El torneo largo que finalizó el miércoles pasado con la definición de los equipos que pretendían su ingreso a la Copa Libertadores y que había tenido su fiesta de campeonato el último domingo en la Bombonera, donde Boca venció 2-1 a Unión y pudo dar la vuelta que prefirió no dar en Bahía Blanca, aunque ya se sabía campeón, dejó a su paso una estadística terroríficamente asombrosa: la del rubro de los entrenadores que el certamen se comió a lo largo de la temporada, 32 en total. Demasiados para un torneo de 30 equipos y 30 fechas disputadas, teniendo en cuenta la de los clásicos.
Visto de esa manera, en ese rubro particular el torneo largo dejó un saldo por demás negativo. Y una idea absolutamente contraria a los que a priori se podría esperar de una competencia de estas características. Se suponía que frente a un campeonato de 30 fechas la paciencia de la dirigencia debía ser mayor. Sin embargo, la urgencia por los resultados disparó la ola de despidos en la mayoría de los clubes de Primera. Son pocos los que consiguieron quedarse en pie: el entrenador de Boca, Guillermo Barros Schelotto; el de River, Marcelo Gallardo; el de San Lorenzo, Diego Aguirre; el de Banfield, Julio César Falcioni; el de Lanús, Jorge Almirón –entre los que pelearon en la zona alta de la tabla–; el de Talleres, Frank Kudelka; el de Lanús, Jorge Almirón; el de Patronato, Rubén Forestello, y el de Atlético de Rafaela, Juan Manuel Llop, quien no pudo evitar el descenso de los santafesinos y continuará su carrera en Newell’s.
Dos de los equipos grandes, Racing e Independiente, atravesaron tempestades. En la Academia arrancó Facundo Sava, a él le siguió un interinato de Claudio Ubeda, luego asumió Ricardo Zielinski y finalmente lo hizo Diego Cocca. En el Rojo, Gabriel Milito le pasó la batuta a Ariel Holan.
Entre los despedidos, los ciclos más cortos fueron los Sava, en Racing; Eduardo Domínguez, en Huracán; Christian Bassedas, en Vélez; Jorge Burruchaga, en Junín; Lucas Bernardi, en Arsenal; y Pablo Marini, en Unión.
Hubo equipos que tuvieron hasta cuatro entrenadores a lo largo del torneo, sin contar los interinatos: Huracán, por ejemplo, arrancó con Domínguez, después sumó a Ricardo Caruso Lombardi, lo tuvo también a Néstor Apuzzo y finalizó el certamen con Juan Manuel Azconzábal, con quien terminó salvándose del descenso recién en la última fecha, con un empate sin goles frente a Belgrano. Algo similar vivieron clubes como Tigre, Unión y Sarmiento, todo un síntoma de la histeria con la que se vive el fútbol en la Argentina.
También es particular el caso de Fernando “Teté” Quiroz, que terminó el torneo descendiendo con Junín y también participó como entrenador de la campaña de Aldosivi. A punto estuvo Cristian Díaz de integrar esta desafortunada nónima, porque dirigió a Olimpo, que se salvó en la última fecha, y terminó descendiendo con Quilmes.
Hubo algunos casos de entrenadores que no fueron despedidos, pero decidieron dejar sus equipos frente a mejores ofertas. Es el caso, entre otros, de Pedro Troglio, que se fue de Tigre para sumarse a Universitario de Perú; y el de Bernardi, que dejó Arsenal para sumarse a Godoy Cruz y disputar la Copa Libertadores; además, Carol Madelón dejó Unión para irse a Belgrano, donde duró poco y fue reemplazado por Sebastián Méndez, que había arrancado el torneo dirigiendo a Godoy Cruz.
El torneo largo pasó, pero dejó un tendal de entrenadores en el camino y la sensación de que el resultadismo se impuso frente al sentido común y las economías de los clubes.