Entre todas las fotos que dejó la represión de la Policía de la Ciudad frente a la casa de la vicepresidenta, hubo una que circuló especialmente. El fotógrafo Sebastián Miquel captó una escena que resumió con contundencia y belleza mucho de todo lo que vivieron los manifestantes el sábado en Recoleta. Una mujer guarecida en el portal de un comercio, frente a las persianas bajas, y a su lado una fila de uniformados acechante. Fue la foto que le regalaron a Cristina Kirchner integrantes de H.I.J.O.S. cuando, junto a otros organismos de derechos humanos, fueron a darle su apoyo el lunes en el Senado. “Gracias Sebastián. La verdad… un fotón”, comentó luego ella al compartir su foto con la foto.
En esa imagen aparecen muchas historias. Una es la historia real de Carmen Miño, la mujer que en su refugio no deja de sostener un cartel con la cara de CFK. La "Tía Carmen", como la conocen en Fiorito, donde junto a su familia y compañeros de militancia sostiene un merendero y un comedor en el que todos los días, religiosamente, se sirven 52 platos de comida para las y los vecinos.
Ahora la Tía Carmen mira la foto y dice que en ese momento sintió miedo, mucho. Y que volvería a ir una y mil veces. "¿Y cómo no vamos a ir a acompañar y proteger a Cristina, si ella nunca nos abandonó, nunca se dobló y nunca bajó los brazos?", pregunta. "Fui para defender la democracia y a la jefa Cristina. Soy una militante y estuve donde tenía que estar", se planta.
Relata que cuando llegó, las calles estaban valladas. Que cuando ya no hubo vallas, junto a sus compañeros avanzaron porque querían estar bien cerca, lo más posible. Que cuando la policía empezó a reprimir quedaron literalmente encerrados en medio del cordón policíal, los gases, los hidrantes. Que había mujeres embarazadas, con bebés, gente mayor. "Eramos familias", describe. Que algunas mujeres comenzaron a descomponerse y al rato, recién al rato, la policía "se apiadó" y las dejó salir de la encerrona para ser asistidas. Que llegó hasta el lugar de la foto y vio otro cordón policial, que ya no se pudo mover, que volvió a sentir miedo.
"Obvio, quién no va a tener miedo, pero si yo no hago fuerza, ¿qué queda para Ella?", responde ante la pregunta. "Los policías lo único que querían hacer era golpearnos, en ningún momento buscaron dialogar. Nosotros les gritábamos: ¿qué hicimos? ¡no molestamos a nadie! Pero ellos avanzaban como ciegos, no les importaba nada ni nadie", asegura.
El merendero de la Tía Carmen
El cartel al que se aferra en la foto, cuenta Carmen, es el que tiene puesto en la puerta del comedor. "Lo tomé y lo llevé para que Cristina lo viera", recuerda. Hace doce años que tienen el merendero. Fueron los chicos y chicas que asisten los que empezaron a llamar "tía" a Carmen, y así terminaron nombrando al comedor: "Tía Carmen".
"Comenzamos con incluir a los chicos que jugaban en la calle, empezamos con ajedrez, dibujo, les contábamos cuentos. Con el tiempo, cuando llegó el gorilaje, tuvimos que sumar la olla popular. Y ahí se acercaron no sólo los vecinos que necesitan nuestro apoyo sino gente que era de clase media y con vergüenza me llamaban aparte para pedir un plato de comida, que nunca se le negó a nadie", repasa.
Al principio funcionaba en distintas casas de compañeros y vecinos, cuando la necesidad fue mayor, hubo que buscar un espacio fijo, y entonces la familia de Carmen hizo un lugar en el patio de su casa. "A lo mejor es difícil imaginar cómo es irse a dormir sin un plato de comida. Nosotros lo sabemos. Mientras tenga fuerzas, yo voy a hacer todo lo posible para que a mis vecinos no les pase", resume su trabajo.
"Así fui criada, vengo de esa mano. Mi madre ayudaba a la gente, mi hermana que tiene 60 años también, le sigo yo, con 51, y espero que sigan mis hijos en la misma", dice Carmen. Sus hijos Nerea y Román también trabajan en el merendero, terminaron su secundario y quieren estudiar, uno veterinaria, la otra asistene social. "Y yo pude terminar la escuela gracias al Plan Fines, que ahora se dicta acá también. Yo había dejado en el 83 y en el 2014 me pude recibir. Estoy orgullosa del Fines", dice.
Carmen milita en La Cámpora, su referenta es la ministra de Ambiente provincial Daniela Vilar. Cuenta que el Municipio de Lomas de Zamora les provee de alimentos secos, pero sobre todo agradece a sus vecinos. "Acá hay mucha solidaridad", asegura.
La ciudad de Diego
"La Ciudad de Fiorito", como ella la llama entre risas pero acentuando el orgullo de pertenencia, es también, claro, la de Diego Maradona. "El nunca lo mostró pero acá ayudó muchísimo. Antes de fallecer estuvo en el barrio, firmó el cartel de la estación. La gente de acá lo quiere porque nunca nos abandonó", dice.
¿Se imagina que Cristina la llame, o tal vez la quiera ver, después de esta foto? "Ay, está en mi esperanza que así sea, pero si no puede ser, no importa porque ella sabe que siempre estamos ahí", responde Carmen. "Yo no quiero pedir nada, yo quiero decirle gracias. Y también que siempre la vamos a acompañar".