Manuel Loza atraviesa un gran momento de su vida como historietista. En la última Crack Bang Boom, celebrada en Rosario, recibió el Premio Trillo al mejor webcomic por Estrella Roja al mismo tiempo que el sello LocoRabia lo llevaba al papel. Otro webcomic que co-creó, Nathaniel Fox (publicado también en papel por Pictus) se llevó el premio al Mejor Guión (que correspondió a Rodolfo Santullo) y, además de esos dos trabajos, Szama Ediciones recopiló sus fanzines pornohumorísticos bajo el título de Chancho. Por si fuera poco, a los premios y los libros llevados a imprenta, el dibujante quilmeño lanzó –ambas en formato digital- una segunda aventura de Nathaniel Fox y una nueva historia de Almer, el caballero artúrico que lo consagró dentro del panorama de la historieta argentina contemporánea.
A Loza lo distinguen varios rasgos dentro del mundillo. Más allá de ser muy querido por sus pares, tiene un buen dominio de la acuarela, una gran labor docente (en la U.N.A. y la Escuela Da Vinci), se expresa en defensa de fanzines y webcomics y critica implacable los intentos de establecer escalafones dentro de la historieta. Por detrás de su semblante afable (“de hobbit rubio”, ríe él con frecuencia), de sus chistes, hay una reflexión largamente meditada sobre su propia obra y sobre el hecho mismo de hacer o dedicarse a la historieta. En su discurso de aceptación del Premio Trillo se refirió justamente a eso con unas palabras que le valieron los aplausos del auditorio.
“El webcomic es otra de esas formas de hacer historieta que están vistas como ‘un poco menos que’”, repasa sus palabras del momento con Página/12. “Yo lo que dije en el micrófono, aguantándome el llanto por la emoción, es que ya cuando elegís hacer historieta hay un montón de gente de afuera que te mira como si hicieras algo menor. Después conocés autores y aparece la otra grieta, como de escalafones, cuando te dicen que si no vivís de eso lo tuyo es algo menor. Y que si hacés fanzines o webcomic también es menor. Las historietas son todas historietas. A mí qué me importa cuánto te pagaron o si no te pagaron nada. Yo soy fanzinero de alma y me enoja el discurso de que es como algo menor que hacen los chiquitos que están empezando. Toda forma de publicación es eso que Jacques Aumont llama ‘el dispositivo’, y son dispositivos distintos con sus propias reglas. Pensarlo como escalones que están uno arriba del otro es una pavada atómica”, sentencia.
Cultor de los géneros aventureros (Almer, una historieta de caballeros artúricos; Estrella roja, una space opera en plena forma; Nathaniel Fox, una aventura pulp arqueológica), en la obra del dibujante quilmeño ninguno de esos ejemplos es simple lectura pasatista. Detrás de la épica, los monstruos y las peripecias hay un sustento y una profundidad conceptual. “Yo soy hijo de esos padres progres para quienes las películas de acción o las historietas de acción eran una frivolidad, una zoncera, una boludez, ¡pero a mí me encantaban!”.
-¿Y cómo terminó eso de las pelis de acción en Almer o Estrella Roja?
-Tal vez procesé todo eso con un "bueno, voy a hacer una de aventuras con espadas, monstruos, y va a haber una reflexión, una bajada fuerte, porque esto no es una boludez”, y capaz es una imposición mía, capaz estaría bueno alguna vez hacer una historieta que no diga nada.
-En Nathaniel Fox el guión no es tuyo, pero también es la clase de historia que vos contarías.
-Sí. Primero tengo algo que es la inmensa libertad de no vivir de la historieta. Yo vivo de la docencia. Entonces si hay un guión que no dibujaría o que me aburriría, no lo dibujo. No tengo obligación contractual con nadie. Si algo no me gusta, ¡no lo hago! Menos una historieta que tarda un montón de tiempo. Nathaniel surge de chats con Santullo. A mí me pasó con él que yo consumo mucha historieta guionada por Rodolfo. Es un re narrador de una aventura muy clásica. Nunca me animaba a escribirle, aunque Lucía, mi esposa, me insistía. Y un día recibo mensaje suyo, y me dice “che, bo, me gusta cómo dibujás, ¿querés dibujar un guión mío?” A partir de ahí él ve que coincidimos en un amor muy grande por las aventuras pulp, por Indiana Jones.
-Hay una cosa distintiva en cómo se comportan tus héroes respecto de otras producciones más tradicionales. ¿Cómo los concebís?
-Por ejemplo, en Estrella Roja está muy marcada la sensación de que la organización grupal. Siento que Estrella Roja no tiene un protagonista. Son muchos los personajes. Sí, Nanok es muy importante, pero no sé si es el único. El foco está más abierto.
-Todo eso suena muy Oesterheld. Es el espíritu del Eternauta.
-¡Ojalá! Acá me voy por las ramas, pero Oesterheld para mí tiene un nivel de desarme y deconstrucción de figuras arquetípicas que es Alan Moore y él. Acá lo institucionalizamos tanto a él y al Eternauta que es como un plomo, como que te hablen del Martín Fierro. En el resto del mundo es “este chabón vino y desarmó la figura del héroe”. Es como mencionar Watchmen. Si leés las historietas de aventuras de la época, del cincuenta y pico, la descripción de Flash Gordon es que es un campeón mundial de fútbol americano, Nobel de Química y Física, y también modelo. Rip Kirby es médico, también ganador del Nobel, además boxeador campeón olímpico y concertista de piano. Son humanos, pero... no son. Se fueron al carajo. Cuando Oesterheld pone a Juan Salvo es un hito mundial porque pone un tipo que tiene miedo, que se equivoca, que dicen “vamos para allá, ay, no, está lleno de cascarudos”. Es un héroe que escucha, que solo no puede, que necesita del grupo. El chabón rompió lo que había y te das cuenta su importancia cuando ves el contexto.
-Volviendo a E. R., hay un aire a que la derrota está asegurada. En Almer al menos se sale con más sabiduría. ¿Por qué ese cambio de tono?
-Esa es una herramienta narrativa para la épica y el drama. Si leés El Señor de los Anillos, el tercer volumen es todo para abajo. No les sale una. Todo el sitio de Gondor es Gandalf diciendo “nos vamos a morir” en algún momento lo esperanzador es “nos vamos a morir y vamos a descansar”, pero ya está. Es el fin del mundo. El discurso de Theoden es la arenga más linda, ¡te dan ganas de matarte! El chabón dice “por un amanecer rojo y el fin del mundo”. Y grita “¡Muerte!” No dice “vamos muchachos a ganar”. Dice que vamos a morirnos. Es tan para abajo, que cuando viene la victoria se siente un alivio.
Dentro de su universo de géneros aventureros, es inevitable leer a Loza con una mirada política. Almer era, claramente, un caballero peronista (para su autor, “un progre medio sensible cuya base está en su empatía y su autoreflexión”) y sus aventuras incluían miradas sobre lo popular, los obreros de Camelot y hasta el tránsito de cómo lidiar con las propias inseguridades o ataques de pánico. Eso también estará presente en la nueva aventura, “Barro”, que empezó a publicarse online hace algunas semanas. Página/12 pudo ver esas primeras páginas realizadas íntegramente en acuarela y, aún sin los globos de diálogo puestos, eran un ejemplo impecable de narrativa comiquera. “Oswal decía que se la tiene que bancar sin texto. Si leés la página sin texto y entendés qué está pasando, ahí va bien”, comenta el autor.
Estrella Roja, gestado durante los años macristas, presenta una resistencia contra un gobierno feroz (con un relato tan tributario de Star Wars como de cierta épica setentista: “Nanok tiene un recelo muy fuerte hacia la injusticia social –define-, el tipo viene a matar chetos y no hay diálogo en eso”). Hasta Nathaniel Fox, que no es sólo suyo, también es “muy Manu”: un docente universitario que se permite pensar sobre su trabajo, su relación con otras culturas y, claro, es antiiimperialista.
-A diferencia de Star Wars, en Estrella Roja, sin entrar en detalles y spoilers, no hay una “victoria” clara.
-Claro, ellos no derrotan al imperio. Digamos que logran un armisticio, una respetuosa distancia. Y a partir de ahí hay que seguir laburando. Yo amo Star Wars. Lo tengo tatuado. Y siempre la parte que más me gustó fue la rebelión. Esos tipos con el bigote grande, el pelito medio largo, vestidos distinto cada uno con lo que tiene. Veo eso y pienso en mis viejos. Star Wars tiene algo hermoso que es que es muy gigante. Podés hablar con un fan que te diga “a mí me gusta que hablen de jedis”, o que sólo le interesa tal personaje. Bueno, a mí me gustan esas células rebeldes que se van conectando entre ellos. Y mirá, es un sacrilegio lo que voy a decir, pero me gusta más Rebels que Episodio 4 porque aparece ese diálogo de cómo van haciendo guerrilla para desestabilizar al Imperio. Episodio 4 es “va un pibe con un avión, tira UN tiro y chau Imperio”. Capaz ahí hay una respuesta de por qué no hay una victoria definitiva en Estrella Roja.
-E.R. se puede leer como una Star Wars explícitamente ideológica y clara en su mensaje. Nadie en E. R. se va a identificar con el Emperador. Darth Vader tiene sus fans y hay que andar explicando que es un genocida.
-Hay un texto dando vueltas por redes sociales que dice que X-Men es sobre la alienación de grupos sociales, y que si te gusta X-Men y sos un toque racista u homófobo, no lo entendiste. Star Wars siempre estuvo ideologizado. Cuando la hacen, en el 77-78, estaba Vietnam. Los héroes de Star Wars eran montoneros. Eso siempre estuvo planteado. En ese mismo texto, si te gustan los stormtroopers y te gusta el capitalismo imperialista salvaje, ¡no entendiste Star Wars!
-Todas tus historietas pueden leerse desde el presente.
-Claro. A mí me interesa mucho la actualidad y la política. Si bien yo no milito ni participo activamente en ninguna agrupación, lo cual no deja de darme cierta culpa del “no estoy haciendo nada”, me interesa. Consumo mucho actualidad y política.
La inspiración para Estrella Roja, cuenta Loza, llegó por un cruce múltiple. Por un lado, la novela del mismo nombre de Aleksandre Bogdanov, el primer libro de ciencia ficción soviético. Por otro lado, de Sangre en el monte, de Daniel Gutman, que cuenta la historia del ERP tucumano (“yo leía las acciones del ERP y pensaba ‘si a esto le ponés rayos láser, es Star Wars’”, cuenta) y, claro, la enorme influencia de la historieta pulp de aventuras de los años 30, esa de Flash Gordon, Rip Kirby y tantos más, de la que el dibujante se declara adorador.
“Más allá del contenido y la temática, en esa historia mi objetivo era cumplir con el juego dialéctico de imitar las planchas dominicales de ese estilo, esas historietas que nacen en 1929 con la versión de Tarzán de Harold Foster”, señala Loza. “Era un formato donde los elementos de la historieta como lenguaje todavía no estaban del todo planteados, entonces Foster agarraba pedacitos del texto original de Burroughs y les ponía dibujo, y muchas veces el párrafo dice lo mismo que ves en el dibujo, ¡es muy divertido de leer!”, asegura.
Lo que originalmente iba a ser una suerte de ejercicio de estilo de 40 tiras, que podría haber sido un fanzine, terminó siendo un relato extenso de 240 páginas que se publicó online semanalmente a lo largo de varios años. “Es que a medida que la hacía me gustaba mucho y pensaba ‘bueno, esta escena de acción puede durar dos tiras más’, ¡y se me fue a la mierda”, ríe. “La idea además tenía una serie de restricciones que me hacían encarar creativamente cada tira: no hay onomatopeyas, líneas cinéticas, ni mucho de la iconografía que ayuda al lenguaje de la historieta. Por ejemplo, si un personaje tiembla no tiene rayitas alrededor porque en esa época se dibujaba así, el lenguaje de la historieta recién estaba empezando”.
“Una vez estaba en Trenque Lauquen en un evento y la gente me miraba mientras dibujaba un Almer, y escucho a un padre que le dice al hijo ‘mirá, está haciendo un autorretrato’”, ríe Loza. “Siento que en Almer puse muchas cosas de cómo soy, o cómo era al momento de hacerlo: narigón, petiso, medio dubitativo”. “Capaz Nanok es más como me gustaría ser: un tipo con una potencia, con una seguridad, que está bueno pensarlo... ¡y es más alto!”, larga la carcajada. “Almer desarma o deconstruye ciertos estereotipos o arquetipos de masculinidad, esos mandatos que yo sufrí mucho durante mi adolescencia, pero en cambio Nanok es la personificación de esos mandatos. Es un héroe de acción de peli de los ‘80”.