El reinado de Carlos III será muy distinto al longevo e histórico de su madre, fallecida a los 96 años de edad. Por más generosa y leve que la naturaleza sea con Carlos, de 73 años, no le brindará siete décadas de vida en el trono británico, como ha tenido Isabel II rompiendo todos los récords de duración. Durante su tiempo, la monarca desaparecida participó como conductora de ambulancias en la Segunda Guerra Mundial, observó la caída y desintegración del mayor imperio del siglo XIX y XX sobre el que reinaba y personalizó la jefatura del Estado británico, pieza clave en el tablero político internacional hasta el siglo XXI.
Por longeva e histórica, y siempre con la sonrisa y el buen vestir para la ocasión, el pueblo británico, en su mayoría, la admiraba y la respetaba, o, al menos, la percibía con indiferencia. Sin comerlo ni beberlo, Isabel II ha colocado el listón de la corona tan alto que, después de ella, su sucesor lo tendrá difícil para alcanzar, si no la misma popularidad, altas cotas de aceptación. Al nuevo monarca no le perdonarán los posibles tropiezos que resultaban graciosos de su Graciosa Majestad Isabel II. El reinado de Carlos III se abre lleno de incertidumbres.
El país que todavía se mira en la grandeza y arrogancia colonial verá flaquear la Commonwealth, tal como han indicado algunos de la cincuentena de sus miembros al decir que luego de Isabel II quieren convertirse en repúblicas independientes. Barbados no ha esperado ni el óbito de la regente y proclamó su república en noviembre pasado, coincidiendo con los 50 a años de su independencia. El príncipe Guillermo tuvo que escuchar antes del verano, en su visita oficial al Caribe, que era el último viaje en que lo recibían como jefe de la metrópoli "explotadora". Para el estrenado rey, lo poco que queda del imperio parece que se esfumará en el cambio generacional. Gibraltar y las Malvinas pueden servir de consuelo. Hong-Kong no ha respetado ni los pactos firmados con ellos en 1997.
Con la salida de Reino Unido de la Unión Europea, el papel del nuevo monarca lo encamina a ser más el rey del Brexit o little England (ansias independentistas escocesas al margen) que el monarca con la mayor historia de Europa, puesto que la monarquía británica exhibe una historia milenaria solo rota en una década del siglo XVII. La más vieja y tradicional de Europa.
En la organización Republic, su portavoz, Graham Smith, anda desbordado desde que se ha anunciado la muerte de Isabel II, así y todo atiende a Público para decir lo siguiente: "Como personas que encarnan una institución política en un Estado democrático, nuestra organización ya dijo en el jubileo de platino que Isabel II debía ser también la última, porque el derecho hereditario es propio de la Edad Media, no de la Edad Moderna y menos de las democracias transparentes".
El reinado que se abre con la muerte de Isabel II genera grandes interrogantes, puesto que la institución, incluso presidida por la monarca sin pecado, ha sido zarandeada en los últimos años por la huida o autoexilio del príncipe Enrique, el escándalo sexual protagonizado por el príncipe Andrés o la campaña de descrédito contra Meghan Markel (o duquesa de Sussex) por parte de los medios más ruidosos y conservadores.
La monarquía se ha debilitado, y Carlos III tiene pocos apoyos dentro de sus palacios. El historial o las alforjas con las que llega el rey al trono para iniciar su real viaje tampoco tienen nada que ver con el impecable ejemplo de su madre, que miraba hacia otro lado cuando no le gustaba lo que veía en su vida matrimonial o familiar. A los 25 a años de la muerte de la princesa Diana, la sombra de lady Di, como la del ciprés, es alargada. Aunque Camila ha dejado de ser la mala y se haya ganado las credenciales para ser reina, continúa siendo la otra.
Los partidos políticos británicos, los medios de comunicación que libran sus campañas en favor y/o en contra de determinados miembros de la familia real, tendrán que plantearse qué hacer con el nuevo rey; si llegan a cuestionar el derecho hereditario y la institución, o se quedan, como hasta ahora, con la anécdota de si Kate Middleton es la buena madre, esposa y futura reina y viste bien o si Camila se ha regenerado o si Carlos ha sido imprudente en aceptar un donativo millonario de un jeque árabe a cambio de un favor administrativo. El papel ceremonioso de apertura del Parlamento u otras funciones reales ya han sido traspasadas al hasta ahora príncipe heredero en el último año, así que poco le queda aprender al nuevo rey para hacer el trabajo que le marcó su nacimiento.
Además de defender el derecho hereditario (divino cuando les fue otorgado en el origen de la institución) en tiempos actuales Carlos III tendrá que revertir la tendencia de las encuestas de opinión, que no le son favorables para el futuro. Aunque no se publican cifras oficiales sobre el apoyo a la monarquía o la república, los sondeos de YouGov de 2021 apuntan a que, por primera vez, la franja de británicos de 18 a 24 años de edad se muestra en su mayoría republicana, con un 41% partidario de la república y un 31% de la monarquía; mientras que en el tramo de 25 a 49 años de edad los republicanos son el 27% y los monárquicos el 53%; de 50 a 64 años de edad, el 21% es republicano y el 70% monárquico; y a partir de 65 años de edad, los monárquicos arrasan con el 81% frente al 13% de republicanos.
A tenor de este estudio, la monarquía (en sentido democrático u occidental) es cosa de viejos. Quien mejor la caracterizaba en Europa ha fallecido a los 96 años al pie del cañón, y no era Agustina de Aragón.