir lo contrario, como negaciones sutiles de ese gran capítulo vivido, al que todavía parece recordar para resistir el mentado olvido. Es ella quien oscila entre el diálogo adulto que debiera tener con su hijo y los juegos que recuerdan la niñez; así, el helado que raspan los dos, casi imposible de comer, semeja el ritual gestual de una madre y su hijo.

Por eso, qué es lo que dicen las palabras de los personajes de Koreeda no es tan importante como lo que expresan sus cuerpos y gestualidad. Ryota, en este sentido, es el desbocado, quien dilapida el dinero en apuestas y pone en riesgo el acuerdo familiar. El film lo delinea desde un retrato general, en donde su accionar es parte sustancial de quienes le rodean, y viceversa. Tal vez, sea tiempo de tomar algunas decisiones, y con ellas poder mirar de forma distinta. Es en esta instancia dilemática donde se sitúa la propuesta formal de Después de la tormenta, al ensayar una variación entre el drama y pocos pasos de comedia, en tanto simples momentos que vuelven cotidiano lo que se cuenta. Así de cercana resulta ser la película magistral de Koreeda, capaz de buscar un contrapunto constante, que amenice sin disipar el drama o la angustia de sus personajes.

Accionar que queda suscripto a la fisonomía de un Japón barrial, detenido en el tiempo, con personajes solos e imágenes bucólicas, hermosas. En donde la mariposa que toma vuelo tras nacer encierra el misterio de esas vidas compartidas, separadas y reunidas con otros. Como corolario, en tanto temperatura que asciende hasta encontrar su meseta y posterior calma, aparece el tifón, como una figura ritual que los habitantes de esta ciudad saben que deben enfrentar. En calma, sólo debe esperársele. Esa noche será suficiente para recordar lo vivido y legar los buenos momentos vividos a quienes siguen.