Graciela Borges recita unos versos metafísicos popularizados por Atahualpa Yupanqui. Verónica Condomí se luce con un carnavalito cósmico y digital. Y la voz sampleada de Ramón Ayala se funde con el lenguaje del dub. Todas esos sonidos coexisten en el mundo de Mburucuyá, un proyecto musical creado por el productor cultural y politólogo Nicolás Pfeifer, el guitarrista y compositor Gustavo Semmartín y el DJ y productor electrónico Ezequiel Lodeiro. “Venimos de mundos distintos y encontramos en este lenguaje una manera de generar un proceso alquímico”, explica Pfeifer. “Nos propusimos dialogar sobre paisajes, viajar, establecer charlas y transitar caminos. El cruce entre el folclore y la electrónica nos permitió trascender un marco temporal. Fue algo premeditado, pensado desde el inicio”, dice.
El proyecto surge de la necesidad de contar historias. “Ahí está la matriz”, precisa Pfeifer. “La música surgió como el medio natural y por eso la idea fue realizar un disco”, apunta. El resultado es un disco experimental que se titula también Mburucuyá y que se propone resignificar e “indagar en el acervo de la música de tradición folclórica argentina” incorporando elementos de la música electrónica (samples, sintes, programaciones) y el dub. Y con un espíritu bailable, casi tribal. “La contemplación y el baile son dos ejes en este disco, sí”, confirma Pfeifer. “Pero lo central vuelve a ser el diálogo, en este caso sobre la soledad y el poder. Eso está detrás de las canciones de Mburucuyá. Lo instrumental funciona como sustento abstracto de la obra y las voces son la materialización en primer plano de lo que ocurre durante el tránsito de las canciones. Las frases fueron buscadas y tienen la intención de atraer la escucha y generar un gancho sobre lo que está detrás”.
Esas voces, justamente, son las de Graciela Borges en “Camino” (“Y entonces comprendo/ que la senda es larga y el camino es rudo”, recita), Ramón Ayala en la galopa “Galopando” y Verónica Condomí en la andina “Las hojas tienen mudanza”. “El aporte de Graciela en el disco es vital, creo que nadie como ella puede hacerse cargo de reinterpretar los versos que hiciera popular Atahualpa en la canción ‘Nostalgia’ logrando situar la intención en otro plano”, cuenta Pfeifer en relación a unos versos escritos originalmente por el peruano José Santos Chocano. “Buscamos una voz femenina, además, porque entendemos que en esos versos el rol era para una protagonista. Hablando sobre el diálogo entre la soledad y el poder vimos en este elemento las revoluciones feministas de las últimas décadas como un elemento disruptivo”, fundamenta.
“En el caso de Ramón y su hermano Vicente (letra y música en ‘El Mensú’) –cuenta-, la lucha por la libertad aparece difusa mediante la utilización de los elementos del dub, pero creemos que se vuelve perceptible con el tiempo. Y ahí reluce la obra poética que es inmensa”. Y Condomí no solo grabó en “Las hojas tienen mudanza”, sino que también se involucró en la producción de la canción. “Cuando llegamos al estudio nos preguntó si se podía descalzar ya que necesitaba sentir la tierra”, recuerda el politólogo. “En esa imagen está la raíz de su interpretación tan sensible y mágica. Estamos muy agradecidos con su participación. También con Nuria Martínez, que grabó aerófonos en ‘Agazapado’; creo que ambas con sus destellos enriquecieron al proyecto de manera muy significativa”.
-¿Mburucuyá se podría enmarcar en la corriente de "folklore digital" o consideran que va por otro lado?
-Folclore digital, electrónica orgánica, world music, son todas etiquetas que le van bien al disco. La industria y el mercado tienen la necesidad de catalogar las expresiones artísticas para poder darle un marco de referencia y una orientación de sentido, ¿no? Se podría enmarcar en cualquiera de estas categorías en una batea de discos como las que se veían antes en las grandes casas de música de venta física y le quedaría bien. O en los servicios de streaming musical hoy en día. Desde el punto de vista compositivo tal vez haya una particularidad y es que a diferencia de muchas producciones del género que nacen de bases electrónicas e incorporan elementos del folclore, en Mburucuyá buscamos realizar el proceso inverso. Es a partir de la escucha de varias discotecas de antiguos discos de vinilo que se generaron las moléculas que dieron nacimiento a las bases rítmicas de cada canción. La secuencia sería folclore con medios de producción del género electrónico para luego armar canciones. Es un proyecto que se diferencia por mucho de los procesos tradicionales de una producción musical. En este caso la diversidad de sus integrantes, donde más allá del rol que les tocó cumplir, se evidencian puntos de partida llenos de sensibilidad. Creo que esa fue la búsqueda, por eso también tanta diversidad en las músicas y sonidos.