Con disculpas por la cacofonía del título, y con el invariable respeto con que suelo escribirle, Sr. Presidente, me permito llamar su atención para compartirle algunas ideas que espero contribuyan a pacificar los ánimos de nuestra nación, hoy sacudida por vientos mucho más peligrosos de lo que parecen.
Es la Paz de la República la que está en peligro, y ése y ningún otro es el valor supremo que hay que preservar. Porque sin paz no hay sociedad posible. No hay trabajo, no hay educación, no hay progreso. Si no se asegura la Paz nuestra República, una vez más, no tiene salida.
Pensar distinto, discutir, cuestionar, criticar es no sólo normal, sino también bueno porque nos ayuda a crecer y convivir. Pero cuando se busca anular, cancelar o eliminar a la otra parte, inexorablemente el odio y la violencia ganan nuestra vida cotidiana. Y eso es peligroso porque corroe la base misma de toda convivencia. Y delata y desata formas primitivas de violencia, luego irrefrenables.
Por lo tanto, y usted lo sabe, es imposible convivivir sin Paz, y la Paz, que nace de la Justicia, sólo crece en el diálogo y la tolerancia. Por eso no hay paz si hay injusticia, no hay paz si los poderosos aplastan a los débiles, no hay paz donde hay odio. Y ese odio lo está gestando ahora nada menos que el menos democrático de los poderes, el arcaico, monárquico y colonial Poder Judicial. Y hoy nuestra democracia peligra en manos de cuatro sujetos absolutizados, y lo que yo quiero decirle respetuosamene es que usted debe intervenir; no seguir como observador.
Y no se refiere esta columna solamente a la negación del derecho a la defensa, sino también a la actitud de odio y soberbia, vengativa y superiorista con que la oposición se ensaña ahora, dado el pánico que les produce la expresidenta, CFK.
No deja de ser gracioso el pavor que les produce "ella" con su coraje desafiante y desesperado que los arrincona en las sombras, en sus "campos" o en la Embajada.
Con prudencia, esta columna quiere decirle que es hora ya de que usted se atreva a lo que no creo que sus asesores le hayan siquiera susurrado: convocar a un plebiscito vinculante para inicar el camino hacia una Nueva Constitución Nacional. No decimos reforma; decimos un cambio que incluya salirnos de la trampa de 170 años de una democracia dizque representativa que no ha dado los frutos esperados. Y entre otras razones por lo que el mismo sistema engendró: una sociedad de clases polarizadas, despareja y antisocial: 40 o más millones de pobres; clases medias exhaustas y en pavor creciente, educación pública en destrucción y minúsculas minorías cipayas y antiargentinas abusando hasta dar asco.
Nada que usted no sepa, Presidente, pero que parece olvidar. Y ya nuestra Patria sufrió innumerables veces por esos olvidos. Y las dos últimas fueron feroces, bestiales, asesinas: los bombardeos aéreos sobre Buenos Aries en junio de 1955 con centenares de compatriotas muertos; la eliminación arbitraria de la única Constitución Nacional legal y justa que tuvo este país, y luego la sucesión de dictaduras desde que derrocaron en 1966 a ese gran presidente radical que fue Arturo Illia, desplazado por bestias ignorantes de apellidos Onganía, Lanusse, Levinsgton, Videla, Massera y tantos gorilas más, con perdón de los pacíficos gorilas africanos.
Por eso está bueno que usted llame a la Paz, Presidente, pero no lo haga desde TN. Es pretensión inútil serenar a las fieras de la telebasura. ¿No ve usted que siempre sale mal parado?
Procure equilibrio, pero no junto a violentos y corruptos. Mire que ya dejó pasar medio mandato, pero usted tiene todavía, Presidente, la posibilidad de erigirse en el gran patriota argentino contemporáneo. ¿Cómo? Convoque al pueblo pero manteniendo rienda firme contra los explotadores, los fugadores de divisas, los cortesanos, los cipayos. Y empiece a responder a las demandas, por favor, que su silencio no sólo es injusto sino también, tantas veces y esta columna sabe lo que dice, irritante por evasivo.
No evada más, Presidente, no avale más medios de comunicación que aunque sostenidos por el Estado sólo desinforman, inspiran odio, resentimiento y violencia. Y restablezca la Ley de Medios, que puede hacer por decreto, y repotencie la TDA, que es propia, democrática y popular.
La ferocidad de esa clase privilegiada es incorregible y sólo el peso de la ley y la decisión política los reeducará para la Democracia y la Paz. Y será largo. Pero hay que hacerlo y usted tiene la gran oportunidad. Ellos llevan ya 200 años de abusos y práctica cipaya. Desde el repudiable primer presidente, Bernardino Rivadavia, el endeudamiento ha sido una práctica tan habitual como infame, y su última muestra, permítame decirlo, fue el "acuerdo" que su ministro Guzmán firmó con el FMI. Mera continuidad deudora, mera entrega de nuestros bienes naturales, mero seguir el robo de nuestras riquezas y la explotación del pueblo trabajador. Ahí ve usted ahora el proyecto de ley de Juntos por el Cambio para encarcelar a trabajadores. Diez bestias de ese menjunje quieren penar con hasta 6 años de cárcel a quienes molesten negocios y emprendimientos. Ante semejante bajeza no corresponde el silencio como respuesta.
Como bien dice Horacio Rovelli: "Tras 33 meses de administración, el Gobierno Nacional no investigó ni dio explicaciones sobre la deuda contraída con el FMI durante el macrismo. Como si fuera poco, ya se está ejecutando un brutal ajuste sobre la partida presupuestaria más baja desde el 2002 a la fecha. Todo esto para pagar los intereses de una estafa". Cuesta creer que usted consienta esto. Pero lo cierto es que en todos los casos la riqueza, los dólares que produce la Argentina, se van para otro lado, a destinos chuecos, y así crece la dependencia y la entrega.
Y con toda franqueza, Presidente: no se ve que otra sea la propuesta económica de los Sres. Massa y Rubinstein, hoy empoderados absolutos para seguir haciendo más de lo mismo. Ya se vio cómo empezaron, coherentes: recortando presupuestos de Salud, Educación y Cultura. Es superior a ellos. Pero a este columnista sinceramente le cuesta comprender su consentimiento al respecto.
Y usted sabe perfectamente que con menos Salud, peor Educación y empobrecida Cultura el futuro argentino será más sombrío aún. Y el pueblo está cansado —se lo garantiza esta columna— de que a un gobierno desesperado por destrabar desembolsos con organismos multilaterales no le surjan más idea que las de siempre: contraer nuevos créditos con el FMI. Y el Banco Central en manos de un Sr. Pesce al que parece que nadie se atreve a tocar a pesar de continuos desatinos. Todo hoy es responder a las exigencias del capital financiero, o sea los dueños de facto de este país. Y eso irrita, Presidente. Y entonces usted debiera intervernir, su silencio no ayuda si me permite decírselo amistosamente.
Lo cierto es que la Paz y la Democracia peligran cuando nada hace esperanzar a un pueblo. Por eso ya va siendo hora de una Nueva Constitución, un nuevo Sistema Judicial más que una nueva Corte, y de que por favor alguna vez se auditen las famosas deudas, que muchos como este columnista reclaman desde antes que de que se fuera Macri.
Y ahora todo es urgente, porque el nuevo endeudamiento con el FMI, que parece inminente, no sólo agravará todo sino que aumentará sus condicionamientos. Y el pueblo se pregunta hasta cuándo. Y lo cierto es que el destino que nos signa parece no ser otro que profundizar el carácter colonial de la Argentina contemporáneda, malditos sean. Y el saqueo feroz de nuestros bienes naturales sólo traerá la consecuencia obvia de más Pueblo empobrecido. Por eso la pregunta final es respetuosa y nada irónica: ¿Hasta cuándo, Presidente, cuánto más?
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