Cuando Elisa Loncon fue instituida como primera presidenta de la Convención Constituyente -cuyo inicio fue aprobado en plebiscito con amplia mayoría- un río de emoción recorrió las venas abiertas de nuestra América. Mujer, mapuche, lingüista y con el pañuelo feminista en el puño abría con su sola presencia un espacio de ciudadanía inusitado para su pueblo y una esperanza de un proceso constitucional donde convergían no sólo los partidos políticos sino también los movimientos sociales e independientes. Desde el inicio de las sesiones, sin embargo, el poder concentrado sintió esa misma vibración y se dedicó a hostigarla como parte de una campaña de rechazo a todo el proceso constitucional que finalmente se impuso por amplia mayoría el domingo pasado con la complicidad de los medios masivos de comunicación que se dedicaron sin pudor a la difusión de noticias falsas. Sin embargo, las causas del rechazo al texto que podría haber reemplazado a la Constitución redactada durante la dictadura de Pinochet son múltiples e involucran también -según la misma Loncon- al funcionamiento de la Convención, a una especie de voto castigo al reciente gobierno de Gabriel Boric y también a un racismo estructural que vuelve amenazante un derecho colectivo como la plurinacionalidad, por ejemplo.
“Todo lo que tiene que ver con la violencia instalada en Chile tiene que ver con la Constitución del 80. Y no resolvimos nada de eso”, se lamenta Elisa al mismo tiempo que hace, en esta entrevista, un balance -crítico y autocrítico- del rechazo que todavía duele en el cuerpo.
¿Cuánto pesó en el rechazo del domingo pasado el poder de los medios de comunicación?
En la evaluación sobre el abrumador rechazo del plebiscito de salida, hay factores internos y externos. En cuanto a lo externo, la campaña de manipulación mediática que afectó a los electores, con muchas mentiras, sobre todo atacando un punto sensible para nosotros que es la plurinacionalidad. Se instalaron mentiras al respecto, como que se iba a dividir el país. También se difundieron otras noticias falsas en relación con los derechos sexuales y reproductivos, diciendo que de aprobarse se iba a poder abortar hasta los nueve meses. Y también con relación a la propiedad, diciendo que las personas no iban a tener derecho a la casa propia, solo porque en el texto constitucional se expresó el derecho a la vivienda digna. La manipulación fue tremenda.
¿Y en cuanto a los factores internos?
-Dentro de la misma convención hubo una diversidad de actores políticos y algunos muy radicales, siempre fue muy difícil lograr consenso con las posturas radicales. Con la derecha no existió ninguna posibilidad de consenso y con la izquierda supra radical, siempre se opusieron a necesidades tan básicas como por ejemplo que el texto se entregara a los expresidentes, y eso significó un punto en contra más cuando ya teníamos un texto constitucional.
¿Es esta falta de algunos consensos lo que promovió ideas -directamente desde el gobierno de Gabriel Boric- que hablaban de un “apruebo para reformar”?
--La política del presidente no es clara para la población, el gabinete ha cometido errores que después tienen un alto costo para la misma democracia. El rechazo también tiene que ver con la aprobación del presidente. Pero mira, todo lo que tiene que ver con la violencia instalada en Chile tiene que ver con la Constitución del 80. Y no resolvimos nada de eso, lamentablemente no alcanzó el diálogo ni la madurez con la población chilena. Y los medios, que son parte de la elite económica de Chile, tuvieron un papel fundamental en la manipulación de la opinión pública. Si ibas a los territorios todas las radios te recibían con esos mensajes falsos. Entonces, hubo errores nuestros, hubo errores de los sectores radicalizados, hubo manipulación de la derecha y hubo racismo. Eso se juntó para el rechazo.
La declaración de un Estado plurinacionalidad ¿era una demanda del pueblo mapuche?
-En ciertos sectores sí, pero en el común del pueblo mapuche no era siquiera conocida la palabra. Aunque también tengo que decir que la política de escaños reservados también nos pilló de sorpresa porque nunca nos había pasado de tener ese reconocimiento y cuando se hizo la votación de los escaños votó una cantidad de población muy baja. La demanda de plurinacionalidad es un principio de derecho colectivo y la gente está de acuerdo en que hay que recuperar los territorios, la lengua, la cultura, incluso la autonomía y la libre determinación y esos fueron los conceptos con que se construyó la plurinacionalidad. Pero el concepto mismo de plurinacionalidad no tuvo la suficiente difusión, en el corto tiempo del que dispusimos. Y la derecha aprovechó para también instalar la plurinacionalidad como antagónica para el nacionalismo chileno. Se transformó en una posición anti chilena, anti bandera, eso es parte de la campaña de noticias falsas.
Fue muy bajo el apruebo en territorios con población mapuche…
-Claro, porque, además, ¡nosotros trabajamos en pandemia! No podíamos salir a los territorios, teníamos eso en contra y fue determinante. Y el tiempo exigido de un año para todo el proceso hizo que la convención fuera un encierro concentrado para elaborar y construir las normas y se dejaron los territorios. Lo único que salía era la información parcial que tomaba la derecha para hacer su reality show. Claro que faltó trabajo territorial.
¿Por qué la urgencia de esos tiempos tan limitados cuando se trata de una Carta Magna?
-Es parte de lo que se instaló en noviembre de 2019, un plazo total de 9 meses. Todas las condiciones en contra, de tiempo, de apoyo comunicacional, de cómo llegar al plebiscito final. La última votación del proceso fue un 80 por ciento de apruebo para instalar el proceso constituyente. No hay antecedente de un cambio constitucional que tenga un plebiscito de entrada, uno de salida y que además el de salida que fuera obligatorio. Esas condiciones estaban puestas para que se rechazara. Tuvimos dos o tres meses para dar a conocer un texto constituyente pero la derecha del rechazo, desde el momento uno de los debates, empezó hacer campaña. Y coludidos, amparados por los medios de comunicación.
¿Usted evalúa el rechazo como un retroceso en el reconocimiento de las naciones preexistentes al Estado chileno?
-Yo creo que no ganamos, pero tampoco lo perdimos todo. Porque nunca hemos ganado. Nosotros no estamos reconocidos constitucionalmente ni nuestras políticas tampoco, era la oportunidad en este momento, para que por fin se aceptara. Pero esto nos hace ver que hace falta tiempo todavía. Hubo avances, porque por primera vez fuimos convocados para redactar una nueva constitución y lo hicimos junto al pueblo de Chile, avanzamos en nuestros derechos y avanzamos en diálogos. En instalar los grandes temas: la paridad, por ejemplo, y la paridad en el mundo indígena que es muy importante, porque los colonialismos se le han entroncado en nuestra cultura dando mayor jerarquía a lo masculino. Y también avanzamos en los derechos de la naturaleza.
La naturaleza fue tomada como sujeto de derecho en el texto constitucional.
-Eso habla de que sí hay un avance sustantivo en contenidos políticos y en instalar formas estratégicas de diálogo. Ahora se va a iniciar un nuevo proceso, es lo que se prometió desde la presidencia. Ellos van a tener que fijar las reglas para lo que se discuta; está el texto nuestro, el texto de la expresidenta Michelle Bachelet, se ha rumoreado que esos serían los insumos. El debate hoy en día serían los tiempos. El 11 de septiembre habría una reunión para definir eso, y es una fecha significativa en la que se recuerda el golpe constitucional que el año que viene cumple 50 años. Es complejo, pero no creo que el debate esté perdido, creo que el debate está avanzado y que la próxima constitución no puede hacerse sin los pueblos porque ya sería racismo declarado. No se podría hacer sin las demandas de paridad porque es fundamental para la sociedad chilena.
¿Cuánto del rechazo está anclado en discursos de odio, como el racismo, el sexismo, la transfobia?
-¡Va contra todo! Contra la paridad, contra la descentralización, contra los derechos de la naturaleza. En la convención constitucional, la postura de los convencionales sobre todo mapuche, era que nuestro pueblo sea asumido como parte de la política estatal, porque hasta este momento no somos asumidos en derechos políticos, ni territoriales ni en ningún derecho colectivo. Pero esto fue tomado por la ultraderecha para tergiversar y decir que somos todos violentos, un discurso negador de las identidades, trans, lesbianas, gays y todas las identidades. Nuestros trajes, nuestras lenguas les molestaban y eso fue parte del discurso de violencia. Y ese discurso se naturalizó. Se necesitaba una respuesta conjunta de todos los convencionales que lo dejaron como un tema mínimo. Después se habló de un “rechazo con amor”, pero eso se trató de acusar a los indígenas que iban a ser privilegiados, que iban a ser de primera clase y los chilenos de segunda. Todo un discurso de odio, pero enmascarado en que había que “rechazar con amor”. Fue cruel y muy duro.
¿De que se trató esa campaña (un spot de la misma se puede ver aquí)?
- Yo como presidenta de la Convención Constituyente llamé a la gente a hablarnos con aprecio, con cariño, lo demandé frente a todos y después tomaron ese mismo discurso para promover el rechazo. Y nos quitaron la visión de la plurinacionalidad de que podíamos vivir juntos. Ellos la pusieron como divisionista. Lo que queremos es un destino común con el resto de los chilenos con algunos derechos específicos, claro. Es lo mismo que una puede decir de otras identidades sexo genéricas. Todos podemos convivir. Es demasiado violento atacar a la persona por su lengua, su vestimenta, su forma de mirar al mundo; y se usa eso para infundir el miedo a la población chilena.
Infundir miedo al otrx es una estrategia común del poder concentrado para sostenerse.
-En Chile tenemos muchas segregaciones, se considera que el mundo civilizado está cerca de quienes más tienen. Y después está la periferia, este mundo de la periferia está atacado por mucha violencia producto de la falta de derechos también. Pero, por otro lado, hay sectores del mundo indígena que buscan la recuperación de los territorios de manera violenta. Yo soy parte del pueblo mapuche y mi corazón está puesto en el pueblo mapuche. No puedo ser por un año convencional, pero estaré mirando el proceso que viene. Y nosotros tenemos que estar porque la única manera de resolver el problema de la violencia estatal y de otras formas de violencia es construir un diálogo. Imagínate que el plebiscito se hizo en zonas de excepción, ocupadas por fuerzas federales, zonas de violencia que se han declarado así porque hay poblaciones que buscan su demanda a través del sabotaje.
¿Usted cuestiona esas formas de lucha?
-Es que es una postura colonial que también está inmersa en nuestras comunidades. El colonialismo impide que se vean estrategias no patriarcales, pues. El arma es patriarcal, no hay diálogo ahí. La violencia va unida al colonialismo y al patriarcado y por eso muchos compañeros se fueron contra nosotros los convencionales. Es más, la derecha hoy día está usando el mismo discurso con que nuestros compañeros mapuche nos acusan, diciendo que ahí estábamos los intelectuales de elite. Hoy, esas mismas palabras las escuchas de la derecha. Por ambos lados se está dañando la posibilidad de mejorar la democracia.