El empresario Marcelo Diamand fue uno de los principales pensadores de la economía argentina. Sostenía que el país tenía una estructura productiva desequilibrada, en el que las actividades primarias de exportación contaban con una productividad relativa muy elevada que bloqueaba nuestro desarrollo industrial. Es que el dólar “pampeano” al que era competitiva nuestra producción agropecuaria, no permitía que la industria pudiera competir a nivel internacional. Ante esa situación, los aranceles a la importación eran un remedio insatisfactorio ya que, si bien permitían que la industria fuera competitiva en el mercado interno, no lograban que lo fuera en el mercado internacional. De ello resultaba que cada vez que la industria se expandía, generaba un déficit comercial que la tornaba dependiente del ritmo de liquidación de divisas del agro.
Frente a esa situación, Diamand proponía un desdoblamiento cambiario que compensara las diferencias relativas de productividad. Un dólar bajo para la liquidación de exportaciones agropecuarias, abaratando indirectamente el precio de los alimentos en el mercado interno. Un dólar elevado para la industria, que encareciera las importaciones para proteger el mercado interno y, por otro lado, permitiera su desarrollo exportador. Esa propuesta era una especie de equilibrio entre las aspiraciones distributivas de los trabajadores (favorecidas por el dólar pampeano que abarataba los alimentos), y la promoción de un desarrollo industrial que no chocara permanentemente con la restricción externa.
Efectos del dólar antidiamand
En contraste con las ideas de Diamand, recientemente se estableció un dólar que permite temporalmente una cotización más elevada para las exportaciones de soja, con el objetivo de estimular la liquidación de exportaciones de nuestro principal producto agropecuario. Si bien se trata de una medida temporal forzada por la desesperación por obtener reservas para estabilizar el mercado de cambio, sus efectos deben tenerse en cuenta si se piensa en avanzar hacia algún desdoblamiento que mantenga un esquema similar.
Por un lado, la suba del dólar soja encarece una serie de contratos agropecuarios fijados en el valor de la oleaginosa, especialmente los arriendos de los campos, aún mucho de los cuáles se utilizan para otros cultivos. Ello genera un incremento en los costos agrícolas que puede trasladarse a los precios finales de algunos alimentos de consumo interno. También estimula una mayor siembra de soja en desmedro del maíz y el trigo, dando marcha atrás con las políticas de diferenciales de retenciones que había instalado Kicillof y mantenido el macrismo, que permitieron disminuir la tendencia al monocultivo sojero en los últimos años.
Por su parte, mantiene un dólar barato para las importaciones en desmedro de la producción nacional. Si bien existen trabas administrativas, son menos eficaces por su limitado alcance y por depender de una discrecionalidad que genera nichos de renta extraordinaria para ciertos importadores. A su vez, no estimula el desarrollo industrial exportador manteniendo su tendencia a generar déficit comerciales.
@AndresAsiain