Mucho de la liturgia peronista --entre la fiesta, el agradecimiento, también la conmoción luego de distintos sucesos-- aparece concentrado en dos domicilios que ya son emblemáticos en la historia argentina: Gaspar Campos 1065, la casa en Vicente López donde vivió Juan Domingo Perón cuando regresó del exilio, y Juncal 1411, en el barrio de Recoleta, donde reside Cristina Fernández de Kirchner cuando está en Buenos Aires. “Contar la historia es contar el trauma”, dice el documentalista y director de teatro Jorge Gusmán, hermano del escritor Luis Gusmán y el padre de la actriz Martina Gusmán. El 17 de noviembre de 1972 el joven militante peronista, cámara en mano, filmó a una multitud cruzando el río Matanza, el día que volvió Perón después de 17 años de proscripción. Allí estuvo él, junto a compañeras y compañeros de todas las edades.
“(Alejandro) Lanusse puso 35.000 soldados para evitar que nos encontráramos con Perón; tanques, tanquetas, ametralladoras, suboficiales y oficiales armados hasta los dientes. A pesar de la represión y la lluvia, los milicos no lograron empañar nuestra alegría”, recuerda Gusmán y hasta las pupilas sonríen y proyectan ese estado de felicidad que regresa del pasado. “Ese día se cumplió el ‘luche y vuelve’ que habíamos pintado con carbón o pedazos de ladrillo en las paredes. Haciendo un paralelismo entre el 17 de octubre de 1945 que fundó al peronismo clásico, el 17 de noviembre de 1972 fundó al peronismo que perduró hasta el 1 de septiembre de 2022, día que Cristina reafirma que la lucha del peronismo continuará”, reflexiona el documentalista. “Cuando filmás estás viendo con tu ojo, pero después advertís que la cámara ve más que el ojo. Fui consciente del peligro cuando quise prender un cigarrillo y la mano me temblaba tanto que no pude al ver la hilera de tanques a la vera del río Matanza; parecía el desembarco en Normandía”, confiesa sobre la experiencia de filmar ante blindaje militar.
1972
Gusmán canta lo que cantaba cuando tenía 23 años con un tono entre arrabalero y pícaro: “En un bosque de la china un milico se perdió, porque no se pierden todos, la puta que los parió”. El entusiasmo aumenta con otro de los cantos de la juventud peronista: “Lanusse, marmota, Perón volvió cuando se le cantó las pelotas”.
A las 5 de la mañana del 18 de noviembre, Perón decidió dirigirse hacia la casa de Gaspar Campos 1065, en el corazón de Vicente López, un barrio que al igual que el barrio de Recoleta, donde vive la vicepresidenta, suele ser poco hospitalario con el peronismo. La casa en Vicente López fue construida en 1936. El dueño era Alfonso Van Der Becke, cuyo hermano Carlos había llegado a general antes que Perón y era un furibundo antiperonista que participó del intento de golpe de Estado de 1951, al igual que Lanusse, y en 1955 presidió un tribunal militar que decidió la degradación de Perón.
Más de cien mil personas fueron entonces hasta Gaspar Campos, ese chalet con techo a dos aguas, que se levanta en un terreno de veinte metros de frente por cincuenta de fondo, adquirido gracias a la ayuda económica de José Bel Gelbard. La casa –-que fue declarada patrimonio histórico nacional y provincial y restaurada por la CGT Zona Norte junto con el Partido Justicialista bonaerense en 2019-- tiene doce habitaciones ubicadas en el primer y segundo piso, doble cocina, un comedor con vista a la galería, un extenso fondo en barranca, pileta de natación y siete baños.
“Perón estaba de vuelta entre nosotros, muchos nunca lo habíamos visto personalmente. ¡Estaba ahí! delante de nuestros ojos, no lo podíamos creer", exclama Gusmán con el mismo asombro del joven que fue. "Los milicos nos hicieron vivir una larga espera de 17 años, pero el 18 de noviembre las calles y avenidas de Vicente López estaban colmadas de columnas de peronistas de todo el país. El peronismo era todo alegría, chicos, jóvenes y adultos cantaban, bailaban y no se iba nadie. Los que tuvieron que irse fueron los vecinos", recuerda. Y compara: "Estábamos ahí también para proteger a Perón, y en eso se asemeja con lo que pasó con Cristina: no solo para apoyarla fuimos a su casa, también para cuidarla, porque la quieren sacar como sea”.
2022
“Tránsito fluido, pocos militantes”, informa un policía que camina sobre Juncal en dirección a la esquina de Uruguay, en la misma cuadra de la casa de Cristina. Sobre las paredes de la entrada al edificio de Juncal 1411 hay papeles pegados escritos a mano: “Cristina 2023. El amor vence al odio”. “Cristina sos dignidad”. “Cris te amamos. Zamu, Bel, Santi y Mauro”. Junto con otros papeles impresos: “Todxs con Cristina”. “Gracias por los mejores 12 años. Amor con amor se paga. Todos con Cristina”.
Teresa tiene una vincha celeste y blanca con la inscripción “Fuerza Cristina”, un barbijo estampado con la cara de Cristina, una bandera whipala que le tapa el buzo blanco con la cara de la vicepresidenta y una bandera en la que aparece Cristina con Néstor con una frase desde la que se posiciona, como muchos otros ciudadanos: “Defender y abrazar a Cristina es defender y abrazar la democracia”. Tiene asistencia completa a esta esquina de Recoleta desde el lunes 23 de agosto, el día en que el fiscal Luciani pidió doce años de prisión para la vicepresidenta y que sea inhabilitada de por vida para ejercer cargos públicos.
Teresa suele llegar a las cinco o seis de la tarde --depende los días-- y se queda hasta las dos o tres de la madrugada. Da gusto escuchar la dulzura del habla boliviana en la punta de su lengua, una cadencia que permanece, aunque vive en Buenos Aires desde hace 36 años.
“Cristina me representa, Cristina es el pueblo; ella nos enseñó, nos empoderó. Yo trabajé todo mi vida de empleada doméstica y ella le dio muchos derechos al personal doméstico; nos dio la ART, nos dio la obra social, nos dio las paritarias, que antes no había; y empezó a tocar la puerta de muchas evasoras que nos tenían en negro. Cristina representa a los más desprotegidos; a cuántos jubilados ha jubilado, tantas mujeres, muchas odiadoras que recibieron la jubilación y han votado en contra de ella”, argumenta esta mujer de 60 años que vive en Congreso, en Callao y Tucumán.
El hecho maldito del país burgués
Para Gusmán la irrupción del peronismo en 1945 fue “muy traumática”, sobre todo en la clase media. “Esto en Recoleta se multiplicó, dado que la mayoría de los vecinos de la zona son personas mayores y se vieron invadidos por jóvenes alegres cantando y festejando, con la contradicción de que no son ‘cabecitas negras’, son personas como ellos".
"Lo similar es lo festivo y la incansable alegría que transmite el peronismo, con la fidelidad, solidaridad e insistencia con que están cuidando a Cristina -compara-. Y no se equivocan: corre peligro ante un enemigo que con otro maquillaje es el mismo, el antiperonismo que desde 1955 quiere desperonizar a la sociedad argentina”.
Para el documentalista la diferencia está en la relación de fuerza del peronismo cuando regresó Perón respecto de la movilización en las calles. “Antes los que salíamos y ocupábamos las calles resistiendo éramos nosotros, ahora ellos hacen marchas hasta para no vacunarse. El avance del campo popular en los 70 era mayor, hoy hubo un proceso de despolitización que se recuperó en parte con el kirchnerismo, pero no se logró la participación necesaria para lograr cumplir un proyecto nacional y popular”, plantea.
Tenía curiosidad por ver qué pasaba en la casa de Cristina y Gusmán estuvo ahí, en la esquina de Juncal y Uruguay, pero por primera vez sin una cámara, y reconoce que se sintió como “desprotegido” al no poder filmar, como lo hizo en los años 70. “Me emocioné al recordar días de interminables movilizaciones multitudinarias y ver el amor de la gente hacia Cristina”, expresa el documentalista y director de teatro. “Lo que vi es que la lucha entre peronistas y gorilas sigue intacta. Yo refrescaría la frase de John William Cooke: ‘el peronismo es el hecho maldito del país burgués’”, subraya Gusmán. Y aclara algo que para él no es menor: “el 17 de octubre no lo hicieron los peronistas, lo hizo el pueblo argentino que salió a pelear para que dejen libre a un militar que los venía escuchando desde la Secretaría de Trabajo”. En este aspecto también encuentra un punto de contacto entre Perón y CFK. “Con Cristina pasa algo similar con la cantidad de ciudadanos que vivieron la movilidad social desde lo económico o educativo y que tal vez no sean peronistas ni cristinistas ni kirchneristas, pero van a agradecer lo que recibieron: la jubilación, una casa, un trabajo”, enumera Gusmán.
Conciencia de clase
Teresa ofrece una pequeña clase que se podría titular “lo que significa tener conciencia de clase” a un joven argentino de Mar del Plata que vive en Chile y está de visita unos días en Buenos Aires. “Lo que ha pasado acá es el resultado de todos los multimedios buitres: todos los días prendés la tele y chácate, chácate, chácate y chácate; que la chorra, que la chorra, que la chorra… Eso sembró el odio en muchas empleadas domésticas que se creían que eran iguales a sus empleadoras y votaron a la derecha. En muchos de los cacerolazos salieron en nombre de la democracia, pero sacaron su odio a Cristina. ¿Cómo puede ser que mujeres que tienen un sueldo básico salgan a marchar y a defender a los buitres de la derecha? ¡Por favor!”, protesta Teresa.
Cuenta que cuando trabajaba en un amplio departamento en Palermo Soho, siempre iba con su remera de Cristina y su empleadora le decía, con vergüenza: “Tapate, Tere, tapate, que no te vean”. “¿Por qué me voy a tapar?”, le contestaba. Pero más bronca le daba que esa señora --que además tenía una casa en un barrio cerrado-- pagaba la luz y el gas con subsidios del Estado. La indignación se completó al descubrir que la boleta de luz que pagaba esa señora en Palermo Soho era del mismo valor que la que pagaba la hermana de Teresa, que vive en un monoambiente.
Medio siglo igual
“Lo de Cristina es lo mismo que lo de Perón en Gaspar Campos. Antes eran los fierros de los militares, ahora los fierros son las cámaras de los medios”, relaciona el documentalista y agrega que a 50 años del 17 de noviembre de 1972 “el antiperonismo está exacerbado”. A la hora de buscar similitudes advierte que los 17 años de exilio y proscripción “no hicieron más que alimentar el regreso de Perón” y que con Cristina sucede lo mismo: “se la ataca de todas las formas, cada vez con mayor violencia, hasta llegar a intentar matarla”. Otra semejanza que propone es que todos los que fueron a Gaspar Campos, en noviembre de 1972, querían que Perón tomara las riendas de un país que era totalmente distinto al que había dejado en 1955. “No se necesitaron 17 años, fue suficiente con 4 años, de 2015 a 2019, para que un gobierno con funcionarios de una minoría de empresarios embaucaran a la ciudadanía haciéndole creer que vendrían inversiones y en realidad endeudaron al país”.
El análisis de Gusmán se despliega con una claridad meridiana. “Perón reunió a todos en el restaurant Nino para buscar la unión de los partidos, fundamentalmente con el radicalismo; no era una idea equivocada; advirtió que en 1972 el enemigo no era el radicalismo, sino las dictaduras militares con el apoyo de los Estados Unidos”, explica y asegura que Cristina armó el Frente de Todos “con la intención de ampliar el frente político porque se dio cuenta de que Estados Unidos venía por todas las reservas de nuestro territorio y con los ajustes económicos al pueblo, repetidos en la historia”. Gusmán traza la última comparación. “Desde Gaspar Campos, Perón proponía vivir sin deuda externa y con dignidad. Cristina propone lo mismo (con Néstor en 2003 levantan las banderas del peronismo: justicia social, soberanía política e independencia económica); y le dice al pueblo que vivir con dignidad y felicidad puede lograr la grandeza de la patria”.
Teresa está segura de que no van a poder con Cristina. “Estamos en la lucha, defendiendo a la más hermosa”, sintetiza. Cuenta que el lunes 23 de agosto vio cómo varios vecinos celebraban a los bocinazos el alegato del fiscal Luciani. “Las inmundas odiadoras”, así llama a las vecinas de Recoleta, la vieron con la remera de Cristina y la quisieron agredir. “Yo les hacía la V y se querían morir”, comenta entre carcajadas.
Esta pequeña mujer que cuando habla se agiganta estuvo cuando Fernando Sabag Montiel intentó matar a la vicepresidenta. “Fue la mano de Dios, de nuestro Diego y de Néstor”, define sobre esa bala que no salió del arma y eleva la mirada hacia el cielo como si pudiera abrazar a los dos para agradecerles el milagro.
Teresa tuvo Covid en marzo de 2021 y permaneció internada en estado crítico. Cristina Kirchner le mandó un mensaje de audio a su WhatsApp. Lo comparte con esta cronista con la condición de que no sea grabado. “Sé que estás internada en La Providencia con Covid -se escucha la inconfundible voz de Cristina-. Te pido que le hagas caso a los médicos. Extraño no verte con las chicas que siempre me acompañan”.
Teresa se lleva el teléfono a los labios y besa el aparato que proyecta esa voz que le dice -ahora y siempre- que la extraña. La voz de Cristina, como la voz de Perón y de Evita, late en el corazón del pueblo.