Con frecuencia estamos tentados a defender a “los nuestros” y cuestionar a “los otros”. Y, cuando es el caso, de alguno de “los nuestros” dice o hace algo cuestionable, tendemos a excusarlo, mientras que solemos ser inflexibles con “los otros” sin entrar en razones. En lo personal, hago el esfuerzo, que no siempre me sale, de mirar primero la viga en mi / nuestro ojo, antes de ver la pelusa en el ajeno, siguiendo un consejo de Jesús. En clase más de una vez me encuentro ante ese desafío, y cuando alguna persona suele decir “sí, no como X que …” suelo tener como respuesta, “si, pero nosotros …” Sé que parece que lo mío es crítico de sectores eclesiales, pero mi intento es no ser inflexibles con “los otros” y blandos con “los nuestros”.
Pues bien, un cura, por lo que sé de Santa Fe, que luego pasó a la diócesis de Paraná y luego, por estudios, viajó a Roma, donde se quedó (cuyo nombre omitiré para no darle siquiera entidad), acaba de compartir un video vomitivo, execrable y, además, ignorante. Es cierto que la ignorancia se combate aprendiendo, pero suele ser imposible de vencer cuando nace de la soberbia (“el soberbio, nada sabe”, al decir de Tomás de Aquino). Un video cargado de incongruencias, para empezar, porque si lo que casi todos – el Papa incluido – llamamos “atentado” para él se trató de un “simulacro”, como afirma, no se entiende que esté conforme de que Cristina “no sea mártir” (nadie sería mártir de un simulacro ¿no?). Pero bueno, quizás sea pedirle lógica a un incapaz. Pero me quiero detener en una serie de aberraciones. Alguna quizás propia de la lejanía (suelen quedarse en Roma muchos que ambicionan ardientemente el episcopado, es decir, “trepar”), pero – para empezar – ignora (= ignorante) que “si la bala hubiera salido” no se trata solamente de que algunos tendrían una mártir, se trata de que con toda seguridad hoy nuestro país sería muy distinto, y muchos mártires de muchos lados empezarían a aparecer por doquier. Claro, no en Roma (además, al decir de Eduardo Galeano, hay personas que “valen menos que la bala que los mata” y en este caso aplicaría). Pero parece que, para el esperpento, la paz no es un valor fundamental para la convivencia y la vida, lo central es su odio (y, para peor, odio ignorante… Ni los pasos procesales conoce). El engendro tiene derecho a sentirse en la vereda de enfrenta del movimiento nacional y popular (lamentablemente, demasiados ambientes eclesiásticos lo están; ¿cuándo saldrá la declaración de repudio de la Conferencia Episcopal? Pero no, a estos no se los cuestiona ni recomienda el silencio…; es a “los otros”). Pero en el colmo de su odio destilado, cargado de lugares comunes de trolls (quizás su Evangelio), con un cerebro envenenado (al menos poca dosis de veneno se necesita para eso), no sólo hizo referencia a Cristina y a Néstor (obvio que incluyendo a los “cavernícolas que te siguen”, dirigiéndose a la vicepresidenta) en la conclusión hizo referencia a Dios y a lo que a veces se llama “juicio final”. Patético, pedante, primitivo, prepotente, patotero… para calificarlo solamente con la “p” de “p….”, peronista, o pingüino. Obviamente habló para los suyos, seguramente tan odiadores como él, o pichones de… Y no merece otra respuesta que el desprecio. Y yo, como cura, no quiero callarme y parecer tolerante. Tolerar la intolerancia se asemeja al suicidio, y – en lo personal – amo la vida. También la mía, pero antes la vida amenazada de los pobres, y también, la vida de aquellos y aquellas que han hecho mucho para que esta vida de los pobres sea más digna, más feliz, más vida, en suma. Desde mí, eso sería más cristiano, pero, de eso, ese, ¡no parece entender nada!
Eduardo de la Serna, cura en Opción por los pobres.