Los sujetos acuden al psiquiatra o al psicoanalista porque padecen un dolor corporal, crudo, que surge sin razón aparente por lo que se vuelve angustioso. Sumerge al interlocutor a un tema doloroso del corazón, un dolor misterioso, donde no hay armas, ni defensas. Uno de los aspectos misteriosos del dolor crónico es que muchos sujetos, cuando son tratados de forma correcta y supuestamente tranquilizadora, empeoran. Su dolor aumenta, como si el hecho de darle un campo de expresión le permitiera intensificar su poder de queja. Este agravamiento no tiene un solo origen. Tiene varias, y estas fuentes saben combinar sus efectos, entrelazándose mientras se evaden. 

Se "suman", como dice Sigmund Freud en uno de sus textos (Esbozo de una psicología científica, 1895). "Todo dolor tiene el genio de recuperar las heridas, las pérdidas y las carencias del pasado. Porque es un trauma, incluso el primero de los traumas, y el gran oleaje de la repetición sabe cómo alcanzarlos a todos". El truco está en encontrarles un sentido. Esta capacidad del dolor de autoagravarse en el marco de una relación establecida para enmendarlo da la impresión de una imposibilidad o de un rechazo a la curación, o incluso de una necesidad de sufrir que recuerda el modelo melancólico de Freud. Hay una melancolía del cuerpo, un luto imposible de una pérdida irremediable y algo desconocida. Hay muchos ejemplos y no todos pertenecen a la misma categoría.

 

*Del blog de Moh Art de México.