Hay quienes creen que Queen Nanny of the Maroons (“Nanny, Reina de los Cimarrones”) pudo haber sido de la realeza de la tribu Ashanti, en la que habría nacido hacia 1686, en lo que hoy es Ghana, previo a sufrir el terror y la brutalidad del tráfico esclavista. Astuta y velocísima, empero, no solo escapó del opresor británico una vez que fue llevada contra su voluntad a Jamaica: se volvió un auténtico dolor de cabeza para el ejército inglés, al que le presentó batalla una y otra vez, liderando una comunidad que liberaba a más y más personas esclavizadas a su paso. Lo que se sabe de ella proviene de la historia oral y el folclore, que han enriquecido la leyenda: se dice, por ejemplo, que Nanny dominaba la magia obeah y podía detener balas con las manos; que curaba con hierbas y tenía don de profeta; que tenía un talento sin igual para diseñar estrategias bélicas… Apenas algunos detalles de un personaje emblemático de Jamaica, donde se la reverencia, se la adora por las tantas veces que -con todas las de perder- guió a su gente a la victoria. A tal punto la estima que, por ejemplo, su rostro aparece en uno de los billetes de este país insular, en cuyas montañas azules Nanny y su troupe de resilientes solían buscar refugio por aquellos años, siglo XVIII.
Frente a semejante personaje, hace sentido el orgullo que manifiesta la artivista queer Simone Harris al saberse “cimarrona de séptima generación y descendiente de Nanny, la única mujer que ha sido declarada heroína nacional por el gobierno de Jamaica. Ella dirigió a quienes peleaban por la libertad: africanos y africanas esclavizados/as que también se mezclaban con pueblos originarios de las islas. De esa diversidad, de hecho, se desprende nuestro lema: De muchos, un solo pueblo”, cuenta SH en diálogo con la cadena de noticias Deutsche Welle, en Alemania.
Precisamente en la capital germana, Harris ha presentado recientemente su caballito de batalla: la performance Lady Blake Ophelia Stratum, que escribió, dirige e interpreta, donde aborda sus raíces ancestrales, los alcances del colonialismo y -por sobre todas las cosas- qué significa ser queer hoy día en Jamaica. La pieza es parte del line-up de Desire Lines, un ciclo de actuaciones, proyecciones, debates y conferencias realizado en Haus der Kulturen der Welt, centro berlinés de artes contemporáneas con foco en culturas y sociedades no europeas, donde se ha discurrido en torno a interrogantes como, por ejemplo, “¿qué tan homofóbica es la región caribeña?”, “¿cuáles han sido las consecuencias de las luchas anticoloniales en la comunidad queer?”, “¿qué tan homófobos son el dancehall y el reggae?”, etcétera.
En lo que a su unipersonal Lady Blake Ophelia Stratum refiere, se trata -en palabras de su creadora, que vive en Kingston- de una forma de “archivo encarnado”, donde su personaje ficcional oficia de médium de “los recuerdos almacenados por el cuerpo afrodescendiente”. Lady Blake es una princesa del pasado que, a fines del siglo XV, vio cómo su reino era destruido por los “recién llegados”, invasores que borraron la memoria de su pueblo y arrasaron con su cultura. “En un esfuerzo por salvar sus rituales, la reina -su madre- y el consejo de sabios arrojan su espíritu a través del tiempo y el espacio, lejos del enemigo, con la misión de que preserve lo que está siendo borrado, arrasado”, según reza la sinopsis de una pieza que ubica al personaje andariego en la actualidad, en la Jamaica poscolonial, donde aterriza compartiendo sus verdades ancestrales y recalando especialmente en una comunidad excluida, la LGBTQ+.
“La mayoría de las personas queer son marginadas en Jamaica, se las castigan o simplemente se las ignora”, comparte Harris, que ha expuesto sus trabajos en diferentes festivales del mundo (Nuit Rose en Toronto, Outburst Queer Arts Festival en Belfast y Risco Festival en São Paulo, entre ellos). Recuerda que no solo es un problema en su país natal (que se independizó del dominio inglés en 1962) sino de “la vasta mayoría de los países del Caribe, donde existen leyes que penalizan la homosexualidad. Muchas de ellas, herencia de la época colonial”. Homofobia y transfobia, a su entender, han sido “importadas” a la región a través del colonialismo neerlandés, inglés, francés y español de siglos pasados, influyendo hondamente en la cultura local hasta la fecha. Simone -que además es fundadora del colectivo Walking Tall y organiza ciclos culturales en su ciudad, que buscan visibilizar estas temáticas- comprende que, en parte, sigue sin modificarse la legislación por cuán enraizado está el cristianismo en la zona, “extremadamente poderoso en Jamaica”, donde el adoctrinamiento religioso redunda en violencia física y psicológica, abuso y opresión hacia las minorías. De allí que se pregunte Simone Harris: “¿Somos realmente independientes como nación?, ¿o seguimos mentalmente esclavizados?”.