“Al ritmo que estás yendo, te va a tomar veinte años llegar a algún lado”. Eso es lo que le dijo el productor Terry Melcher –hijo de Doris Day, y uno de los creadores del sonido del rock californiano de los años 60, por su trabajo con The Byrds y The Beach Boys– a un joven Ry Cooder, que no recibió el comentario precisamente bien. “Entonces pensé que había sido duro conmigo. Pero no, porque se quedó corto. ¿Veinte? Me tomó cuarenta, cincuenta años en realidad”, es capaz de reírse hoy Cooder, convertido en una leyenda por su trabajo con artistas como Captain Beefheart o Rolling Stones, por su guitarra slide en la banda de sonido de Paris, Texas o por su trabajo con Buena Vista Social Club. Y que desde esta punta del camino ya se siente capaz de afirmar que está cantando bien. “Al menos mi voz ya no me da verguenza, lo que no es poco decir”.
Si el nacido hace 75 años como Ryland Peter Cooder ha recordado aquella frase que del que fuera responsable de su primer y fallido proyecto musical, es porque su último disco lo acaba de reunir, más media década después, con el músico con el que justamente compartió aquellos lejanos comienzos discográficos. Acusando hoy 80 bien llevados años, Henry St. Claire Fredericks Jr. ya era conocido como Taj Mahal y tenía 22 cuando escuchó hablar por primera vez sobre un jovencito que, con apenas 17 años, tocaba la guitarra como nadie. Se cruzó norteamérica de una costa a la otra hasta encontrarlo, y juntos formaron un grupo con el que, al decir de Cooder, “sólo queríamos algunos blues con ritmo, acompañados por bajo y batería”. Se bautizaron como Rising Sons, apenas si llegaron a sacar un simple antes de separarse por falta de interés de su discográfica, y después del debut como solista de Taj Mahal en 1968, del que participó Cooder, nunca más volvieron a publicar nada juntos... hasta ahora.
Aseguran que nunca se pelearon, que simplemente la música los fue llevando a cada uno por su lado. Y también fue la que los volvió a juntar en 2014, cuando Taj Mahal subió a recibir un premio por su trayectoria en la gala anual de la Americana Music Association, y Ry Cooder y su hijo Joachim formaban parte de la banda estable del evento (en la que estaban también Don Was y Buddy Miller). El día del ensayo previo decidieron que era un buen momento para volver a tocar “Statesboro Blues”, el clásico de Blind Willie McTell que llegaron a grabar como Rising Sons, y a partir de entonces volvieron a estar en contacto. “Desde entonces Joachim empezó a decirme que teníamos que volver a grabar juntos”, ha dicho Cooder, al que no le pareció una mala idea, ya que la habían pasado muy bien aquella velada. “Pero necesitaba encontrar un concepto, no tenía sentido juntarnos a tocar lo que sea”, explicó. “Y fue entonces cuando pensé en Sonny Terry y Brownie McGhee”.
Armoniquista uno, guitarrista el otro, Terry y McGhee fueron un dúo legendario en su momento, el del revival del folk y blues de fines de los ’40 y comienzos de los ’50, construido a partir de los lanzamientos del sello Folkways, de Moses Asch. “Terry era el Haendel de la armónica de blues”, lo presenta Cooder, al tiempo que Mahal asegura que con su sólida guitarra rítmica McGhee era el encargado de bajar a tierra todas esas notas que era capaz de conjurar su coequiper. Además de los discos y las permanentes giras, el dúo también se sumó a obras de Broadway, traduciendo el blues de sus orígenes para un público blanco, lo que terminó condenándolos al olvido con el paso del tiempo. Salvo en el recuerdo de Cooder y Mahal, claro, que llegaron a verlos tocar. “Subían al escenario caminando entre la gente, y como uno era ciego y el otro estaba lisiado, ya esa caminata era todo un espectáculo”, le contaron a la revista británica Mojo.
El disco que los ha vuelto a reunir, que desde la primera mitad de este año se puede escuchar en todas las plataformas digitales, lo deja todo en claro desde su título: Get On Board, The songs of Sonny Terry y Brownie McGhee. Una idea que se completa en el diseño de portada, que replica exactamente el álbum debut –fechado en 1953– del dúo homenajeado, aunque el repertorio solo incluya tres de aquellos nueve temas originales. Para grabarlo, acondicionaron un cuarto de la vieja casa colonial que tiene Joachim Cooder –a tres cuadras del hogar de su padre– en las afueras de Los Angeles, y se sentaron a tocar los temas elegidos, grabando todo en apenas tres jornadas, un método que replica lo que ha venido haciendo Ry en sus últimos trabajos solistas. “Es un lugar con una acústica perfecta, si no tocas a mucho volumen”, explicó Ry. “Lo cual es perfecto, porque creo que a esta altura de mi vida no quiero volver a pasar más tiempo en un estudio de grabación”.
A pesar de que Cooder se presenta a si mismo como McGhee y Mahal vendría a ser Terry, el disco no es un calco del sonido al que se pretende homenajear. Juntos, Ry y Taj suenan mas fuerte, con mas mugre, y no se han privado de regrabar lo que haga falta. “Sumé alguna guitarra slide, y también algunos coros, sólo por el disfrute de escuchar alguna armonía. Pero básicamente lo que suena es lo que grabamos todos juntos, ese es el espíritu”, asegura Cooder, que –según Mahal– es el verdadero fan del disco original, ya que fue uno de los primeros que escuchó en su vida y le marcó el camino. “Cuando era chico, Santa Monica era la nada, un lugar del que sólo se podía escapar”, ha dicho el buen Ry, cuya ruta de escape fue la música, qué duda cabe. Y también la que le marco el camino de regreso: “Con Taj hemos estado haciendo esto durante mucho tiempo. Asi que tal vez nos ganamos el derecho de recuperar ese sonido y esas canciones”, dice Cooder, en declaraciones replicadas en la página oficial del disco. Y agrega su compinche: “Somos los tipos que aspirábamos a ser cuando empezamos. Hoy somos los viejos, así que hemos completado el círculo”. Con ustedes, Taj Mahal y Ry Cooder: verlos acercarse a la historia ya es todo un espectáculo.