Las noticias de inseguridad ocupan buena parte de nuestra agenda informativa. Recurrentemente son uno de los tópicos más destacados en los monitoreosde noticieros. Portales de noticias, panoramas informativos e información falsa que circula en redes alimentan la cultura del miedo.
Según el Monitoreo del 2021 sobre noticieros televisivos de canales de aire de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires de la Defensoría del Público recientemente publicado: el mayor promedio general de las tematizaciones en pantalla lo expresó policiales e “inseguridad” con casi el 28% del tiempo de las noticias.
Es interesante destacar que solo el 4 % de estas noticias tomó un experto/a, profesional independiente o especialista como fuente de información. La incorporación de esas voces podría contribuir a un análisis profundo de la problemática ya que estas noticias tienden a navegar en la anécdota morbosa.
Si el tiempo es tan valioso en los medios de comunicación que ocupan posiciones dominantes,cabe preguntarse qué función tiene esta catarata de noticias que prevalece entre los principales tópicos todos los años.
Las noticias de inseguridad construyen consenso social en una sociedad fragmentada ya que todos y todas nos indignamos frente a la violencia (probablemente sin cuestionar sus causas). Nos presentan un chivo expiatorio sobre el cual canalizar nuestros miedos. Nos corren la vista de los delitos complejos y de los problemas estructurales.
Asimismo, en ese proceso de miedo y estigmatización, muchas veces ese discurso se traducirá en violencia que recaerá de formas sutiles o explícitas sobre grupos históricamente vulnerados a los cuales les cuesta más ejercer sus derechos.
Esteban Rodríguez Alzueta sostiene en su libro Temor y Control: “detrás de la violencia policial está la cultura del miedo”. En la misma línea, afirma que para “poner en crisis la brutalidad policial hay que desandar los procesos de estigmatización social”.
No hay una linealidad entre los discursos mediáticos y las violencias. Pero existen imaginarios sociales autoritarios que son fortalecidos por los discursos que circulan en redes digitales, noticieros y en la industria del entretenimiento. Donde todo se resuelve y carga a la violencia.
En el análisis cualitativo del informe citado de la Defensoría del Publico se brindan ejemplos de discursos donde indirectamente se justifica la violencia ejercida por las víctimas de robos: “una mujer captó con un celular imágenes de la detención de un grupo de delincuentes que huía en auto y chocó. El columnista hizo énfasis en lo que decía una vecina del edificio, que pedía a la policía que les pegaran un tiro o los mataran (“Un grupo piraña robó un auto y chocó”, Buenos Días América, 04/10/21).”
En la misma línea corre un dato preocupante: el estudio realizado por la Escuela IDAES y el Programa PASCAL de la Universidad Nacional de San Martín durante marzo de 2022 dio cuenta que “el 33,5% de las personas encuestadas están a favor de la pena de muerte de forma plena, mientras que un 41,8% está a favor de esta medida solo para determinados delitos. Sumando ambos grupos la aceptación de la pena de muerte asciende a un 75,3% de la muestra, solo un 24,7% no está a favor”.
¿Cómo podemos poner en crisis los imaginarios sociales autoritarios?, se pregunta Rodríguez Alzueta en su libro.
Esa pregunta, sobre la cual deberíamos problematizar nuestro ejercicio profesional, se presenta como una necesidad imperiosa.
* Licenciado en Comunicación Social. Especialista en Comunicación y Culturas. Profesor de la UNRN.