Una de las mayores críticas que se le suele hacer a la idea de los campeonatos largos es que se corre el riesgo de que un equipo se “corte” lo suficiente como para que se pierda el interés en el último cuarto de su desarrollo. No fue este el caso; el campeonato de 30 equipos (más que largo, larguísimo por su interminable receso) mantuvo la expectativa hasta el final. Boca se consagró una jornada antes del epílogo; recién en la última fecha se supo quienes se clasificaron para las copas y algo parecido ocurrió con los cuatro descensos, que se resolvieron entre las fechas 28 y 30.
El 80 por ciento de los partidos fue aburrido, pero no se podrá negar que la tabla de posiciones fue consultada miles de veces por los hinchas de cada uno de los equipos, porque el común denominador fue la ilusión.
También se teme que los torneos largos favorezcan a los equipos más grandes, los que tienen mayores presupuestos, planteles más amplios y la posibilidad de reconvertir sus equipos en el medio de un torneo, reponerse de una eventual racha adversa y terminar muy arriba. Y algo de eso sí se dio. Boca, por ejemplo, jugó las últimas fechas con un arquero y una línea de fondo completamente distinta a la que había utilizado en las primeras fechas.
En los primeros puestos quedaron los cinco grandes Boca (1ro), River (2do), Racing (4to), Independiente (6to) y San Lorenzo (7mo). Vale decir, los de mayor convocatoria y mejores ingresos. Hasta pudo darse el caso de que quedaran en las cinco primeras ubicaciones si no se hubiesen colado de última Estudiantes (3ro) y Banfield (4to).
Debe recordarse que Boca y River, el campeón y el subcampeón en este torneo de 30 fechas, quedaron muy relegados en el campeonato anterior que era de 16. Boca fue 10mo en su zona y River 9no en la suya. En esa competencia varios cuadros de los llamados chicos se clasificaron para los torneos internacionales: Godoy Cruz, Gimnasia, Atlético Tucumán, Arsenal y Defensa y Justicia.
Los propulsores de los campeonatos largos dicen que es un remedio para la histeria y lo constantes cambios de entrenadores. A menos presión, mayor continuidad de los técnicos. No se dio. En 30 fechas 32 entrenadores renunciaron y se dio el caso de clubes que tuvieron hasta cuatro directores técnicos. Por Sarmiento pasaron Schurrer, Pirez, Burruchaga y Quiroz; por Huracán, Domínguez, Caruso Lombardi, Apuzzo y Azconzábal, y por Unión Madelón, Pumpido, Magnín y Marini.
El fondo de la cuestión es el resultadismo que todo lo ensucia en el fútbol nacional. Mientras se siga diciendo que hay que ganar “como sea” y se cante “cueste lo que cueste tenemos que ganar” o “hay que ganar porque sino van a cobrar”; mientras se siga sosteniendo el absurdo de que solo tiene éxito el campeón y todos los demás fracasan; mientras no haya un proyecto serio desde las divisiones inferiores para recuperar la esencia del juego seguiremos negando que los partidos son malos, sucios y violentos.
Diremos que los torneos largos o cortos (el tamaño es lo de menos) son igualmente competitivos, como en ningun otro lugar del mundo. Y nos conformaremos con eso. Lamentablemente.