Pocas veces se tiene ocasión de ver un documental como “Guillermo Pérez Roldán. Confidencial” que aporte tantas aristas para reflexionar acerca de la vida de un deportista y las exigencias que conducen por el desfiladero tanto del esfuerzo máximo como de diferentes tipos de maltratos y abusos que suelen ser víctimas justificados por el sacrificio del “profesionalismo”. En estos años se han hecho público diferentes abusos en diferentes deportes como gimnasia artística, hockey, tenis de mesa, sobre todo, en fútbol y ahora en tenis, uno de los deportes más exigentes.
Este documental muestra el dramático testimonio de un reconocido deportista que recibió abusos y maltrato de su entrenador que fue un prestigioso formador del Club Independiente de Tandil y que también tuvo a su cargo la dirección de menores de la Asociación Argentina de Tenis (AAT) durante los años 80. De sus filas salieron los mejores jugadores argentinos de la época, de la talla de Franco Davin, Patricia Tarabini, Mariano Zabaleta, Mariana Pérez Roldán, y años después Juan Martín del Potro, entre otros.
El entrenador era conocido por su estricto método militar de entrenamiento y porque sus alumnos ocupaban los primeros puestos del ranking nacional; el documental desnuda cantidad de escenas de abuso tanto físico como psicológico a varios jugadores pero para Guillermo y Mariana fue peor. “Yo tuve la única mala suerte de ser el hijo de ese sistema y que el padre de ese sistema fue Pérez Roldán, que da la casualidad es mi papá”. Así comienza el documental de tres capítulos de media hora cada uno.
Guillermo parecía destinado a mucho más que el número 13 al que llegó en el año 1988, durante siete años consecutivos estuvo entre los 50 mejores jugadores del mundo. Ganó nueve títulos internacionales, fue uno de los más jóvenes en ganar tres torneos de ATP y dos veces Wimbledon junior pero no pudo seguir competiendo en lo más alto por una lesión en la muñeca a los 24 años y a sus cincuenta años decidió contar una verdad que el mundo del tenis conocía pero que se hacían los desentendidos: escenas de abuso físico, psicológico y económico: “los golpes de mi padre podían venir en cualquier momento y de cualquier lado”.
Esta serie es la tremenda confesión no sólo de “métodos” de esta famosa escuela de Tandil (y de muchos otros lugares) que llevaba a sus deportistas a los más alto del deporte y a lo más alto de diferentes maltratos de todo tipo justificados en los resultados (el primer episodio se denomina: el fin justifica los medios) sino que habla también de la ambivalencia de la relación entre un padre y un hijo hasta el punto de conocer el motivo de la lesión en la muñeca que le costó la continuación de la carrera profesional a Guillermo. Debería ser obligatorio su visionado para quienes tienen la responsabilidad de la formación de las jóvenes camadas de deportistas y estudio obligatorio para profesionales psi.
De aquí en adelante, es necesario advertir “espoiler”: conviene verla aunque también continuar leyendo. No debatiremos hoy el tema “cuidado espoiler” pero conocer algunos puntos anticipados de un problemática no debería quitarnos el disfrute de la sorpresa, por ejemplo, conocer la Gioconda no nos quita el goce de verla en vivo y en directo, muchas veces todo lo contrario, nos aporta elementos para su contemplación y goce. Resulta casi imposible no espoilear en épocas de información a sólo un clic. Entonces continuamos habiendo advertido. En cuanto al análisis, es de lo que se dice en una serie documental entremezclada de ficción y realidad.
Dos puntos quisiera resaltar, el motivo del abandono de la carrera de Guillermo por fracturas en su muñeca tuvo que ver con defender al padre en una pelea callejera y en segundo lugar en el documental aparece el padre hablando y diciendo que no se va a justificar en los medios y refiriendo cuestiones interesantes frente a la acusación que muchos testigos realizan de estar frente a un “psicópata”.
La franqueza de Guillermo es estremecedora: “Todos pensaban que era un chico antipático que siempre miraba para abajo pero era así porque tenía miedo hasta de hablar, y el padre tiene una palabra frente a un hijo que es increíble, la fuerza que puede llegar a tener”. Es llamativo todo el racconto donde es pegado por el padre y el hijo no se defiende, al contrario, hace el esfuerzo para que no se le note el dolor que siente, por algo a Guillermo se lo conocía como Rocky, un luchador que jamás daba una pelota por vencida y que aun con más de cincuenta años dice que ha encontrado su misión y que no se rendirá hasta conseguir sacarse de encima la historia con su padre: “Lo peor es que no vas logrando hacer con tu vida lo que pretendés, esta historia te frena un montón”. La escena donde cuenta su lesión en la muñeca tiene que ver con una pelea donde sale en defensa del padre pero allí hay un momento donde el padre tiene que detener al hijo porque los estaba “destrozando” a golpes: “Pará, que los vas a matar”. En ese plus, ese exceso, en ese ser “pegado-pegar” en defensa de ese padre se destroza la muñeca derecha. Freud estudia esos movimientos ambivalentes con respecto al padre en “Pegan a un niño” (1919), pareciera una escena destinada a su padre y a todas las miles de veces que se “había dejado” pegar para curtirse, para secretamente vengarse del padre demostrándole hasta cuánto aguantaba y cómo podía seguir jugando después de eso. Y que no sólo podría aguantar los golpes y hasta muchas veces mostrarse culpable para que no pegara a su madre, y demostrarle que también podría pegarle pero no lo había hecho.
Resulta interesante poder mostrar o refutar la acusación de rasgos psicopáticos del padre en sus mismos dichos. En muchos de ellos, Raúl, como la mayoría de los maltratadores refiere que también fue abusado, en este caso por su madre que era “manos largas” y lleva la justificación de su forma estricta de disciplina con un dicho: “si querés pescado, mojate el culo”. Todo el tiempo sostiene que lo que hizo no salió tan mal y cuestiona que no se debería haber eliminado el servicio militar que lo ayudó a templar su carácter. Hasta aquí podríamos pensar que se trata de un hombre con una ideología autoritaria (y no esos rasgos psicopáticos que se le acusa) pero una tenista, Graciela Pérez, que era parte del grupo que quienes viajaban juntos a los certámenes europeos nos da claves: “Te va probando, socavando la autoestima, te va quitando la posibilidad de responder, te va haciendo sentir que sólo vales a partir de otra persona”. Esto es propio de un tipo de manipulación que corta el circuito del deseo y por otro lado, la falta de remordimiento, sigue sosteniendo aun en la vejez “Calculo que no soy yo el que debe disculparse sino al revés, él me tendría que hablar a mí”, y por fin la amenaza: “no se la iba a llevar de arriba, eso no se hace”.
Se trata de una competencia que no tiene final, sigue ese entrenador exigiendo hasta el final al hijo, y termina con palabras durísimas en cuanto a la poca importancia de todo aquello que va quedando en el camino, como su relación filial, más allá de sus objetivos: “Como entrenador fui bueno, lo demás...”.
El entrenador hasta nos “quita” poder de decisión a los televidentes, ese “demás” no hay quién pueda juzgarlo pues finalmente él ha sido una persona exitosa en su misión que se ha puesto en la cabeza desde su misma juventud, en la forma de sobrevivir con la mentalidad necesaria para atravesar el “servicio militar” y un mundo tan competitivo.
La serie tiene una enorme trascendencia social por la importancia del deportista, del deporte, de la famosa escuela de Tandil y del vínculo entre padre e hijo. Y para realzar que aun en los deportes de elite el abuso, el maltrato, las exigencias fuera de todo límite no tienen que ser la moneda de cambio de esos ideales exitistas que parecen mover a parte de nuestra sociedad.
Martín Smud es psicoanalista y escritor.