“La mayoría de las pensiones por discapacidad son truchas”, aseguró en su última aparición pública Nicolás Dujovne, ex ministro de Economía de Mauricio Macri. “Si uno hace un estudio sobre cuántas pensiones por invalidez debería haber en Argentina, en función de las enfermedades que ha tenido, las pandemias, las guerras, etcétera, serían unas 300 mil. Tenemos 1,1 millón, por eso la mayoría de las pensiones son truchas”, estimó el responsable de la deuda con el FMI, sin que se le moviera un músculo de la cara, para descartar a 800 mil personas de un plumazo.

El desprecio por esos ciudadanos y sus familias, por sus realidades, se convirtió en sentido común para el discurso económico dominante. El odio económico está naturalizado. Fue práctica política de Juntos por el Cambio, con Dujovne como uno de los ejecutores.

“La Asignación Universal por Hijo se va por la canaleta del juego y de la droga”, es otra de las expresiones que colaboraron para asfaltar ese camino, por parte de quien fue una figura clave para la alianza entre el radicalismo y el PRO, Ernesto Sanz.

Detrás suyo, referentes mediáticos de la derecha y extrema derecha siguen rumiando hasta el día de hoy la repugnancia de que “las chicas se embarazan para cobrar los planes”.

Control de natalidad

"Si no se pone un límite a la natalidad de los hogares pobres, la Argentina será una gigantesca villa miseria en medio siglo, luego de 60 años de decadencia", se despachó José Luis Espert el mes pasado. “No se puede dar AUH por cada hijo: hasta dos hijos te damos AUH, más no. No puede ser que uno esté subsidiando el aumento de la pobreza. Si uno a la persona beneficiaria de planes le subsidia cada hijo que tiene, la persona no va a tener ningún control sobre la natalidad", agregó.

La construcción de la figura de las personas vulnerables como vagos, que se aprovechan del Estado, las hace aparecer como victimarias en lugar de víctimas. Son las culpables del déficit fiscal y del "exceso del gasto público", por lo que hay que cortar planes y mutilar asistencias no solo para ordenar los números macroeconómicos, con millones de personas afuera del sistema, sino también como un acto de justicia, postulan.

“Hay que achicar el gasto público, cerrar las empresas deficitarias, echar un millón de ñoquis, ponerle un límite a los planes sociales, no puede haber una coparticipación con las provincias como ahora”, machacó Espert. Su compañero libertario, Javier Milei, creció políticamente de la mano de ese discurso de odio y estigmatización hacia sectores carenciados. 

"Hay que separar a la Argentina entre el Norte y el Sur. Las personas que estamos dispuestas a trabajar y vivir del fruto de nuestro trabajo tenemos que irnos a la parte más pobre y dejar a todos los parásitos en la parte rica, y ni así les va a ir bien, porque son parásitos inútiles que no sirven para nada. Para lo único que sirven es para vivir robándole al resto de la sociedad. Los piqueteros viven del trabajo del resto. Te chupan la sangre vía el plan social y no te dejan ni producir", acusó Milei en una de sus presentaciones mediáticas. "Así es el populismo, le roban al que trabaja para repartir entre los vagos", insistió Milei. 

Jubilaciones

Carlos Melconian, economista de Juntos por el Cambio, se quejó en una entrevista televisiva de las moratorias previsionales que le permitieron acceder a la jubilación a más de 3,5 millones de personas. Una de sus propuestas recurrentes es terminar con ese derecho para ajustar las cuentas públicas. "Un día alguien promediando los años 2000 agarró a 3,5 millones de personas que no habían aportado y les regaló la jubilación", planteó, frente a lo cual el entrevistador, Alejandro Fantino, le manifestó que su propia madre se había jubilado gracias a esa política de Néstor y Cristina Kirchner. "No me corras con la emocionalidad", fue la respuesta de Melconian.

"Otra vez el gobierno trae un proyecto demagógico al Congreso, una nueva moratoria para jubilados con plata que el Estado no tiene. Se vuelve a romper la relación entre el esfuerzo de la gente que trabajó toda su vida y la jubilación", rechazó Martín Tetaz, diputado de Juntos por el Cambio, la iniciativa del Frente de Todos. El esfuerzo de trabajadores vulnerados en sus derechos, forzados a trabajar de manera no registrada, no cuenta para Tetaz, así como tampoco el hecho de que el sistema jubilatorio se financia casi en un 50 por ciento con impuestos como el IVA, que también pagan los trabajadores condenados a la informalidad.

Tetaz, por otra parte, es autor de un proyecto de ley para eliminar el impuesto a los Bienes Personales que pagan los 700 mil contribuyentes con más recursos del país. En ese caso el problema ya no es que el Estado pierda plata, sino el cuidado del patrimonio de los más ricos.

"Hombres y mujeres deberían jubilarse a los 68 años. A esta altura de la humanidad no tiene ningún sentido tener una edad jubilatoria distinta entre hombres y mujeres", reclamó Dujovne para completar el cuadro. En la actualidad, siete de cada diez hombres y nueve de cada diez mujeres no reúnen los 30 años de aportes para acceder a la jubilación, de allí la importancia de las moratorias. Pero para Melconian, Tetaz y Dujovne, entre otros, millones de adultos mayores deben olvidarse de ese derecho y resignarse a la postración.

Dos pizzas

"El aumento de tarifas son dos pizzas", inmortalizó Alfonso Prat Gay cuando dio inicio, como ministro de Hacienda de Cambiemos, al tarifazo de luz y gas que produjo aumentos de entre 3500 y 4500 por ciento, dejando a millones de argentinos sumergidos en la situación de pobreza energética.

"Si el consumidor considera que el precio de la nafta es alto, que deje de cargar", justificó a su vez el entonces ministro de Energía, Juan José Aranguren, ex titular de Shell, en uno de los aumentos de combustibles que aprobó el gobierno de Macri.

Ricardo López Murphy, diputado por la oposición, volvió a cargar las tintas contra los planes sociales. "La mecánica de regalar planes sociales nos lleva a vivir en crisis. Tienen una impunidad para gastar increíble. Es una locura que no tiene nombre", enfatizó.

Las manifestaciones de odio que se propagan en la arena política tienen como base una concepción de odio económico hacia los más débiles. El Frente de Todos, con todas sus falencias y debilidades, representa lo contrario y genera políticas, siempre perfectibles, para atender esas demandas. Es responsabilidad de quienes lo integran, desde dirigentes a votantes, no perder de vista esta división fundamental.