Partiendo de la base de considerar al embarazo en la adolescencia como un problema de desigualdad que afecta la salud, el bienestar y las oportunidades de la vida de mujeres y hombres jóvenes, así como de sus hijos e hijas, el gobierno laborista del Reino Unido desarrolló un plan para reducir a la mitad la alta tasa del país. Alison Hadley, la encargada de llevar adelante la Estrategia de Embarazo Adolescente durante diez años estuvo en Buenos Aires, invitada por Unicef, para contar la experiencia. Educación sexual desde los cinco años, centros de salud amigables para adolescentes y apoyo para que no abandonaran los estudios fueron los tres pilares que hicieron posible que el objetivo fuera incluso superado y que se redujera también la tasa de abortos. Aquí, el relato de la experiencia.

–Usted es enfermera, ¿qué situaciones atendía?

–Me entrené como enfermera general en el hospital. Después trabajé como enfermera de comunidad en familia, en Inglaterra se llama visitante de salud. Abarca mujeres embarazadas y niños hasta cinco años. E en ese rol trabajé con muchas madres adolescentes y me di cuenta de que era muy evidente el aislamiento, la pobreza, muchas cuestiones que no eran tenidas en cuenta.

–¿En qué ciudad trabajó?

–En Londres. Lo que noté tanto en jóvenes hombres como en mujeres, es que no tenían posibilidad de elección, que la educación sexual no era suficiente y que muchos tenían miedo de ir a un adulto a pedir más información. A partir de ese trabajo me di cuenta de que quería formarme como enfermera especializada en anticoncepción. Trabajé en una organización no gubernamental para jóvenes, especializada en educación sexual. Después me convertí en su gerenta de políticas y cuando el gobierno laborista asumió, como nosotras teníamos una estrategia para embarazo en la adolescencia, entré en el gobierno para poder implementar esta estrategia.

–¿Cuándo se desarrolló y en qué consistió la Estrategia de Embarazo Adolescente?

–El gobierno laborista fue elegido en 1997. El enfoque que tenía era trabajar sobre la inequidad y exclusión social. Identificaron el embarazo en la adolescencia como uno de los factores clave en la exclusión y la inequidad. Entonces decidieron analizar el tema y verlo desde diferentes puntos de vista. Tardamos 18 meses para desarrollar la estrategia. El motivo para desarrollar esta estrategia es que Inglaterra, comparada con otros países de la región, tenía altas tasas de embarazo adolescente.  El gobierno laborista se dio cuenta de que tenía que cambiar esa situación.  Lo primero que hicimos fue analizar los motivos para esas tasas altas. Se identificaron tres razones principales. Una, conocimiento muy pobre sobre cómo funciona el cuerpo, la fertilidad; discusiones pobres sobre relaciones y sobre ser padres. El segundo factor fue que los jóvenes recibían mensajes confusos. Si bien veían sexo por todas partes, tenían vergüenza de hablar con amigos y padres sobre el tema y estaban ansiosos por conseguir anticonceptivos. Era una mezcla entre sentirse presionados por los mensajes de los medios de comunicación por tener sexo y tener miedo a consultar sobre el tema. El tercer factor era que muchas zonas donde había desempleo, baja expectativa de crecimiento, de progreso social, las adolescentes iban derivando hacia el embarazo temprano. Analizamos los motivos y vimos la evidencia para lo que podría llegar a ser una estrategia exitosa. Entonces una de las claves era tener acceso fácil a servicios de anticonceptivos amigables para los jóvenes y mejorar la educación sexual y la educación de relaciones. Todos los jóvenes necesitan esto, pero los que tienen bajo nivel de aspiraciones necesitan más apoyo para quedarse en el colegio y seguir adelante. Los jóvenes necesitan los medios y la motivación para quedarse en la educación. Tienen que ver un motivo y algo que ganar en quedarse en la escuela: para el empleo, para su futuro. Se armó la estrategia alrededor de esas temáticas.

–¿Y así lograron bajar la fecundidad adolescente en un 55 por ciento?

–Entre 1998 y el 2015 se redujo en un 55 por ciento.

–¿Cuál era la tasa y cuál es la que tienen?

–En 1998, 46,6 por mil mujeres,  de 15 a 17 años. Y en 2015, 19,7 por mil.

–¿Solo en Londres o en todo el país?

–En todo el país. El objetivo fue reducir a la mitad y lo superamos. Era algo que muchas personas pensaban que no se iba a poder lograr. Mucha gente creía que era así como era Inglaterra y que no iba a cambiar, pero nosotros probamos que si se dan las opciones sí se puede hacer el cambio. Y después la gente empezó a creer. Pero se dio a largo plazo. Hicimos enfoque en cualquier embarazo, resultara en nacimiento o aborto. El objetivo fue reducir a la mitad cualquier tipo de concepción.

–¿Se basan en la idea de que la adolescencia no es buen momento para el embarazo?

–Sí. Encontramos que la mayoría de los embarazos no fueron planeados. Que les era muy difícil continuar la educación y como no podían tener educación esto siempre llevaba a que tuvieran empleos de bajo sueldo. Y los padres varones jóvenes también sufrían esto. Hay muchas depresiones en madres jóvenes. Y para los chicos hay mayor tasa de mortalidad infantil y desarrollo en la edad temprana más pobre cuando son hijos de madres adolescentes.

–Muchos embarazos no eran planeados, ¿tenían la información de cuántos eran producto de abuso o violaciones?

–Eran resultado de explotación sexual, abuso, abandono. Chicos que habían tenido una vida difícil. Esos chicos que venían de historias complicadas tenían menor sentido de control sobre su persona y su destino. Cuando analizamos en detalle las razones principales vimos que eran la pobreza y el mal desempeño, ausencia, en el colegio; de 11 a 14 años, era una etapa crítica en la educación.

–Una de las estrategias era que recibieran educación sexual. ¿Cómo llegó concretamente la educación sexual a la escuela? 

–Teníamos un plan de acción muy claro, con un objetivo de diez años para reducir a la mitad la tasa. Había una unidad nacional de embarazo adolescente, que todos los departamentos del gobierno financiaban porque esto debía ser solucionado por todos, no solo por salud. Teníamos además coordinadores regionales de embarazo adolescente y le dábamos fondos a los gobiernos locales para que tuvieran un coordinador de embarazo adolescente y para establecer una junta de cooperación entre escuelas, ongs, áreas de salud y de trabajo social. Esa unidad nacional orientaba y establecía clínicas amistosas para los jóvenes. También ofrecíamos guías para trabajadores jóvenes que trabajaban con adolescentes. Y se le pidió a todas las áreas que implementaran este tipo de orientación en todos los niveles, en los colegios, en los centros de salud, etc. A nivel nacional dimos financiación para la capacitación de maestros sobre este tema. Y pedimos a nivel local que los gobiernos priorizaran los colegios que tenían estos chicos que estaban en situación de riesgo y que buscaran a los mejores profesores para que trabajaran ahí.

–¿Desde qué edades?

–Desde chicos de cuatro a cinco años hasta 16, 17 años de edad.

–En las escuelas ¿este era un contenido transversal o había una materia específica o un taller?

–Hay un programa que se llama Educación social y personal y dentro de esa área hay una materia que se llama Educación social y de relaciones, que se vincula no solo a esto sino a la educación sobre alcohol, drogas…

–¿Es una materia que tienen todas las semanas?

–No. Eso sería el ideal, que tuvieran un tiempo planeado en todo el año en la currícula. Pero no se logró hacer que fuera obligatorio. Sí se les daba la guía y el entrenamiento para maestros pero no era obligatorio. 

–¿Con qué regularidad se daba?

–No teníamos los datos para saber precisamente qué estaba haciendo cada colegio. Pero todos los colegios había un profesor entrenado y había una orientación central y la idea era que ellos cumplieran con eso. Pero si lo hubiésemos hecho obligatorio desde el principio, seguramente hubiésemos obtenido reducciones de las tasas mucho más rápido.

–¿Desde cuándo es obligatorio? ¿No hay ley de educación sexual?

–Recién ahora se sancionó la ley. Nosotros decíamos a las escuelas que esperábamos que dieran educación sexual. No era opcional, debían darla pero había muy poco detalle de cómo se debía implementar. Había una guía.

–Algunos harían una clase y otros mucho más. 

–Sí, permitía una variación bastante grande. Y a través de esta junta cooperativa que había en los gobiernos locales, se alentaba a los colegios para que brindaran buena educación sexual.

–¿Ningún colegio podían negarse, con algún argumento religioso o diciendo que los padres no querían?

–Los colegios no podían no hacer nada. Pero podían hacer poco.

–¿Hubo resistencia de algunos sectores, cómo fue recibido el programa?

–En Inglaterra encontramos una parte de los medios de comunicación que fueron bastante hostiles a esta estrategia. Por ejemplo titulaban: “El gobierno introduce educación sexual para chicos de cinco años”. Eso preocupaba a los padres, ponían nerviosos a los colegios. Entonces lo que tratábamos de hacer era decir a los colegios y a los padres que la educación sexual protege a los niños. Y que nadie estaba enseñando a los chicos de cinco años a tener sexo, se estaba hablando de relaciones, de amistades, de entender tu cuerpo, de lo que es apropiado y lo que no es apropiado al interactuar, y también dejamos bien claro que no había ningún tipo de evidencia de que la educación sexual alentaba a los chicos a tener sexo. Entonces tuvimos que hacer este trabajo extra. Y ahora creo que la gente entiende, creo que por eso ahora el gobierno lo ha hecho obligatorio.

–Entonces, se basaron en el trabajo en las escuelas y en centros de atención de salud amigables para los y las adolescentes.

–Sí, eso era muy importante tener los dos pilares. La educación en la escuela pero también estos centros, dentro de la escuela o fuera, pero que le dieran el marco de confidencialidad para que ellos pudieran hacer cara a cara preguntas a personas que los pudieran aconsejar. Se puede tener una educación sexual muy buena pero sin anticonceptivos a disposición no serviría.

–La tercera cuestión era ayudarlos a tener un proyecto de vida, ¿cómo hicieron eso?

–Apuntalamos la estrategia de la educación sexual con el extender y sostener la educación. Era muy importante que estos dos factores estuvieran juntos. La idea de que hay que seguir en el colegio para tener un mejor futuro. Los especialistas y profesionales que estaban para asegurarse de que los chicos no abandonaran en el colegio fueron entrenados a su vez con el tema de educación sexual y medidas anticonceptivas. Se ligó estos dos conceptos para trabajarlos juntos y potenciarlos. Es posible que muchas veces la persona que trabajaba con ellos a nivel educativo era el puente que les permitía llegar a la clínica o al centro que les daba la parte de anticoncepción.

–¿Se redujo la cantidad de abortos también?

–La tasa de concepción empezó a bajar enseguida, así como la de nacimiento. La tasa de aborto al comienzo se mantuvo pero a mitad de camino de la estrategia, en 2006, empezó a descender.

–¿Cuál es la situación legal del aborto en Inglaterra?

–Se tienen que cumplir cinco condiciones para que sea legal, pero la principal condición es que la salud mental de la mujer se vería afectada si se siguiera con el embarazo. Entonces como esto afecta la salud mental, cualquiera que pida un aborto debería conseguirlo.

–¿Lo puede hacer en los servicios públicos?

–Sí. El 90 por ciento de los abortos son financiados por el Servicio Nacional de Salud. Y muchos efectivizados en organizaciones no gubernamentales.

–Interesante que hayan disminuido también los abortos.

–Sí, y no teníamos este objetivo.

–¿Terminó en 2015 el programa? 

–Fue definido para diez años, hasta 2010. Cambió el gobierno y ellos decidieron seguir y que se incluyera el programa de embarazo adolescente en todas las áreas. Por ejemplo, si estaban por pedir anticonceptivos, tenían que ser amistosos para los jóvenes. Los contemplaban en todo. Y siempre enfocando en los jóvenes que estaban en mayor riesgo. Nunca se tuvo la intención de que la estrategia fuera para siempre. La idea de la estrategia era generar ese cambio y luego introducirlo dentro del sistema para que fuera parte del sistema “normal”.

–Transverzalizarlo.

–Que las políticas tuvieran esa impronta. Por eso el hecho de hacerlo obligatorio es una buena noticia. Y debería establecer las bases de la política para las generaciones que vengan.

–¿Este modelo es replicable en cualquier otro país, como Argentina?

–Los principios son transferibles. Primero, el tener un objetivo claro y la creencia de que uno puede lograrlo. El principio de que todos los jóvenes necesitan conocimientos, tener aspiraciones, tener formación, confianza, eso aplica en todas partes. Es importante tener liderazgo a nivel gubernamental para un periodo bastante amplio. Puede haber motivos diferentes según el contexto, por ejemplo, puede haber casamientos en niños, algo que en Inglaterra no tenemos; los contextos cambian pero los principios son transferibles.

–Así como no esperaban que se redujera la tasa de aborto, ¿encontraron algún otro avance inesperado?

–Nos encontramos con que había mucho más consenso entre padres e hijos sobre el uso de anticonceptivos que lo que sugerían los medios que iba a haber. Los medios sugerían que la mayoría de los padres no querían educación sexual. Pero cuando uno explicaba lo que era la educación sexual, los padres apoyaban. Hicimos un relevamiento y era así. Algo muy reconfortante fue el hecho de que cuando los padres recibían ayuda para saber cómo hablar con sus hijos estaban muy agradecidos. Y hoy en día ya hay un consenso de que si uno hace las cosas correctamente, y pone los factores en juego correspondientes, lo que nosotros hicimos, es obvio que se van a obtener esos resultados.

–¿Y si las adolescentes querían seguir con el embarazo?

–El programa tenía un sistema para apoyar a padres y madres jóvenes, por ejemplo si querían quedarse con el bebé. Había un profesional dedicado a ellos para poder apoyarlos en la casa y para poder también volver a la escuela y el gobierno también brindaba un fondo adicional para el cuidado. También había guarderías en algunos colegios.

Además, había apoyos para padres varones.

–¿De qué tipo? ¿Subsidios?

–Existían subsidios si ellos estaban solos a cargo del bebé, si no había una madre. Nosotros lo que hicimos fue brindar orientación para los servicios de salud y demás para que fueran mucho más amistosos a los padres jóvenes. Había profesionales que estaban dedicados a tratar de ayudar a los varones jóvenes padres. Estos programas permitieron reducir las cantidades de segundos o terceros embarazos pero también bajaron los riesgos para la salud de los jóvenes y de los bebés. La idea era romper el ciclo generacional. Porque los hijos de padres jóvenes corrían más riesgo de convertirse también ellos en padres jóvenes.