Las políticas económicas aplicadas por los Estados Unidos y la Gran Bretaña en los años '80 y a partir de la dictadura cívico-militar en Argentina algunos años antes tuvieron como objetivo anunciado de disminuir el rol del Estado y modificar la distribución del ingreso a partir de la política fiscal regresiva.
El aserto de Ronald Reagan “El Estado no es la solución sino el problema” o el de Margaret Thatcher “El mercado es la única solución y no el Estado” o la consigna de la dictadura cívico militar “Achicar el Estado para agrandar la Nación”, parten de la misma impronta del liberalismo medio siglo después de que la crisis del 1929 haya mostrado las incongruencias del funcionamiento del capitalismo en rueda libre.
El punto de partida, ideológico, del neoliberalismo fue afirmar que los impuestos eran excesivos, que el Estado los despilfarra, que conviene disminuirlos y que el sector privado puede proveer los mismos bienes o servicios de manera mucho más eficaz y menos costosa. Una parte de los ciudadanos consideró que la “buena administración” de los recursos permitiría mejorar la relación impuestos-prestación de servicios del Estado bajando los impuestos.
El modelo es bastante sencillo si el Estado gasta menos disminuyendo la cantidad de empleados públicos se pueden reducir los impuestos y se llegará al equilibrio presupuestario, aunque nadie pueda pretender que se provean los mismos servicios. Las privatizaciones de los servicios públicos, que son monopolios, permiten al Estado, de obtener recursos por su venta, achicar el déficit por un lado y por otro bajar el gasto público en inversión, funcionamiento y subsidios.
El truco es que se reducen por un lado los impuestos de los más ricos y las empresas privatizadas incrementan las tarifas que son un gasto para los sectores populares y las capas medias.
Falta de inversiones
El Estado deja de proveer sus funciones que son transferidas al sector privado, lo cual permite que cada uno de los ciudadanos compre o deje de comprar el bien sin tener que aportar impuestos obligatoriamente como si los comprara. Hoy se sabe que la explicación de los neoliberales no era correcta, puesto que la tasa de crecimiento promedio del PIB entre 1970 y 1980 fue de 3,4 por ciento a pesar de las crisis llamadas del petróleo y disminuyó al 2,3 por ciento en la década de los ’90, la desigualdad de ingresos se agravó y solo se beneficiaron los más ricos.
El segundo parámetro que fue la lucha “contra la inflación” se tradujo por la aparición de tasas de interés positivas favorables al capital financiero -una novedad desde la crisis del ‘30-, lo cual produjo una caída de la inversión y un aumento del desempleo.
Como consecuencia, cuatro décadas después, las infraestructuras de los Estados Unidos y Gran Bretaña están en un estado calamitoso por falta de inversiones y reaparecieron niveles sorprendentes de pobreza en los países avanzados que se habían olvidado desde la década de los ‘30.
Esto se puede ilustrar recordando que los ferrocarriles ingleses que figuraban entre los más modernos del mundo en 1970 están hoy en tal estado que Boris Johnson evocó su eventual renacionalización mientras que países como España cuya red era una de las más atrasadas de Europa en la misma época, posee hoy una red de trenes de alta velocidad AVE que figura entre las más modernas del mundo gracias a las inversiones masivas en el sector realizadas por González y Zapatero.
Políticas a favor de los ricos
Las políticas neoliberales de Reagan y Thatcher fueron y, en ciertos casos, son aún la expresión de la toma del poder por parte de los sectores más retrógrados del capitalismo, que impusieron condiciones que ya habían existido en la “Belle époque” y antes de la Primera Guerra Mundial. Estas políticas fueron el resultado de las exigencias de los sectores capitalistas más concentrados y no la aplicación de propuestas expresadas por los ideólogos de turno como Milton Friedman o Friedrich von Hayek. En Argentina fueron la expresión de la dictadura que respondía a las exigencias los terratenientes y financistas que representaba Martínez de Hoz o Cavallo.
Milton Friedman y otros explicaron y teorizaron, ex post, quizás fundamentaron, con teorías en algunos casos un tanto esotéricas, los deseos de los capitalistas de ganar más y alterar la distribución del ingreso a su favor. Pero las políticas fiscales y financieras favorables a los sectores económicos dominantes rentísticos respondían a la demanda de los capitalistas de destruir la Economía del Bienestar y transferir hacia ellos los incrementos de la productividad del trabajo.
Estos dirigentes fueron financiados y apoyados por los intereses citados para facilitar la obtención de ganancias para los más ricos. La obtención del Premio Nobel de Economía por parte de Friedrich von Hayek en 1974 y de Milton Friedman en 1976 constituye una suerte de consagración científica de del neoliberalismo.
Tres corrientes neoliberales
En su libro Globalistas. El fin de los imperios y el nacimiento del neoliberalismo, el profesor canadiense Quinn Slobodian releva que la teoría neoliberal comporta tres corrientes:
1. La “escuela de Chicago” con sus Chicago boys, Milton Friedman y la prolongación en los nuevos clásicos, Robert Lucas y sus anticipaciones racionales o Eugene Fama y la teoría de los mercados eficientes.
2. "El Ordoliberalismo alemán que es de consumo interno y supone encarnarse en la “economía social de mercado” que intenta disimular la concentración del capital monopólico industrial y bancario en Alemania.
3. La tercera es la de la dupla austriaca de Ludwing von Mises y Friedrich von Hayek dos miembros de pequeña nobleza civil del Imperio austro húngaro de los Habsburgo.
Mientras las dos primeras corrientes se apoyan y adhieren a la teoría ortodoxa, la tercera descarta la base teórica y rechaza la competencia perfecta como base normativa del modelo. von Hayek señala incluso que la competencia perfecta es un contrasentido ya que la actividad económica es una suerte de carrera por obtener más beneficios y es absurdo que se imponga una igualdad entre los competidores ya que llegarían todos empatados y el objetivo de una carrera es que haya un ganador.
Sofismas para engañar
Friedrich von Hayek utiliza un sofisma porque su objetivo es engañar al interlocutor ya que la competencia según la teoría ortodoxa no es una carrera sino la condición de un equilibrio general. La ausencia de competencia destruye la lógica interna del modelo ya que si no hay competencia perfecta no hay equilibrio ni utilización racional y óptima de los factores de producción. Simplemente von Hayek es un ideólogo de ultraderecha.
Estos neoliberales describen la necesitad de separar la acción del Estado y del mercado, contrariamente a Friedman que admite la interacción. von Hayek pensaba que “la libertad” se definía como el campo de las probabilidades de elegir entra las diferentes alternativas propuestas por el mercado, que producía la “catalepsia” suerte orden “natural” espontáneo del conjunto.
El Estado según él solo tiene una función represiva: debe proteger la propiedad privada y limitar el campo de acción de los sindicatos o proscribirlos. Su primer libro Precios y producción Keynes lo calificó de "uno de los más espantosos embrollos que he leído" es su único libro no literario y donde utiliza las categorías económicas habituales. En esa obra von Hajek trata de explicar el origen de la crisis del '30 y propone soluciones que han sido resumidas por Lord Skydelsky diciendo que no funcionan y aplicadas por la República de Weimar fueron las que condujeron a la llegada de los nazis al poder.
En su segundo libro, Camino de servidumbre, publicado también en Inglaterra en 1944 hace el amalgama entre el nacionalsocialismo y el comunismo y se pronuncia contra la Economía del Bienestar. Escrito por un ciudadano austríaco contra el régimen vigente en su país fue retomado y publicado por capítulos por la Revista “Selecciones Reader's Digest” en la década del ‘50 y fue el libro libertario fundador.
von Hayek viajó dos veces a la Argentina, una vez en 1957 invitado por Aramburu y la segunda en 1977 fue recibido por Videla. Declaró que “a veces las dictaduras son necesarias para retomar el buen camino” y “personalmente prefiero un dictador liberal que un gobierno democrático que falte al liberalismo”. A los libertarios las dictaduras no les molestan.
* Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019. [email protected]