Desde Barcelona

UNO Pedaleante no hay bicisenda, se hace bicisenda al pedalear, recita Rodríguez y sigue pensando (por último martes) en bicicletas. En de dónde vino y hacia dónde va. Porque la bicicleta evoluciona sin nunca olvidar sus raíces pero, por momentos, yéndose por las ramas como queriendo olvidar (en vano) la originalidad de su misterio original.

DOS Así, H. G. Wells predijo que "Cada vez que veo a un adulto en una bicicleta siento esperanzas por el futuro de la raza humana... Las vías para bicicletas serán abundantes en Utopía". Y esa bicicleta de neumáticos pinchados por pisar una corona de espinos que empuja Gólgota arriba el surrealista Jesucristo de Alfred Jarry (también creador del ciclista alimentado en base a "comida de movimiento perpetuo" y quien gustaba de pedalear por París disparando una pistola al aire y se presentó en los funerales de Stéphane Mallarmé con traje de ciclista). Y Flann O'Brien desarrollando simbiosis y "Teoría Atómica de la Bicicleta" en The Third Policeman argumentando que si se recorren muchas millas en bicicleta sin detenerse uno comienza a intercambiar átomos con su vehículo: "Le sorprendería enterarse de cuántos por aquí son mitad persona y mitad bicicleta". Y la cronocicleta de Jim Yang. Y eso que decía Steve Jobs en cuanto a que el hombre es el animal más ineficaz que existe pero que, si lo subes a una bicicleta, se convierte en el más eficaz de toda la Creación; y así su idea fue la de entender a las computadoras domésticas como si fuesen bicicletas para nuestras mentes.

Y la bicicleta, también, como la oportunidad para solucionar problemas, para sobreponerse a los pinchazos y desinfles que no demorará en regalarte la vida. Arreglar una bicicleta, ponerla a punto, emparchar sus ruedas, es una feliz forma de ganar aunque no se llegue primero.

TRES "No puedes comprar la felicidad, pero sí puedes comprar una bicicleta y eso es algo que se le parece mucho", dijo ese alguien de muchas cabezas y ningún rostro que ha pasado a la Historia como Anónimo.

Lo que nos lleva a que hay muchos tipos de felicidad y muchas clases de bicicletas.

Y a que una bicicleta --como la felicidad-- también puede venderse o robarse o conseguirse de segunda mano y usada.

CUATRO Pero, parece, lo que más hace feliz ahora son bicicletas casi sci-fi y cuyo precio llega a superar holgadamente los 5000 euros. Muchos esperan ya el nuevo modelo como si se tratase de iPhone. Y aquí la Noordung, equipada con sensores para analizar la calidad del aire e indicar rutas menos tóxicas y parlantes hi-fi. O la NuBike (con pedales hacia adelante y pedaleo vertical y arriba-abajo para, dicen, evitar lesiones). O la eléctrica e "inteligente" Magic Bike (que "puede conectarse con nuestro smartphone vía Bluetooth y bloquear la bicicleta para que nadie pueda utilizarla sin nuestro consentimiento"). Y la barcelonesa Reevo con ruedas sin radios recordando un tanto al Mondo Tron. Pero, más allá de la sofisticación techno, el misterio acústico y desenchufado permanece...

CINCO ...y se impone: ¿por qué si nos olvidamos de tantas cosas importantes nunca olvidaremos cómo andar en bicicleta? No importa que se haya aprendido ayer o no se pedalee hacia años. Ahí está la bicicleta para siempre en nuestro recuerdo (y tener siempre presente que en 2001 lo último que evoca HAL 9000 es una canción sobre una bicicleta para dos que no es de Queen ni de Pink Floyd ni de Luka Bloom ni de Katie Melua ni del biciadicto David Byrne ni de --favoritos de prima de Rodríguez argentina y muerta-- Serú Girán). Y lo que se sabe es que en el cerebro humano hay dos tipos de memoria a largo plazo: la declarativa y la procedimental. Y que en la declarativa hay dos clases: la episódica (donde se almacenan acontecimientos importantes íntimos) y la semántica (grandes hitos públicos). Pero es en la procedimental donde se depositan las habilidades adquiridas (como nadar o atarse los zapatos) y donde hay una renovación menor de células; por lo que los recuerdos ahí duran más y se mantienen mejor incluso sufriendo lesión cerebral de esas que te dejan preguntándote quién soy o quiénes son y de qué marca es ese auto y por qué de pronto yo estoy en el suelo y mi bicicleta está varios metros más allá y rota y mejor mirar la bicicleta y no mirarme a mí, porque suficiente ya con todos esos que me miran y abren la boca y cierran los ojos y me toman fotos con sus móviles.

SEIS Y, sí, claro, uno de esos terrores procedimentales-semánticos de la paternidad --piensa Rodríguez-- es que tu hijo te diga que "salgo a dar una vuelta en bicicleta" y que demore en volver y qué habrá pasado y dónde estará y, de pronto, la bicicleta como vehículo del terror. Las historias de atracos mortales, de atropellados por conductores drogados o, incluso, por otros ciclistas hasta las cejas de anfetaminas fantaseando que son algunos de esos campeones dopados por los tours europeos. La imagen mental de una rueda torcida y girando cada vez más despacio. Y por fin el hijo regresa y le dice algo así como "A que no sabes lo que me pasó...".

Porque esto también es verdad irrefutable: cada vez que sales en bicicleta algo pasa, algo te pasa, piensa Rodríguez. Lo importante es que no te pasen por encima.

SIETE Sí: la historia de la bicicleta es --como la del hombre-- una historia de evolución y superación y cambio aunque, de nuevo y para terminar, en sus innovaciones y progresos, siempre permanezca el vivísimo fantasma de su origen. El hombre que protege al bisonte de la extinción siempre será aquel que pintaba cacería de bisontes en una cueva. Y dejar bien claro que --como en tantos órdenes de la vida-- no son las bicicletas culpables de nada pero, en cambio, los ciclistas pueden llegar a resultar dignos de acusaciones varias. Ya se sabe: no es el producto sino su mal uso. Y su usuario --el Homo Bici-- ya llamó la atención desde sus inicios, cuando se lo consideró como símbolo de la modernidad por un lado pero, también, anarquista de calles y caminos provocador de lesiones y muerte de peatones y caballos.

Al poco tiempo, la llegada del automóvil (y del automovilista) proveería al imaginario colectivo de algo aún más digno de condena y temor. Y el ciclista se haría a un costado para convertirse en víctima constante de atropellos, en quijotesco vueltista al mundo, o en héroe que --como Lance Armstrong-- puede acabar siendo villano. Y, supone Rodríguez, la última escala son las estáticas bicicletas de esos gimnasios a los que sus usuarios llegan en automóviles. Bicicletas que, como sus usuarios, ya no van a ninguna parte y que acaban siendo nada más que un breve y utilitario destino en sí mismas, como lo es aquel olvidable e impersonal sexo si se lo compara con este singular e inolvidable amor.

OCHO Y, por supuesto, hay un Día Mundial de la Bicicleta. Y cae y se levantaba en el calendario un 19 de abril (no hace mucho los guardianes de la corrección política lo pincharon y emparcharon al 3 de junio, porque les pareció fuera de lugar y ofensivo para mentes sensibles) cuando, hace setenta y cinco años, en 1943, tuvo tiempo y lugar el primer trip con LSD. "Todo centelleaba y refulgía con una luz viva. El mundo parecía recién creado. Todos mis sentidos vibraban en un estado de máxima sensibilidad", describió después el "descubridor" de la sustancia: el químico suizo, Albert Hofmann mientras volvía en trip a casa.

Y, sí, ese día Hofmann regresaba a casa en bicicleta.