La multitudinaria manifestación de apoyo a Cristina Fernández de Kirchner, realizada en la Ciudad en Buenos Aires y replicada en plazas de cientos de ciudades del interior del país, confirma “el pacto afectivo” sellado entre la vicepresidenta y quienes reconocen en ella a la mayor líder política del país. Gente de todas las edades y de tendencias políticas variadas, junto a los gremios, la sociedad civil desgranada en miles de manifestantes espontáneos, se expresaron motivados por la necesidad de manifestar el repudio al ataque perpetrado sobre “la compañera Cristina” o “nuestra lidereza”. Así la nombran quienes comenzaron al llegar a las inmediaciones de la Plaza de Mayo este viernes al mediodía, e hicieron propia la decisión de expresar, a instancias del feriado decretado por el presidente Alberto Fernández, su solidaridad con Cristina.
“Es evidente, somos una sociedad que entendió lo que ella representa”, evalúa Sebastián, un docente que vino de Moreno con sus hijas y otras compañeras. “Y el tipo –se refiere al agresor de CFK-- es un loco que se comió la palabra de la derecha, que repite el poder mediático. Ese poder socava cada día el vínculo con ella, que es más del 35 por ciento” enfatiza. Se refiere a la convocatoria que sumó “desde el Evita y la izquierda hasta compañeros que nunca salen”.
Frente a la columna de ATE se veía a Claudio Lozano, dirigente de Unidad Popular –ex director del Banco Nación— junto a Víctor De Genaro. Por otra avenida entraba Ornella Infante, dirigente del Evita y funcionaria del INADI. Aristas como la escritora Gabriela Cabezón Cámara o el DJ Fabián Jara caminaban la plaza “bancando los trapos” al decir de Alfredo Piro. El ministro de Trabajo, Claudio Moroni, Diana Guillén la titular del Senasa o Mercedes Marcó Del Pont, fueron otros, entre cientos de miles, que recorrieron la plaza.
“Por Cristina, por la democracia y por el país” explica a este diario una joven que caminaba por una desolada Avenida 9 de Julio. Sin embargo, alrededor del Obelisco la marea humana ya colmaba las calles. Y poco a poco el silencio del inicio se transformó en alegría. “Estábamos preocupados al principio porque no sabíamos cómo iba a resultar”, concede Alba, una mamá que llego con sus hijos desde Flores. Al mediodía, esa calma expectante denunciaba el ánimo entre la perplejidad y el desconcierto, por el ataque de la noche anterior “y los días de provocaciones y la represión”, repasó Alba.
“Basta de odio, viva la democracia” dice el cartel que Dante hizo con un cartón. Tiene 8 años y está con su mamá, Lorena. “Ayer estábamos viendo Godzilla y mi mamá de golpe quiso cambiar de canal y ahí vimos qué quisieron matar a Cristina, pero por suerte no estaba recargada el arma” razona el niño mientras Lorena sonríe. Es trabajadora social y “para defender la democracia” llegó con su hijo desde San Martín. Al mediodía, ya sobre Avenida de Mayo ingresaban las organizaciones, grandes y pequeñas, entre ellas el Frente Darío Santillán, la Germán Abdala, las columnas de SMATA y de Camioneros, de ATE, de La Cámpora, el Suterh. Por 9 de Julio todavía avanzaban otros gremios, los movimientos sociales, el Evita. Por las veredas llegaban los grupos de familias, amigos, ciudadanos comunes. Todos a la plaza. Y los encuentros fueron convirtiendo en alegría militante la opacidad angustiosa del inicio.
Fiesta en la Plaza
Los puestos de chori no daban abasto. "Nos tomó de sorpresa, pero anoche lo escuchamos a Alberto Fernández y decidimos venir. Somos peronistas de toda la vida" explica José Luis que atiende en Avenida de Mayo y Tacuari. Son de Fiorito y no paran de despachar: “chori y bondiola con acompañamiento”: cebolla a la parrilla, lechuga y tomate frescos, la popular se aggiorna al comensal moderno.
La plaza esta llena antes de las dos de la tarde. Los aplausos se expanden en forma sostenida cuando ingresa “la Tupac”. “Por Cristina y por la democracia” dicen quienes ya entraron. “En Mendoza no es feriado pero los compañeros igual se movilizaron” le cuenta una joven a otra, sentadas en el piso. “En Jujuy tampoco es feriado, pero en Córdoba sí” agrega su compañera. El análisis político está en boca de todos. Hay docentes, metalúrgicos, empleados públicos, comerciantes, estudiantes, niños con sus padres, casi todos los que están la plaza temprano llegaron "por su cuenta". Las organizaciones se ubicaron en las laterales. Y seguían por las diagonales.
Era difícil llegar a la Plaza, pero adentro, en el espacio público de mayor peso simbólico de la expresión ciudadana en el país, hay lugar para moverse, aunque con cuidado por los niños, los carritos de bebés, los jóvenes sentados en el piso. Juan es profesor de secundario y vino “por la necesidad de marcar un límite”. En la semana fue varias veces a “la casa de Cristina” y entiende que "el ataque fue provocado por los discursos de odio". Le gustaría creer que es un hecho aislado. “Ojalá que no haya ningún plan detrás” desliza con suspicacia. Juan sospecha. Pero la incertidumbre puede tener un límite: “Una medida extraordinaria como… ¡cambiar la Corte Suprema!” exclama Héctor, es artesano e insiste en que esta movilización, expresa “apoyo, y la necesidad de un cambio”.
“Pensé que lo peor ya había pasado con la represión del sábado”, suma Paula. Su compañero Fabián es cineasta y explica: “Es posible que sea un hecho aislado o que haya un plan, pero a nivel subjetivo es peligroso, porque funciona como un acto de intimidación, por eso es importante estar acá” puntualiza.
La Plaza de las Madres
La gente parada mira hacia la Casa de Gobierno. Están a la espera “por la posibilidad de que a las cuatro alguien tome la palabra. Ante lo que pasó, la reacción fue instantánea y somos muchos" razona Omar, dueño de una juguetería que espera cerca de la Pirámide de Mayo. Delante del monumento comienza a armarse la columna de sonido. Y un murmullo se transforma en coro cuando una combi se abre paso entre los manifestantes dentro de la mismísima plaza: “Madres de la Plaza, el pueblo las abraza” corea el corazón de la movilización al darle paso al vehículo que se obstina en dar la vuelta a la Pirámide. Hebe de Bonafini va en la combi, en el primer asiento. Adentro del vehículo también se levantan carteles: “Todos somos Cristina” dicen.
Al paso de la combi, hay abrazos emocionados y los saludos demuestran la admiración que le profesa a las Madres, este pueblo movilizado. “¡Quiero ver a Hebe carajo!” dice un hombre ya mayor y se pega a la caravana que va dando la vuelta a paso de hombre. La gente lo ayuda a llegar hasta la puerta del vehículo: “El señor quiere ver a Hebe” se corre la voz. Y Alberto Gómez, de 81 años, “colectivero toda su vida” logra su foto con Hebe.
El plan
El escritor Eduardo Silveyra observa desde una entrada del subte. “La escalada de locura que desató el juicio contra Cristina es lo que tenemos que detener”, evalúa. “Porque empiezan a conjeturarse cuestiones sin sentido y se repiten y la gente termina creyéndolas” agrega. Esta “sucesión de hechos violentos” comienza con “los contenedores y las balas de plomo”, sigue con “el chico del Rappi y termina con el disparo fallido” analiza. A su lado, María, que es archivista agrega: “La única forma de frenar esta barbarie es con la movilización en la calle”
El profe Sebastián, de Moreno explica: “Los medios tienen la capacidad de invisibilizar al enemigo que somos nosotros. Y nosotros, en esa tensión terminamos peleando entre nosotros”. Si bien la cuestión económica es la gran “deuda social”, esta movilización expresa “un nivel de organización que no teníamos en 2001”, acierta y sostiene: “La experiencia de organización está latente y es espontánea, incluso de parte de las organizaciones que quieren expresarse”. El plan, según se observa, parece ser la contundente movilización que convocó la figura de CFK.
Aida tiene en brazos a su sobrino Lucio, de 3 años. Su otro sobrino, Vicente, de 8 años está a su lado, también sus papás. Vinieron en familia. Miran pasar las columnas desde una esquina. Aida estuvo en Ezeiza, cuando volvió Perón, cuenta. “Me llevo mi papá, todos se acuerdan, yo era muy chica, no lo recuerdo, pero debe haber quedado en mi” dice, y sonríe. Por eso vinieron en familia “para que ellos vivan esto” cuenta. Y agrega: “Mi papá vino de Bolivia, y acá se hizo peronista porque Perón le dio un trabajo, tuvimos casa, con mis hermanos pudimos ir a la escuela. Nadie lo hizo peronista, él fue aprendiendo con los hechos”, argumenta.
Antes de que los parlantes amplifiquen los discursos y la lectura del documento final, Ornella Infante reseña que “la movilización de un movimiento con una increíble capacidad de organización es lo que le molesta al poder, a la derecha conservadora que hoy difama y persigue a dirigentes”. El “tremendo y lamentable” ataque a CFK, que marca un antes y un después en la política argentina –sintetiza--, “es producto de los discursos de odio y por eso todos los poderes del Estado deberían unificar fuerzas para defender la democracia, en sintonía con lo que expresa esta manifestación de apoyo popular a la vicepresidenta”.