Es urgente ponerle palabras a las imágenes que todos y todas vimos anoche y seguimos viendo una y otra vez, sin poder terminar de creerlo, sin que deje de correr un escalofrío colectivo. Es necesario y es tan difícil a la vez. Porque hay un plus que no termina de poder ser nombrado, algo que hoy sentimos como una acechanza. Algo del orden de lo monstruoso.
Nos pasaba anoche al armar y volver a armar el diario también urgente, la foto que azora en tapa, lo que no terminaba de poder ser entendido. ¿A Cristina? ¿Ahí, en directo? ¿Ahí, a centímetros? ¿Ahí, entre el amor de la gente? ¿Y en la tele le están echando la culpa al kirchnerismo? ¿Y hasta hay quienes hablan de "un montaje"?
Buscábamos ponerle palabras más allá de lo que quedó bien definido como "Conmoción". ¿Horror? ¿Estupor? ¿Espanto? Finalmente, Página/12 propuso el título que mejor define a este momento bisagra en la historia Argentina: "Una pistola en la cabeza de la democracia".
Y hoy urge hablar de lo monstruoso. Eso que se percibe como una acechanza, como el peligro inminente, lo que se siente y perturba y hace doler la panza, pero no se ve en su en su dimensión total. Lo que todavía no tiene forma completa, pero es. Y asusta, y mucho. Es esa foto de Cristina Kirchner con la pistola a centímetros de su cabeza lo que espanta y conmociona, pero es mucho más.
Lo monstruoso es todo que lo viene sosteniendo y guiando a esa pistola, como una tragedia anunciada. Es ese odio profundo y visceral y de clase lo que nos espanta, porque sabemos que sigue ahí, acenchando. Sin ir más lejos, hoy se indigna porque es feriado y porque hay marcha.
¿Por qué marchamos hoy? Marchamos por Cristina, y por la democracia, y también, admitámoslo, porque hemos sentido miedo. "Marchamos para acompañarnos", acaba de decirme una amiga mientras coordinábamos el encuentro.
Un músculo social bien entrenado nos lleva a decir Nunca Más la violencia en la Argentina, y a decirlo con el cuerpo y en las calles. Y esa es la buena noticia.