Es el discurso del odio pero no es sólo eso. Es contra Cristina Fernández de Kirchner pero no es sólo contra ella. Es la violencia verbal y física hasta el extremo de gatillar un arma contra la vicepresidenta de la Nación pero no son sólo estos actos de barbarie.
El odio que el dispositivo mediático y político vomita diariamente desde hace años, apuntar en el blanco a Cristina en forma permanente y la violencia política resumida en "ellos o nosotros" constituyen una renovada revancha clasista de las elites. Mauricio Macri no pudo terminar la tarea porque fue una experiencia de gobierno pésima, lo que mantuvo competitivo al kirchnerismo en términos electorales y en adhesión social. Ahora anhelan un segundo tiempo para completar esa tarea.
Los doce años y medio del kirchnerismo, con rupturas y continuidades de ciclos económicos anteriores, significaron una importante ampliación de derechos para grupos sociales desplazados y, en especial, un avance sustancial de los trabajadores en la distribución del ingreso hasta dividirlo en mitades con el capital.
Con sus particularidades, este período fue un proceso similar al que comenzó en los dos gobiernos peronistas 1945-1955 y continuó, en el marco de un modelo de sustitución de importación, hasta el golpe militar de 1976.
Disciplinar a los sectores populares
La dictadura militar no vino solamente a terminar con las organizaciones guerrilleras, sino que, fundamentalmente, vino a modificar el régimen social de acumulación interrumpiendo la industrialización basada en la sustitución de importaciones.
Como explica con magistral precisión el economista Eduardo Basualdo "se trató de la revancha clasista más sanguinaria y brutal de la historia argentina con el propósito de disciplinar a los sectores populares, estableciéndose de allí en más un nuevo techo, significativamente más reducido, en la participación de los trabajadores en el ingreso a través de una espectacular reducción del salario real, la posterior explosión de la desocupación y la disolución de las conquistas sociales obtenidas por las luchas populares a lo largo de décadas".
Ahora el odio mediático y social, la violencia política en los medios y en las redes sociales, la estigmatización de diferentes colectivos con la letra K y la obscena persecución a Cristina Fernández de Kirchner, que tuvo su escala máxima en el atentando a su vida, son los principales elementos que expresan esta nueva revancha clasista, que tiene los mismos objetivo que la anterior: disciplinar a los sectores populares.
La eliminación del espacio político-electoral con la proscripción vía judicial o la física con un balazo en la cabeza de CFK encierra el deseo de las elites, como lo fue durante el exilio de 18 años de Juan Domingo Perón, de borrar al peronismo por lo que él representaba en términos de ampliación de derechos sociales, laborales y económicos, como así también de la capacidad de los trabajadores de disputar cómo se reparte el ingreso.
El hostigamiento personal y familiar, el acoso judicial y la bala están dirigidas a Cristina y también a lo que ella representa.