Son contados los casos de aquellos dirigentes que se convierten en referentes de toda una era, y cuya imagen es capaz de salir del estricto cauce político para convertirse en un reflejo de sí mismo, tanto en la pantalla chica como en la grande.
Si en Estados Unidos Ronald Reagan fue el principal ejemplo del actor devenido en político, el caso de Mijail Gorbachov, como no podía ser de otra manera, recorrió el camino inverso: de la política a la actuación, casi sin ninguna mediación, al punto de convertirse en un verdadero ícono pop en los últimos años del siglo XX.
En este sentido, la figura pública de Gorbachov expresó como pocos el tremendo cambio de época que comenzó a fines de los años ’80 con la progresiva desestructuración del bloque comunista hasta llegar a inicios de la siguiente década ya con la crisis final de la Unión Soviética y la rápida reconversión de Rusia en una nación capitalista.
Más allá del grado de responsabilidad de Gorbachov en todo este proceso histórico concentrado en tan pocos años, desde Occidente existió una apropiación y una reconversión de su figura a través del cine que contribuyó, sin duda, a resquebrajar la visión que hasta entonces existía sobre el rígido y monolítico régimen soviético que, finalmente, empezaba a evidenciar grietas cada vez más amplias y profundas.
Rocky IV
Una primera aproximación sobre Gorbachov incluiría las representaciones que sobre él se hicieron desde el cine más comercial y en una de las películas más identificadas con el espíritu ochentero: Rocky IV, de 1985. Sylvester Stallone consiguió resucitar al dramático boxeador y campeón estadounidense para el combate más impactante de toda la saga, obviamente, con enormes implicaciones geopolíticas.
La pelea entre Rocky e Ivan Drago finalmente tiene lugar en plena Unión Soviética, aunque concita la atención de todo el mundo. A ella asiste un Gorbachov sentado en el palco presidencial y rodeado por un grupo de funcionarios que, asumimos, debería ser el Politburó. No importa la simbología del evento ni el impacto del himno soviético: finalmente, todo se derrumba cuando Rocky triunfa e invita a los rusos a cambiar su sistema por algo mejor. Incluso Gorbachov lo llega a aplaudir, seguramente conmovido por el discurso voluntarista del boxeador de ojos tristones.
Una siguiente representación desde el cine da cuenta de una visión todavía más satírica del personaje. La Pistola Desnuda, de 1988, comienza con una escena memorable donde el detective Frank Drebin (Leslie Nielsen) desbarata una reunión secreta en la que participaban quienes desde Washington eran catalogados como los auténticos “villanos” de la época: Arafat, Khomeini, Gadafi, Idi Amín Dada… y también Gorbachov, a quien, en plena pelea, el torpe héroe consigue borrar su reconocible mancha en la cabeza con un simple trapo. La seria mirada de Nielsen a cámara, mientras dice “Lo sabía”, es uno de los gags más recordados de la película.
No está de más agregar que buena parte del mérito por la inmediata aceptación del público del “Gorbachov personaje” se debió al actor que varias veces lo encarnó en la pantalla, el británico David Lloyd Austin, de enorme parecido físico con ex mandatario, y que incluso llegó a interpretarlo en especiales de TV y series de acción de bajo presupuesto.
Una siguiente etapa en la relación entre Gorbachov y el cine tuvo lugar luego de la desaparición de la Unión Soviética, cuando el antiguo secretario del PC soviético se inició como “actor serio” o, al menos, testimonial, para el film de autor “Tan lejos, tan cerca”, de 1993 y dirigido por el alemán Win Wenders, con quien colaboró con un cameo.
La imagen pública del Gorbachov posterior a la crisis soviética fue lo suficientemente resonante como para llamar la atención tanto de publicistas como de documentalistas. Convertido él mismo en un producto comercial, no dudó en sumarse a las campañas publicitarias de marcas claramente identificadas con el mismo capitalismo que transformaba vertiginosamente a Rusia y que había ahogado a la Unión Soviética.
Pizzas y carteras
El antiguo dirigente comunista pasaba a ser ahora el referente de una propaganda distinta, como símbolo de dos empresas claves de esta nueva época: Pizza Hut y Louis Vuitton (al menos en el segundo caso, donando sus honorarios a su propia fundación). De ahí a aparecer como personaje invitado en un capítulo de "Los Simpson" (foto), en 1996, hubo sólo un paso.
Pero el star system todavía tenía reservada una sorpresa más para quien ahora era conocido como “Gorby” por el público estadounidense. Junto con otros íconos como Bill Clinton (otro político pronto devenido en personaje) y Sofía Loren, fue parte de una grabación en inglés del cuento de "Pedro y el Lobo" por el que llegó a ganar un Grammy en 2004… No fue su única experiencia frente a un micrófono: reincidió con otra grabación en 2009 de un disco de baladas, ahora sí en ruso, dedicada a Raisa, su amada compañera de toda la vida, fallecida unos años antes.
Y todo esto, sin profundizar en otro aspecto clave del acercamiento del ex gobernante ruso a las actuales generaciones a través del universo de los videojuegos. Fue el protagonista de “Gorby’s Pipeline”, “Crisis in the Kremlin”, “Reagan Gorbachev” y “Ganbare Gorby”, aunque su consagración como personaje de videojuego se dio en la culminación de “Street Fighter II”, cuando aparece en pantalla para saludar en persona al triunfante ruso Zangief…
Más allá de su atractivo comercial, Gorbachov también se convertía en el eje de distintos documentales sobre su vida. En este sentido, realizadores como Werner Herzog no dudaron en percibir que, aún con su transformación en un producto de mercado, el ex gobernante de la Unión Soviética y premio nobel de la Paz era una figura de talla histórica, cuyo recorrido personal merecía ser narrado por él mismo frente a una cámara en “Conociendo a Gorbachov”, de 2018.
La última aparición de Gorbachov como personaje tuvo lugar en "Chernobyl", la resonante miniserie de 2019 producida por HBO. Pero en esta última ocasión, el antiguo mandatario se mostró disconforme por lo que consideró la falta de rigor histórico de un producto que, por elevación, parecía más preocupado en establecer un arco temporal entre la Unión Soviética de los años ’80 y la Rusia de Putin en los tiempos actuales.