I want to believe, aquella máxima de los X-Files que ponderaba que, para creer, primero hay que querer creer, es recuperada por otros expedientes televisivos, los Bigfoot Files, un compendio de documentales ingleses recién llegados al menú de TV online de Netflix, que pretenden demoler (pero de onda), el mito de Piegrande/Yeti y sus demás alias regionales. El método es aplicar los más rigurosos métodos científicos disponibles, o sea, que toda presunta prueba física –pieles, pelos– atesorada por sherpas centenarios, cazadores baqueanos, museólogos amateur o campesinos que viven como en el Pleistoceno es pasada a cuchillo mediante tests de ADN. El resultado es curiosamente atractivo y por eso no hace falta spoilear si los yetis existen o no: el secreto está en la maravilla de la búsqueda, que se estructura como una “docu-miniserie” y se enfoca en tres de las más populares encarnaciones del mito del humanoide grandote y peludo, lo que la lleva a los bosques estadounidenses en pos del Sasquatch, al Himalaya profundo a buscar huellas del Yeti y a los infinitos confines rusos tras la pista del Almasty. Esta intriga internacional enfrenta una constante ampliación de su campo de batalla debido a su autoproclamado carácter científico: ocurre que, para hallar explicaciones, Bigfoot Files termina topándose con historias reales, o paralelas, acaso mucho más impactantes que la pregunta madre -¿Yeti sí o Yeti no?-, por caso, pistas sobre últimos neandertales recluidos en bosques lejanos de Rusia, sobre migraciones no conocidas de homo sapiens desde África, o sobre híbridos entre osos pardos y osos polares en regiones donde no hay osos polares.
¿Y por qué Piegrande ahora? Lo cierto es que el mito del huidizo gigante piloso goza de cierto reverdecer en el milenio en curso, ya no por pseudoevidencias photoshopeadas, sino a través del cine de terror clase B, que ha encontrado tanto en la ficción clásica como en el formato de footage –es decir, las grabaciones encontradas, ese el material “sin editar” que tiene a The Blair Witch Project como Biblia– un espacio ideal para recuperar la criatura: véanse (o no) títulos como The Bigfoot Project, Killing Bigfoot, Willow Creek, Bigfoot: The Lost Coast Tapes, Finding Bigfoot o Bigfoot Wars, todos rodados después de 2009.
Más allá de cuánta fe criptozoológica se le pida al observador, parte del encanto de Bigfoot Files como show reside en el sutil trabajo del conductor, Mark Evans, cirujano veterinario británico cuyo historial en la BBC, Nat Geo y otras señales lo ha tenido al frente de programas sobre bestias no tan cuestionables, como hipopótamos, zorros, perros y caballos. Resulta grato verlo, en su cacería genética de Piegrande, cuando desdeña videos caseros y fotos truchas, o cuando sostiene una respetuosa cara de piedra, sin asomo de sonrisa, cuando le plantan testimonios flojos de papeles. Ya que, en definitiva, el suspenso cada vez está en el laboratorio, donde al final de cada episodio lo aguarda un genetista decano en Oxford, Bryan Sykes, respetable investigador de ADN y, en la serie, encargado de voltear pruebas con la implacable mala onda de la ciencia dura. PáginaI12 entrevistó a Evans, cara visible de Bigfoot Files.
–Durante el rodaje del programa usted estuvo en el Himalaya. ¿Es más fácil creer en el Yeti cuando se está ahí arriba, prácticamente solo, en esas montañas heladas?
–Es increíble estar en el alto Himalaya. Ver por primera vez la meseta tibetana me voló la cabeza. La lejanía tiene algo de místico y mucho de mágico, así que resulta fácil que la imaginación se pase un poco de rosca, especialmente si tenés en cuenta los bajos niveles de oxígeno que hay allí.
–¿La teoría de Bigfoot Files es que Yeti es un oso, que siempre es visto por testigos tocados por la falta de oxígeno y abrumados por la soledad?
–Mi enfoque es tratar de llegar a los hechos y hay algunos que son sorprendentes y resultan muy provocadores. Por ejemplo, los osos pardos viven allí arriba, en el Himalaya, pero son muy raros. En mi último viaje por allí hicimos una caminata con un nómade llamado Sonam, que tiene 54 años y ha pasado toda su vida en las altas montañas. Lo conocí en el Reino de Lo, en Nepal. Él me contó que los osos pardos han visitado su campamento por la noche en varias ocasiones. Y que la secuencia se repite: él escucha que su perro se vuelve loco y, por la mañana, las excavaciones, evidencias y huellas del oso son obvias. Sonam me dio algunas muestras de piel que había recogido. Las llevamos para testear el ADN y dieron positivo: eran, efectivamente, pelos de oso pardo. Sin embargo, en más de 50 años en la montaña y después de varias visitas nocturnas a su campamento, Sonam dice que nunca logró ver un oso.
–Bigfoot Files oscila entre el rigor del método científico y la adrenalina y el misterio de la cryptozoología. ¿Cómo trabaja ese equilibrio? ¿Cómo hace para no lucir como un cazafantasmas ni tampoco como un cínico que se ríe de su propio trabajo?
–Sencillo. Quédate con la ciencia. Concéntrate en los hechos. Quiero decir, es imposible demostrar que el Yeti no existe. Y no es mi objetivo probarlo. Desentrañar la leyenda del Yeti es como intentar armar un rompecabezas complejo, sin tener todas las piezas. Mi meta es usar la ciencia más sofisticada para descubrir piezas nuevas para el rompecabezas.
–Las pruebas de ADN en el laboratorio sugieren un aporte de seriedad científica para Bigfoot Files. ¿Por qué necesita demostrar que es serio?
–He estado trabajando sobre divulgación zoológica y científica en la televisión británica durante casi 30 años y espero que, en este momento, los espectadores ya hayan llegado a ver que soy una persona curiosa, abierta y honesta. Pero no soy un experto en criptozoología ni en genética. Por lo tanto, trato de trabajar con especialistas, para ayudarlos con sus estudios, y que ellos ayuden a mi programa. A través de proyectos como Bigfoot Files, puedo darles a los científicos la oportunidad de obtener muestras para pruebas que de otro modo no conseguirían. Me gusta colaborar, facilitar.
–Ha buscado el Yeti en el Himalaya, el Almasty en Rusia, el Sasquatch en los Estados Unidos. ¿Está en su radar el Ucumar de los Andes?
– Nunca he estado en América del Sur, pero la tengo en mi ruta de Piegrande, sí.