Sarah Silverman está en el escenario del histórico teatro El Rey de Los Angeles, con un pasamontañas blanco brillante en la cabeza que le aplasta la nariz como si estuviera ejemplificando a Picasso. "Me lo puse así nomás", bromea la comediante, pero su introducción al número central de la noche es bien sincero. "Ellas pelearon por ustedes. Han estado en prisión. Son leales a sus palabras. No le tienen miedo a nadie", proclama Silverman. "¡Son Pussy Riot!"
Con esas palabras, la música y activista de 32 años Nadya Tolokonnikova aparece bajo las luces. Viste lencería vintage, medias de red rotas y unas botas rosa de alturas vertiginosas. En la siguiente hora y media, flanqueada por dos bailarinas con pasamontañas, canta desde el público que hace mosh, golpea una fusta y menea las caderas con la rapera de Nueva Orleans Big Freedia. Para empezar, solo pregunta: "¿Están listos para una revuelta?"
Una década puede hacer mucha diferencia. Diez años atrás, el 17 de agosto de 2012, Tolokonnikova fue una de las tres integrantes del colectivo artístico feminista Pussy Riot sentenciada a pasar dos años en una remota colonia penal. Su crimen había sido protestar por el regreso de Vladimir Putin a la presidencia rusa, ingresando a la Catedral del Cristo Salvador de Moscú y bailando alrededor del altar al son de su "oración punk", una canción cacofónica titulado "Madre de Dios, sacá a Putin".
El juicio produjo grandes titulares en todo el mundo, dándole al trío el apoyo de Madonna, Björk y Paul McCartney. Pero la atención global no hizo nada por mejorar las condiciones a las que estaban sometidas. En septiembre de 2013, Tolokonnikova fue hospitalizada tras cinco días de huelga de hambre en protesta por las violaciones a los derechos humanos en la colonia de Mordovia. Al año siguiente, poco después de ser liberada, fue a las Olimpíadas de Invierno de Sochi para actuar junto a Pussy Riot con otro himno punk de protesta: “Putin Will Teach You to Love the Motherland” ("Putin te enseñará a amar la Madre Patria"). El grupo fue atacado por la milicia cosaca y golpeado con fustas.
Claramente, Tolokonnikova -quien siguió declarando contra Putin- está hecha de un material indestructible. Pero también tiene un costado más liviano. Cuando hablamos a través de video tras su show en El Rey, se está relajando en casa con un pequeño gato negro llamado Ovchuk. Entre risas, apunta que Pussy Riot nunca quiso darse a conocer como una banda punk. "Elegimos el punk para las primeras canciones porque pensamos que era divertido", dice. "Nunca había tocado la guitarra y ninguna de las integrantes principales de Pussy Riot había tocado instrumentos. Me gusta la cultura punk y su ética, pero en realidad no la escucho demasiado." Para Tolokonnikova, el punk tiene más que ver con la actitud rebelde que con un sonido particular. "Ahora me crucificarán muchos punks", dice. "Pero si pensás que sos punk solo porque estás repitiendo lo que otra gente hizo en los '70, lo siento, no sos punk. Sos un clon."
En estos días Pussy Riot suena muy diferente a esos ásperos y breves gritos que llamaron la atención mundial. En los años que pasaron desde su liberación, Tolokonnikova ha lanzado una serie de singles que incorporaron el mensaje de Pussy Riot al pop y la música electrónica. En 2016 lanzó la aguda protesta de “Make America Great Again”, poco antes de la elección de Donald Trump. El año pasado unió fuerzas con la artista pop galesa Marina Diamandis en "Purge the Poison". Ahora, por primera vez está sacando un mixtape, Matriarchy Now, siete canciones con colaboraciones de la rapera de Los Angeles iLoveMakonnen, la cantante texana Phoebe Ryan y Slayyyter, ascendente estrella pop de Missouri. El hecho de que esta colección coincida con el décimo aniversario de su encarcelamiento es, según dice, más un accidente que algo diseñado. "No hay ningún gigante detrás de esto", señala. "Agrupé un montón de canciones sobre superheroínas dominatrix calentonas."
Eso explicaría la lencería, las medias de red y la fusta. "Así me presento al mundo". explica sobre su estilizado look. "Descubrí que es realmente efectivo, porque rompe con un montón de estereotipos sobre el género, la sexualidad y el poder. Para mí, como feminista, la cultura dominatrix es una potente fuente de inspiración, porque da vuelta los modelos de opresión que han sido utilizado contra nosotras durante eras. La cultura dominatrix requiere el consentimiento de cada involucrado. Eso es una gran diferencia con el modelo clásico patriarcal en el que a las mujeres, o cualquiera que no sea hombre cis, blanco y hetero, nunca se les pregunta si quieren o no estar en una posición de sumisión."
Canciones como la reciente "Plastic" -que reflexiona sobre la cosificación de la mujer, y fue acompañada por un video en el que Tolokonnikova aparece como la muñeca de un joven- son su manera de cuestionar los roles de género de manera lúdica. "Otra cosa que amo sobre el BDSM y la cultura dominatrix es que hablan mucho del juego", agrega. "Esto revela mucho sobre la naturaleza de la interacción humana. Se acerca a mi entendimiento del género, porque soy muy fan de la teoría performática del género desarrollada por Judith Butler y otras. A través de la performance de diferentes roles mostrás y solidificás tu género, pero eso significa que también podés cambiar, porque es performático."
La adopción de la imagen y el sonido pop está profundamente conectada con las primeras influencias musicales de Tolokonnikova. Nació el 7 de noviembre de 1989 en Norilsk, una ciudad industrial rusa tan al norte que está dentro del Círculo Polar Artico. Dos años más tarde llegó el fin de la Unión Soviética. Mientras crecía, no la atrajo el mundo del rock y el metal dominado por los hombres, sino la promesa y el potencial del pop. "Nací justo en el comienzo de una nueva era, con lo que percibí al pop como una música revolucionaria", dice. "Sonaba, se veía y pugnaba por algo realmente diferente a lo que era la cultura mainstream durante la era soviética. Era el signo de nuevas esperanzas y estaba conectado con el ascenso de la cultura queer, de estar abiertas al mundo por primera vez en un siglo. Para ser honesta, nuestra escena punk y metal era muy machona, y siempre me atrajeron más los tipos andróginos que usaban maquillaje."
Matriarchy Now es un disco lleno de yuxtaposiciones, que mezcla vocalizaciones dulces con letras provocativas sobre el trabajo sexual y las normas de género. Comparte su título con una acción que realizó Pussy Riot en junio, cuando desplegó una gran bandera en la que se leía "Matriarchy Now" ("Matriarcado ahora") en el Capitolio de Texas. Acciones como esa son solo un modo en el que Tolokonnikova expresó sus creencias en algo tangible tras el fallo que revirtió el Roe Vs. Wade. "No me sorprendió, porque es una consecuencia directa de Trump como presidente. Es una bomba que tomó solo un segundo en explotar", dice. "No me gusta hablar de mis emociones sobre eso porque soy una persona orientada a la acción. No le sirve a nadie, incluyéndome, quedarme sentada deprimida. Que, por otra parte, es mi primera reacción: sufro de depresión desde que salí de la cárcel, con lo que me cuesta un enorme esfuerzo empujarme a la acción."
Su trabajo consigue resultados y ella tiene un buen ojo para las manera innovadoras de conseguir dinero para las causas en las que cree. Explica que su demostración en el Capitolio de Texas fue la primera performance de protesta realizada con el sistema blockchain. "Recaudamos dinero con eso y seguiremos haciéndolo de todas las maneras que podamos. Hasta ahora conseguimos 350 mil dólares para derechos reproductivos, y el 100% fue a siete organizaciones que ayudan a las personas a acceder a un aborto seguro si en su estado fue prohibido."
En el escenario de El Rey, Tolokonnikova da un discurso que dibuja una línea desde aquella protesta en la iglesia a la influencia de la derecha religiosa en la política estadounidense. A una década de sus primeras protestas contra Putin, dice que el mundo occidental al fin se da cuenta de aquello que ella intentaba advertir. "Me parece que ahora les queda bastante claro. Es un dictador sangriento, un terrorista", subraya.
Dado todo lo que ha pasado, la habilidad de Tolokonnikova para seguir motivada y comprometida es inspiradora, pero dice que todos tienen un papel que jugar. "Podés eleguir tu propio, único camino", dice. "Ponele que seguís a (la legisladora y activista puertorriqueña) Alexandria Ocasio-Cortez. Es increíblemente pública. Ama hablar con la gente y es muy buena en los discursos. Ponele que vos no, que sos introvertida y no te gusta dar discursos. Lo siguiente es pensar que sos inútil, que no podés ser efectiva como política y activista. No es verdad. Podés contribuir a tu manera. ¡La mala noticia es que depende de vos encontrar esa manera!", se ríe. "¿Cómo me motivo? Bueno, de algún modo extraño, estar deprimida ayuda. Refuerzo el músculo que uso para mantenerme a flote cada día. Demasiada gente depende de mí para que me permita hundirme en la depresión, así que me entrené para demandarme a mí misma y conseguir pasos simples, accesibles, que puedo ejecutar cada día para mantenerme activa y asegurarme de no caer y nunca despertarme."
Dice que también ayuda acordarse de reír. Matriarchy Now, por ejemplo. Sabe que es un eslogan que va a agitar a la gente. "En mis redes sociales me escriben regularmente: '¿Por qué querés reemplazar un modelo de opresión por otro?'", dice. "Bueno, en primer lugar, no existe el sexismo inverso. Todas esos meninistas se pueden ir al carajo. No creo que el matriarcado sea el reverso del patriarcado. Cuando hablamos de opresión sistémica, son cosas que se han formado a través de cientos de años. No podemos revertir fácilmente eso, pero lo que podemos hacer con esos sistemas de opresión es burlarnos de ellos, deconstruirlos y analizarlos. Eso es lo que hacemos con Matriarchy Now. Es una burla a los modelos de opresión existentes, y creo que el humor es una buena fuente para el activismo. Como nos gusta decir en Pussy Riot, los peores crímenes contra la humanidad fueron hechos por personas que se tomaban a sí mismas demasiado en serio."
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.