La pequeña localidad de Cantera Quilpo, un pueblo de doscientos habitantes a veinte kilómetros de Cruz del Eje, en Córdoba, está a punto de desaparecer. Las casas de los pobladores, la escuela, la iglesia y toda la vida social de la villa transcurren dentro del mismo terreno donde la minera Cefas explota la cantera de cal, la única actividad económica de la zona. A fines del año pasado, Cefas comenzó una serie de despidos masivos que terminaron la semana pasada con los últimos 70 trabajadores que quedaban en la cantera. La situación se volvió crítica para los vecinos: además de los puestos de trabajo, están a punto de perder sus casas que ya empezaron a ser demolidas por la empresa porque forman parte de su propiedad.
“Toda la vida de Quilpo se desarrolló alrededor de esta fábrica. Toda la población, incluida la escuela y la iglesia, está dentro del inmueble de la empresa. Y ya empezaron los trabajos de demolición”, le contó a Pagina/12 Pablo Olmos, abogado y vecino de Cruz del Eje, la localidad más cercana la cantera.
El pequeño paraje, también conocido como pueblo blanco, surgió con la llegada de Canteras El Sauce, en 1940, que instaló el emprendimiento minero y llegó a tener 300 empleados. Alrededor de la cantera, los hornos y la embolsadora fueron instalándose las casas de los obreros, la enfermería, una iglesia, un jardín de infantes, dos escuelas primarias y un secundario con orientación en minería. En 1994, la empresa quebró y fue comprada por Cefas SA.
Las malas noticias llegaron el año pasado, cuando parte de las acciones de la empresa fueron compradas por una calera mexicana que anunció una inversión de más de 50 millones de dólares para instalar dos hornos de última tecnología de calcinación. “Creemos que la Argentina va a recuperar su dinamismo en el corto plazo. La cal es una materia prima que se usa en muchas industrias. Y consideramos que la construcción tardará un poco, pero estará también por recuperarse”, había celebrado Pedro Brandi, presidente del nuevo directorio. Pero el crecimiento nunca llegó y las caídas de las ventas motivaron a la empresa un cambio de estrategia: canalizar toda la producción desde otra planta en San Juan.
“Los primeros despidos empezaron a final del año pasado cuando cesantearon a 70 trabajadores. A medida que lograban que se fueran de las casas las demolían para que no sean ocupadas. Ahora despidieron a los últimos 70 empleados y la gente no sabe qué hacer. Además de sin trabajo se quedaron sin casa y sin pueblo”, contó Olmos, sobre la triste realidad del pueblo que tiene más de 70 años.
A la falta de trabajo se suma la falta de vivienda y una salud afectada por vivir al margen de la cantera. Según cuenta Olmos, la mayoría de los trabajadores salen de la empresa “muy estropeados” y con incapacidad laboral. “Son trabajos de cantera muy pesados que les destrozan la columna. Va a ser muy difícil que pasen un apto físico para entrar en otra empresa”, explicó el abogado.
Según el relato de los trabajadores despedidos, el año pasado la empresa contrató psicólogos para convencerlos de que buscaran un nuevo trabajo y lugar para vivir. Para Olmos, esto desmoralizó a los empleados y los desarticuló ya que no ofrecieron ningún tipo de resistencia. La preocupación de los vecinos, ahora, es qué va a pasar con las escuelas, adonde asisten chicos también de otros parajes cercanos.
El panorama para los trabajadores despedidos no es bueno. La mayoría buscó mudarse con algún familiar en Cruz del Eje. Pero allí conseguir trabajo también parece difícil. “En Cruz del Eje sólo queda una sucursal de Zanella y no hay nada más además del empleo público”, dijo Olmos, para quien la situación se va a poner cada vez más grave. “Están llevando a la gente a situaciones extremas. No hay trabajo, acá no se produce nada. Hay muchas personas enfermas con chagas. Acá una mujer de 30 ó 40 años parece anciana, respirar todo el día aire con polvo de cal te aniquila. Y encima están pasando la topadora sobre las casas”, se lamentó el abogado.