La propuesta del legislador conservador Roberto García Moritán de demoler el Ministerio de Desarrollo Social ancla en una tradición cara al antiperonismo más cerril: la destrucción de todo vestigio que sea molesto y cuya mención o visión remita a Perón, Evita y su movimiento. Desde lo simbólico, se expresó en el decreto ley 4161 de marzo de 1956, que prohibió la simbología peronista y las alusiones al General y su segunda esposa. Desde lo físico y material, la demolición del Palacio Unzué es un antecedente directo de la insólita propuesta.
Cabe destacar que el proyecto de derrumbe es insólito por partida doble porque García Moritán es legislador porteño y pretende legislar sobre un edificio de la órbita nacional, independientemente de la propuesta extremista. Y porque el edificio emplazado en la avenida 9 de Julio es Monumento Histórico Nacional, una consideración no menor que el edil no tuvo en cuenta por fuera de que no está en su jurisdicción.
Palacio Unzué
El palacete que Juan Domingo Perón usó como residencia presidencial en Libertador y Austria quedó estigmatizado por la Revolución Libertadora que, en aras de establecer el paralelismo con la caída de Juan Manuel de Rosas un siglo antes, obró en consecuencia. Mientras el gobernador bonaerense huía a Southampton, los vencedores de Caseros procedían a demoler la residencia de San Benito de Palermo, donde Rosas pasó la víspera de Caseros. El ocaso rosista de la víspera del 3 de febrero de 1852 sería narrado años más tarde por su sobrino Lucio V. Mansilla en Los siete platos de arroz con leche. El revanchismo se coronó con el nombre de Parque 3 de Febrero para el terreno, en los actuales bosques de Palermo y el emplazamiento de la estatua de uno de sus más enconados adversarios políticos: Domingo Faustino Sarmiento.
Sobre la base de ese antecedente es que actuó la Libertadora con el Palacio Unzué. Si Eduardo Lonardi había retomado la fórmula de "ni vencedores ni vencidos", tomada de Caseros y atribuida a Justo José de Urquiza, no pasó de mera declamación cuando Pedro Eugenio Aramburu asumió en noviembre de 1955.
El segundo gobernante de facto de la Libertadora fue quien ordenó la demolición y, de hecho, fue el primer ocupante de la Quinta de Olivos como residencia oficial permanente. Hasta 1955 fue la residencia de verano de los presidentes.
El Palacio Unzué fue uno de los símbolos de la aristocracia porteña de comienzos del siglo XX. En los fastos del Centenario, en 1910, se lo utilizó como sede de la Exposición de Salud e Higiene. La residencia estival de la familia Unzué fue a remate en 1937 por las deudas acumuladas y terminó en manos del Estado.
Un decreto de Agustín P. Justo designó al inmueble como residencia del presidente de la Nación, pero su sucesor, Roberto Ortiz, decidió que se utilizara como jardín de infantes. Edelmiro Farrell habitó de manera esporádica en el palacete, que Juan Perón tomó como residencia fija en 1946.
Hay gran cantidad de material fílmico y fotográfico de Perón y Evita en la casa que fue su hogar hasta la muerte de ella, el 26 de julio de 1952. El Palacio fue el lugar de la muerte de la primera dama, a las 20 y 25 de aquel sábado invernal.
Meses antes de la demolición, la residencia fue víctima del ataque del 16 de junio de 1955. Los aviones de la Marina, que habían masacrado a cientos de personas en Plaza de Mayo, enfilaron hacia el norte y arrojaron bombas sobre el Palacio, que resultó intacto. Tres meses después, Perón salió de allí con destino a la cañonera que dio inicio a su exilio de 18 años.
Lo que alguna vez fue uno de los palacetes más bellos de la ciudad, y casa de presidentes, es hoy el lugar sobre el cual se erige la Biblioteca Nacional. De la antigua construcción solamente queda en pie lo que era la casa de los mayordomos, que alberga al Instituto Juan Nacional Domingo Perón. Desde 2008 es Monumento Histórico Nacional. En la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA se conservan restos de la demolición.
Por esos azares del destino, cuando se inauguró el edificio actual de la Biblioteca Nacional, en 1992 (después de décadas desde que Clorindo Testa ganó el concurso), fue en un gobierno peronista y su director era Enrique Pavón Pereyra, biógrafo de Perón.
En años recientes, el debate sobre edificios públicos pasó por el nombre del Centro Cultural Kirchner en los primeros meses del gobierno de Mauricio Macri. Apenas se lo pudo disimular con el uso oficial de la sigla CCK, para no mencionar el apellido Kirchner. Roberto García Moritán, y Ricardo López Murphy con su apoyo, retrocedieron a los tiempos de la Marcha de la Libertad.