Escondido en una pieza del Hotel Gran Argentino, frente a la Casa de Gobierno, desde donde poco después el presidente Domingo Faustino Sarmiento le pondría precio a su cabeza, José Hernández le da forma a El Gaucho Martín Fierro durante los primeros meses de 1872. El hito más importante de la literatura argentina nace en el marco de una proscripción, “para alejar el fastidio de la vida del hotel”, dirá el autor.
Siglo y medio después de la publicación de la primera parte de la obra, la historia de Fierro persiste no sólo como una de las cumbres de las letras argentinas, sino como una materia plástica sobre la que autores y autoras dibujan nuevas formas y sentidos según su bagaje cultural.
Parábola anarquista para el gaucho matrero, epopeya nacional para la elite intelectual, símbolo de identidad para el Estado y hasta arenga militar para la Armada, el clásico admite lecturas tan diversas como los intereses de los sectores políticos que se lo disputan.
De cara al sesquicentenario de la obra, el Instituto de Estudios Históricos de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) prepara una jornada de reflexión sobre estas representaciones para el 8 de noviembre. El Instituto de Literatura Argentina Ricardo Rojas (ILA) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) también organizará un encuentro, aún sin fecha definida.
De las pulperías al Teatro Odeón
El éxito inmediato de la primera parte de las peripecias de Fierro es descomunal. El mito dice que no faltaba pulpería en la que hubiese un ejemplar y que, en la campaña, alrededor del fogón, se lo leía en voz alta y era aprendido de memoria; la sextina hernandiana ayudaba a la retentiva.
Más de una decena de ediciones –sin contar las no autorizadas– en lo que va desde 1872 hasta la salida de La vuelta de Martín Fierro, siete años más tarde, da cuenta de la popularidad que ganó el texto entre las clases desplazadas de la sociedad argentina de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
“Hay que considerar un uso temprano del poema en clave anarquista, que se dio durante los primeros años y que, de algún modo, marcó los destinos de las interpretaciones de la obra”, indica el investigador del CONICET Matías Casas, doctor en Historia por la UNTREF y la Univeristé París Diderot (Francia).
Las secuencias violentas, las “malas palabras” y la estructura formal del poema suscitaban la desconfianza del público ilustrado que miraba con desprecio la virulenta circulación de un texto que, si bien inscripto en la gauchesca, no ridiculizaba a su protagonista, sino más bien todo lo contrario.
“¿Hernández escribió para los gauchos o para la elite letrada?”, se pregunta Sara Iriarte, profesora de Letras por la Universidad Nacional de Rosario (UNR), investigadora del CONICET y especialista en las traducciones del Martín Fierro. “Eso todavía genera disensos entre los especialistas”, subraya.
El encumbramiento del poema como epopeya nacional y su consagración dentro del canon literario suceden décadas después, de la mano de las intervenciones de Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas y una cúpula de intelectuales que vio en la glorificación de la obra de Hernández la posibilidad de edificar una barrera identitaria ante el desembarco masivo de inmigrantes a la Argentina del Centenario.
Paradójicamente, la traducción inaugural del texto es al italiano, de la mano de Falco Testena –seudónimo de Comunardo Braccialarghe–, quien, refugiado en Argentina, publica en 1919 la primera versión de la obra en otro idioma a través de la editorial cooperativa de la revista Nosotros, fundada por Roberto Giusti y Alfredo Bianchi, según relata Iriarte, con el objetivo de que la comunidad italiana asentada en el país pudiera acceder al relato. La versión en inglés llegaría en 1935 a cargo de otro extranjero en Buenos Aires, el escocés Walter Owen.
Tanto para Casas como para la directora del Instituto de Literatura Argentina, Alejandra Laera, estas operaciones culturales son decisivas, pero no concluyentes; la monumentalización del Martín Fierro debe ser entendida como un proceso, en que las conferencias de Lugones en el Teatro Odeón –luego reunidas en el volumen El payador (1916)– y el rol nuclear que Rojas le asigna a la obra en Historia de la literatura argentina –cuyo primer tomo aparece en 1917–, abonan el terreno para un reconocimiento estatal que se consolidaría hacia la década del treinta con la sanción del Día de la Tradición, en homenaje al nacimiento de Hernández.
“A partir de la nacionalización de la fiesta, mediante un decreto de Juan Domingo Perón en 1948, el festejo se hace extensivo y el Martín Fierro empieza a cruzarse con la historia personal de cada uno y cada una que atraviesa el sistema escolar”, agrega Casas.
Tomalo vos, dámelo a mí
Con el Martín Fierro sucede un fenómeno similar al que ocurre con la figura de José de San Martín: todos lo quieren de su lado. En tanto símbolo, Fierro se convierte en un objeto de disputa plausible de ser apropiado y utilizado como estandarte en función de intereses diversos, muchas veces contradictorios entre sí.
La vigencia y la vitalidad de esta historia durante todo el siglo XX se explican por las actualizaciones constantes en la literatura, el cine, el teatro y la música. “La heterogeneidad de los personajes”, por un lado, y la propia transformación de la vida de Fierro “que ofrece una serie de alternativas” para la identificación, por el otro, son las claves para entender la divergencia en las lecturas que se han hecho del texto de Hernández, destaca Casas.
Esos otros cantos, representaciones sin lugar a dudas disímiles y numerosas, son explorados por el investigador en Como dijo Martín Fierro. Interpretaciones y usos del poema durante el siglo XX, su último libro, que saldrá a la venta este mes, editado por Prometeo.
En un territorio atravesado por múltiples culturas, etnias, lenguas y fronteras, las apropiaciones se cargaron necesariamente de tensiones. “Fue utilizado como símbolo de la identidad por distintos sectores en diferentes momentos. Hay recuperaciones político-militantes, como Los hijos de Fierro, de Pino Solanas, y otras reelaboraciones literarias, como las de Borges. Son interpretaciones de diferente orden y con diferentes formatos y soportes. Eso me parece interesante, porque la identidad unificada es ilusoria y artificial. Más bien hay identidades plurales”, señala Laera, doctora en Letras y profesora titular de Literatura Argentina en la UBA.
Desde la cita del papa Francisco en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de 2015, en la que apeló a la unidad a través la ya legendaria “ley primera”, hasta las Advertencias del gaucho Martín Fierro a los marineros de la Armada, “financiado por el Estado en los años cuarenta, con un tiraje muy amplio”, según Casas, se abre un interminable abanico hermenéutico en que cada exégeta pone en duda la existencia de límites a la interpretación del poema.
“No existe otra obra literaria en nuestro país que haya sido más reescrita, revisitada y transpuesta a otras formas artísticas”, concluye Iriarte y se apoya en la definición borgeana de clásico para explicarlo: un libro capaz de interpretaciones sin término.
El guacho Martín Fierro, la China Iron y el orden alfabético
Si durante el siglo XX el diálogo con el poema era fluido y constante, la literatura contemporánea continúa modelando sobre la arcilla del original nuevos sentidos y desviaciones que estiran, redireccionan e intensifican las potencialidades políticas de la gran epopeya nacional.
En ese sentido, Laera subraya tres ejemplos: El Martín Fierro ordenado alfabéticamente, de Pablo Katchadjian (2007), El guacho Martín Fierro, de Oscar Fariña (2011), y Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara (2017). Son proyectos motivados por el impulso de trabajar con la experimentación formal, la voz y la red territorial del producto de Hernández, respectivamente, a partir de “sus aspectos más creativos”, detalla la directora del ILA.
Si el Martín Fierro original significó una novedad en cuanto a las formas, la intervención de Katchadjian actualiza esa experimentación, ordenando fragmentos alfabéticamente. ¿El resultado?: “Una fuerza política espectacular; en todos los primeros versos se condensa la potencia ideológica del texto”, según Laera. En Fariña, la operación de tomar la voz del desplazado llevada a cabo por Hernández se pone al día en una escritura en clave tumbera, “un efecto bien interesante para pensar cuál es la lengua marginal hoy”, considera la investigadora. Por último, la pampa árida fatigada por las cabalgatas sin fin de Fierro y Cruz se sustituye por un territorio “húmedo, fluido, litoraleño y fértil; femenino y eco-afectivo”, pondera.
“En mi obra he de continuar/ hasta dárselas concluida”, anuncia el último canto del poema original, una promesa que fue tomada como encargo por artistas, investigadores, autoras y autores que se resisten a abandonar las peripecias del gaucho épico.
Sin embargo, el imaginario colectivo nacional que hace del relato de Hernández la estrella más brillante del sistema literario argentino no se corresponde con su ponderación en el exterior. Por fuera del país la circulación de El gaucho Martín Fierro es mínima, limitada a la rumia académica de catedráticos que “se rompen la cabeza” intentando leer el texto, según descubrió Iriarte.
Sus investigaciones en torno a las reescrituras de la obra en otras lenguas revelan que la mayoría de las traducciones fueron hechas en Argentina. “Es un texto de acceso muy difícil que requiere demasiada interiorización para poder estudiarlo. No se trata de un tipo de obra popular para el gran público: es del siglo XIX, está escrito en un registro gauchesco, traducido con dificultad y proveniente de una cultura que geográfica e históricamente es distante”, ahonda Iriarte y agrega: “Al ser tan penetrante en nuestra cultura, nos es muy fácil imaginar que sucede algo parecido en el exterior”.
En ocasión de cumplirse un siglo y medio del lanzamiento de La ida, como se conoce a la primera parte de la obra, el 8 de noviembre la UNTREF será sede de un evento que contará con dos paneles de especialistas para reflexionar sobre las variadas lecturas y representaciones que motivó el texto. Iriarte y Casas forman parte de la lista de disertantes que debatirá sobre el tema desde el cine, la literatura y la historia, y en la que se cuentan investigadores y docentes de la UNTREF, la UBA y la UNR.
Por su parte, el Instituto de Literatura Argentina prepara un encuentro en el que se presentarán materiales del patrimonio de su biblioteca vinculados al poema –ediciones especiales ilustradas, en sistema braille, manuscritos afines– en compañía de expertos en el tema, como Pablo Ansolabehere, entre otros investigadores e investigadoras.
Imperecedero, el retrato de Hernández de “ese tipo original de nuestras pampas” sigue inmune a la clausura, cumpliendo su deseo de que lo tengan en su memoria, para siempre, sus paisanos.