Desde Barcelona

UNO Más allá de veranos y de vacaciones, aquí vienen otra vez. Y no es que estén llegando. Porque nunca se van del todo. Porque permanecen y vinieron para quedarse. Desde el principio y sin final a la vista. Y Rodríguez piensa en que es como si esos tártaros finales de ese desierto atacasen ya en el principio de esa novela. Pero lo que sí arriba es el mes de julio. Y el efecto de su presencia se intensifica y se intensificará hasta septiembre. ¡Presto! y prestos. Los Walking no Dead pero sí Matadores. Los turistas. Especie de la que vive el 11% de la humanidad. Las oscuras güirindrinas. Esa invasión más invasiva que ciertas enfermedades. Esa metástasis de móviles y de selfie sticks y de aullidos (Rodríguez recuerda los tiempos en que los turistas querían no parecer turistas por pudor y por educación y porque iban a otra parte a integrarse en ella y no a desintegrarla) en el cuerpo resignado y vencido de una ciudad que no sabe muy bien qué hacer con ellos pero que los necesita, porque está en una nación que no acoge refugiados pero sí da la bienvenida a visitantes. País tercero en el ranking mundial turístico luego de Francia y de Estados Unidos; casi 76 millones de visitantes el año pasado; 34 de ellos arribando solo a Barcelona, Cataluña; región cuyo volumen de visitantes se ha triplicado en los últimos veinte años). Y así, el número de vividores sueltos superando por mucho al de sus habitantes fijos sintiéndose más y más como rehenes librados a la mala de God. 

Bienvenidos a Carcelona. 

DOS Y Rodríguez se dice que no siempre fue así y enumera especímenes nobles: Pausanias y Petrarca y Herodoto y Marco Polo y Boswell y Cook y Von Humboldt y Darwin. Y Stevenson y Dickens y Henry James. Y los imaginativos viajeros inmóviles Salgari & Verne. Y los hallazgos de la Generación Perdida y el latido de los beatniks. Y Fermor & Naipaul & Chatwin & Theroux & Dyer. Y Ben Lerner & Teju Cole. Gente que viajaba y viaja para contar y con cuyos viajes contamos. Y el ancestral Grand Tour de los estudiantes europeos para conocer mundo y aprender idiomas y mirar estatuas y el paseíllo de las herederas neo-ricas norteamericanas para enganchar nobles empobrecidos y decadentes pero con título. No –como los orcos iletrados y low-cost de ahora– para beber y vomitar y mear sobre estatuas mientras emiten sonidos guturales o enseñan las tetas a cambio de chupitos. Todo eso (la parte noble y digna del movimiento que se demuestra andando) sigue ahí, pero hay que leerlo para vivirlo. Y de ser posible, mejor, sin salir de casa a esa ciudad tomada por cuyo firmamento escriben esas conspirativas y paranoides rayas blancas los aviones cada vez más baratos de Ryanair & Co. 

TRES Afuera, claro, las no-ficciones. Historias de inquilinos de toda la vida desahuciados para hacer sitio para los inquilinos de todos los veranos (y otoños, inviernos y primaveras). Departamentos alquilados por particulares que luego los realquilan a sites/plataformas com Airbnb. La fiebre de congresos y de hoteles donde alguna vez hubo casas y “viviendas turísticas” para decenas de post-adolescentes donde alguna vez se apretujó una familia de cinco miembros. Las propagandas televisivas que te venden el ser camarero como un triunfo en la vida. Las cifras crecientes de millones que vienen y vienen y siguen viniendo sumando a viajeros atemorizados por boom-boombs en París y en Londres y en playas exóticas que aún no han tenido lugar aquí. El programa de ir al puerto a ver llegar a esos cruceros cada vez más parecidos a colosales naves de Star Wars.

CUATRO Y en las paredes, esos grafitis en perfecto inglés donde se leen leyendas/slogans como “Todos los turistas son unos bastardos”, “Parc Güell: Zoo de Turistas”, “Si es la temporada del turista, ¿por qué no podemos dispararles?”, “Turista: usted es el terrorista”, “Bienvenido a Barcelona: ya puedes volverte a casa” o el clásico “Turista, Go Home”. Alguno muy didáctico y explicativo como “Bienvenidos, Turistas: la renta de apartamentos para las vacaciones en este barrio destruye el tejido socio-cultural local y promueve la especulación. Por lo que muchos vecinos se ven obligados a irse. Disfruten de vuestra estadía”. También hay alguno en alemán como “Tourism Match Frei”. Y hasta hay una cuenta de Twitter muy graciosa – https://twitter.com/BCNTurisme– que busca aterrorizar a los posibles visitantes con noticias de pirómanos y ataques zombi y el asesinato de Ed Sheeran. Las autoridades se preocupan, los hoteleros se sienten estigmatizados, y ya se ha anunciado la creación de diversos “observatorios” para ayudar a neutralizar la fobia. Los turistas, sin embargo, adoran a Barcelona (le otorgan una nota global de 8,7 califican su arquitectura con un 9,1, su oferta cultural y de entretenimiento con un 8,7 y un 8,5, para la gastronomía; es una gran ciudad para pasear para un 94,6 % y para ir de compras para un 85,4 %) pero no pueden dejar de señalar que su mayor problema es que hay demasiados... turistas.

CINCO No hace mucho The Independent publicó una guía de lugares odiadores de turistas y allí apareció Barcelona junto a Venecia, algunas islas de Tailandia, Amsterdam, Bután, Santorini, ciertos baños termales de Japón, Cinque Terre, Berlín y Arlington en Texas. Barcelona está en el top-three. Las encuestas dicen que la turi-plaga es la principal preocupación de los barceloneses. La segunda angustia es el paro. Y el tema está en todas las bocas mostrando los dientes. Cansados del aumento de precios, de las veredas colapsadas, de los ruidos nocturnos y –al mismo tiempo– comprendiendo que la ciudad vive de los euros que se dejan en sus arcas. Y, piensa Rodríguez, por qué no ponerlos a fabricar las urnas que no se consiguen o se los instruye como fiscales de mesa para el hipotético referendum independentista que se anuncia para el 1 de octubre. Después de todo –como ya se dijo– los catalanes dependen de ellos.

SEIS Y entre las últimas visitas célebres ha estado la del gigante melancólico Karl Ove Knausgård para contar todo lo que sufre por contarlo todo. Lo suyo es una lucha, sí y –cuando algún funcionario de la Generalitat se emocionaba pensando en la figuración de Barcelona en páginas por venir– Knausgård informó a la muy concurrida concurrencia a su rueda de prensa que ya tiene terminado un libro que trata “sobre las cosas que tenía en un radio de no más de 10 metros de mí”. K.O. prometió revelar allí muchos detalles sobre su cepillo de dientes y alcanzar, por fin, al núcleo absoluto de su literatura: su ombligo.

En cualquier caso, quienes deseen tramas más movidas y panorámicas, ya se anunció para el próximo octubre que el nuevo esquicio de Dan Brown –Origen– tendrá a Robert Langdon corriendo y atropellando por las calles del Eixample y descifrando códigos y símbolos en La Pedrera y la Sagrada Familia. Lo que, seguro, devendrá en nuevos tours temáticos y en la alegría de Rajoy por un nuevo éxito de la Marca España. La novela transcurrirá también en Bilbao y Madrid y Sevilla porque hay que contentar a todos los viajeros y anfitriones y –según la casi histérica-orgásmica nota de prensa– supondrá “la respuesta a las dos preguntas que han obsesionado a la humanidad desde el principio de los tiempos: ¿de dónde venimos? y ¿a dónde vamos?”.

Buenas preguntas turísticas, se dice Rodríguez.

Y las respuestas son “De todas partes” y “A Barcelona”.