Es uno de los guitarristas más personales del circuito del jazz internacional. Arraigado en la profunda tradición del góspel y del blues, su hardbop de gesto gentil equilibra plasticidad y destreza individual con sensibilidad de grupo y un implacable gusto por la claridad melódica, sin sacrificar los esenciales espacios para lo imprevisible. Colaborador de músicos como la pianista y cantante Diana Krall, el pianista Kenny Barron, el saxofonista Sonny Rolllins, el trompetista Winton Marsalis y el contrabajista Ron Carter --con quien estuvo en su última visita a Argentina en mayo 2019-- el nombre de Russell Malone se asocia naturalmente a mucho de lo mejor del jazz de las últimas décadas.

El viernes y el sábado, en doble función --a las 20 y 22.30--, Malone actuará en Buenos Aires, en el Bebop Club (Uriarte 1658). Lo hará con un combo de músicos argentinos, encabezado por el trompetista Mariano Loiácono, con Jerónimo Carmona en contrabajo, Eloy Michelini en batería y Pablo Raposo (el viernes) y Ernesto Jodos (el sábado) en piano. “Tocaremos los temas que nos gusta tocar”, resume Malone al comenzar el diálogo con Página /12. Músico curtido en encuentros repentistas y variadas formaciones, Malone dice que espera con particular interés esta serie de presentaciones. “El quinteto es siempre un buen combo, pero más allá de eso trato de adaptar mi forma de tocar a cualquier formato y circunstancia, porque lo que me interesa es encontrar el lugar para mi sonido. Cuando los músicos son buenos, cualquier formato resulta placentero. Sobre Mariano (Loiácono) y el equipo de estos maravillosos músicos argentinos que ha convocado escuché sólo buenos comentarios. Es gente que sabe de jazz, así que seguramente pasaremos buenos ratos tocando”, asegura.

Nacido en Albany, Georgia, en noviembre de 1963, Malone pasó la infancia tocando gospel en la iglesia del barrio, al tiempo que por las veredas de la ciudad resonaban las combustiones urbanas del blues, el rock, el funk, el rhythm and blues y el country. Marcado en su adolescencia por la santísima trinidad de los guitarristas de jazz --Wes Montgomery, Grant Green y Gorrge Benson--, Malone cuenta que no tuvo formación musical académica y asegura que más que pensar en pertenecer a una tradición le interesa siempre tocar lo mejor posible. “Por esas épocas aprendí también escuchando a Kenny Barrell, a Chet Atkins y a B.B. King, entre tantos otros”, recuerda.

“Y no escuchaba sólo guitarristas”, continua Malone. “Para mí fue importante tratar de entender a otros instrumentistas y podría hacer una lista infinita de los que me enseñaron cosas, desde Duke Ellington, “Satch” (Louis Armstrong) y “Bird” (Charlie Parker) hasta Sonny Rollins y Miles. Me formé escuchando mucha música, esa fue, y sigue siendo, mi manera de aprender. Así fui encontrando mi propia voz.”, agrega. Hablando de voces, la lista de influencias para Malone, que en su primer disco se anima a cantar --y muy bien-- en “I Don't Know Enough About You”, se amplía con Billie Holliday. “También trato de incorporar esas influencias a mi forma de tocar. Escuchar y tocar de todo es lo que me permite de seguir desarrollándome y mejorando; y cuando después de todo logro sonar como Russell Malone, siento una gran satisfacción”, comenta el guitarrista.

El orden rítmico y la claridad melódica son atributos indispensables para la música de Malone, que más allá de las innumerables colaboraciones con figuras fundamentales del jazz, ostenta una muy apreciable discografía en primera persona. Trabajos como Sweet Georgia Peach, editado en 1998 por Impulse!; Playground, de 2004, con la participación del pianista Martín Bejerano; o los más recientes All About Melody (2016) y Time for dancers (2017), dan cuenta de un estilo franco y caluroso, con un swing de marca distinguida que sin embargo nunca desborda en excesos. “Cuando toco, lo que más me importa es llegar al público, que el oyente entienda lo que estoy tocando, que sienta que estoy haciendo jazz. Para eso la claridad es fundamental”, dice Malone y concluye: “Puedo decir que si he logrado un estilo propio, es porque tuve la inmensa fortuna de tocar con muchas de las leyendas del jazz. Esa es una de las mejores experiencias que puede tener un músico”.