Todo lo que se olvida en un instante

(Argentina, 2020)

Dirección, guión, fotografía, montaje, sonido: Richard Shpuntoff.

Productora: Nadia Jacky

Con intervenciones de: Harry Shpuntoff, Guillermo Saavedra, Jenny Goldstein, Valeria Llobet, Don Bodie, Sara Shpuntoff Llobet, Miranda Svirsky, Rachel Shpuntoff Llobet.

Duración: 71 minutos.

Sala: Arteón (martes a las 17)

8 (ocho) puntos

Leer o mirar, he allí el asunto. Entre el subtitulado y la imagen siempre hay una distancia, algo que acepta hasta el cinéfilo más acérrimo. Una lejanía que no termina de completarse. Sea por la imposible traducción plena del sentido original, como también por la atención dispersa a la que obliga la lectura del subtítulo, en detrimento de la imagen. No se puede captar todo a la vez. Lo dicho, en todo caso, como situación a partir de la cual Todo lo que se olvida en un instante despliega una serie de cuestiones en donde la voz en off de su director asume el conflicto. Pero la película de Richard Shpuntoff es mucho más.

A través del formato ensayo, Todo lo que se olvida en un instante recorre episodios espejados, conforme a la condición de extranjero y argentino que vive su director. Norteamericano de origen, Shpuntoff vive con su familia en Argentina desde hace más de veinte años; además, es el responsable del subtitulado de multitud de largometrajes. Con la cámara en plan documental, alterna imágenes de la Buenos Aires del 2001, con otras hogareñas y familiares, de archivo, en donde la figura de su padre ocupa un rol central. De este modo, conjuga un montaje paralelo que busca señas distintivas, por cercanas, entre la Nueva York natal del padre –la de los años ‘30–, y la Buenos Aires en la que él vive. Él, que ahora también es padre, y está atento a las observaciones de sus hijas argentinas.

El ejercicio de la memoria indaga en la propia historia familiar sin perder nunca de vista el contexto, al que recorre desde situaciones históricas, los proyectos políticos y sus protagonistas relevantes. De esta manera, son varias las referencias que nutren al film y agregan retazos que procuran una imagen más amplia, que visibilice el vínculo entre el trasvasamiento generacional, la relación entre los países, las contradicciones y los problemas que todavía subyacen. El punto de vista, el lugar desde el cual se cuenta, es Argentina, y es desde allí cómo las preguntas guían al recorrido.

Pero todo lo dicho apenas puede dar cuenta de las maneras formales con las que la película se construye. Lo que primero impacta es el silencio. La ausencia de sonido incomoda. Las imágenes están en blanco y negro. Luego hay subtítulos. Que dicen de manera desajustada respecto de lo que, ahora sí, se escucha. No traducen, sino que agregan otro sentido y discuten su utilidad. Los idiomas serán, como corresponde, inglés y castellano. Entre uno y otro se reparte la razón de ser del audio y el subtitulado. A veces de maneras correspondientes, otras tantas no. Muchas veces, lo visto y oído serán vueltos a reproducir pero con los idiomas invertidos: donde el audio era castellano, ahora inglés; y al revés con el subtítulo. El ejercicio podría ser considerado un juego estético, pero es algo más, porque pone en igualdad de condiciones a lo que se dice y se escucha, en el afán de lograr la mirada política más justa.

Precisamente, Todo lo que se olvida en un instante es una película de asumida política, pone en jaque a los recursos formales del cine para polemizar con la relación históricamente conflictiva entre Estados Unidos y Argentina, entre la América del Norte y la del Sur, un doblez continental que incluye citas a personajes históricos como José Martí, Roque Sáenz Peña, Franklin Delano Roosevelt, Osvaldo Cacciatore. Lo que se delinea es un entramado donde invariablemente destaca la posición central norteamericana, a la que Shpuntoff cuestiona, a partir de una mirada crítica que lo hace sentirse más a gusto con su lugar argentino. En los diálogos con su padre, inmigrante judío, asoma en este sentido un legado, habida cuenta de la predilección de su progenitor por la educación pública (la de la biblioteca, fundamentalmente) y su decisión temprana de no celebrar el Bar Mitzvá, a partir de entender, gracias a los libros, que ninguna religión es superior a otra. Además, como le explica al hijo, no iba a permitir que sus padres gastaran tanto dinero en el Bar Mitzvá cuando lo que se estaba atravesando era, ni más ni menos, que la depresión de los años ’30.

Richard Shpuntoff, director.

En este puente entre padre-hijo/Estados Unidos-Argentina, surgen paralelos tales como el proyecto urbanístico de las ciudades (como el impulsado por Cacciatore, intendente de facto de Buenos Aires durante la última dictadura, de gestión celebrada –como expone el film– por Mauricio Macri), la expulsión de los barrios de los trabajadores, el rodaje de películas surgidas de la política del “buen vecino” de Roosevelt (como Down Argentine Way con Betty Grable y Don Ameche, y la animación de Disney Saludos Amigos), el vínculo entre Estados Unidos y la última dictadura argentina, las menciones a los 30.000 desaparecidos, y la constatación de un devenir histórico nada fortuito así como perceptible en los rostros y paisajes fantasmales, de un blanco y negro lluvioso (la película recurre a la textura del 16 mm), que Shpuntoff captura en la Buenos Aires contemporánea.

Todo lo que se olvida en un instante tendrá una nueva proyección mañana a las 17 en Arteón, Espacio Incaa de la ciudad. El film de Richard Shpuntoff tuvo su estreno mundial en la competencia oficial de FID Marseille 2020, seguido por proyecciones en Sheffield Doc 2020, Dok Leipzig 2020 y Black Canvas 2020 (México), entre otros; su estreno estadounidense fue en el festival Doc Fortnight 2021 del MoMA, en Nueva York.