El Señor Malandro no pretende ser alter ego de nadie; demasiado orgullo individualista corre por su sangre como para afirmar convertirse en el espejo de otro. Lo encuentro en un bar, sábado de sol con la apariencia de ser un tipo común.
-“Muchos dicen que soy lo que no se puede decir”, me saluda mientras fuma.
-“Qué sé yo”, le contesto. Estoy malhumorado y entristecido por el atentado.
-“Bien ¿Va a querer hablar del arma y de Cristina, no?”
Pido un café. –“Hable usted, mejor”.
Se acomoda su saquito de empeño elegante, se calza sus lentes dorados.
-“Primero semblanteá la cara del fulano y su novia: dos imbéciles. Luego pensemos si alguien lo mandó o qué otra cosa: misterio. Al arma la “limpiaron” camino al Juzgado: información que ensucia el asunto, con perdón del juego poético. Después pensemos lo de victimizarse como política y te bato que a nadie le conviene, es una pelotudez. Y finalmente este cuadro: todos los empeñosos provocadores del éter y la tele y las señoras agrietadas con banderas que fueron a llevar bolsas de muerte y guillotinas a la Plaza, ¿Se acuerda? ¿Qué fue este atentado para ellos? No sé si un día de gloria despechada de errores con armado de revolvitos o de piedad por el enemigo.
-“Por favor no agitemos las aguas.”
-“No sea cagón que estamos solos. He leído por ahí que comparan la muerte del fiscal veraniego Nisman con este tirito que no salió. Aseguran así su facha de cordiales adversarios lamentándose por el hecho y asegurando de paso que dan por confirmado que el fiscal fue brutamente asesinado”.
-“No hay filmación de su último momento en el baño. En el caso de Cristina se vio por todos lados que a centímetros de su cara hay un arma apuntándole”.
-“Sí, sí, pero de paso juntan la escena y punto. Muerte anunciada, atentado anunciado. Y ojo que les dan los números. Empate transitorio, con un muerto solamente”.
-“Hábleme de las teorías conspirativas”.
-“¡Cómo les gustan a ustedes estas cosas! Como estaba cercada por la honorable Justicia resolvió hacerse matar, pero el disparo fracasó. La segunda: era un arma de juguete que alguien cambió en el revoleo. La tercera: que estaba muy bien maquillada y especialmente bella para asegurarse saliendo en todos los diarios. La cuarta: algo habrá hecho, en algo habrá andado, muy vintage de los años 70. La quinta: fue un acto bolsonarista para resurgir de la muerte y acomodar las cuentas a su favor. La sexta: fue Alberto disfrazado. La séptima: fue Higuain y su notable puntería. La octava: los extraterrestres”.
-“Bueno, basta con tantas pavadas. Acá hay mucho desasosiego y usted se burla”.
-“Solo elucubro frases que dice la calle”.
-“¿En qué calle vive? Nadie postula lo que usted afirma”.
-“No, pero quién sabe… la gente piensa y hace ruido: yo solo recojo en mi radar esos retazos de pensamientos.”
-“Usted es medio zonzo “
-“Hmm, me obliga a pensar y luego me agrede. Por favor, pídame un café y olvidemos el asunto”.
Pasan unas damas generosas, bien aspectadas.
-“¿Puedo mirarlas? ¿O acaso es muy machista el solo hecho de observar?”
-“Déjeme de joder”.
-“Ah, el señor es fiel a su novia Cristina”.
Le arranco un rubio de su atado. Hace quince años que no fumo, pero este es el momento.
Se sorprende: “¡Epa! ¡Cómo se les nota a ustedes los planeros que viven de arriba! ¿No pidió aún un chori? Me saca información por una nota que habrá de vender al progresismo, al zurdaje embanderado, no abona los cafés, se pone a lagrimear y encima me trata mal. Luego se lamenta por el odio entre argentinos. ¿Quién lo entiende?”
-“Mi mamá me entiende.”
-“Perdón ¿pero su señora madre no está fallecida? ¿O será capaz de asegurarme ahora que desde el Cielo de los Abanderados detuvo el percutor del arma? Encima cree en la otra vida. ¿Lo llevan en camión a los actos festivos de vuestra religión? ¿Se hizo tatuar un escudito de aquellos? ¿Cree en la Patria Grande? ¿Imagina una logia de comunicadores leales a la violencia verbal? ¿Aún prevalece el 55, la proscripción, el aluvión zoológico, los bombardeos?”
-“Mire, mire por favor esos culitos”, y señala sin disimulo a otras damas que pasan como si les pertenecieran.
-“No me provoqués que no hay ánimo de pelea. Resultaste bastante pelotudo”.
-“Ah, ¿El señor al tutearme piensa que me rebaja? ¿Dónde fueron a parar los modales?”
Le apago el pucho tan cerca que unos chispazos caen en su mano. No siente nada. Indudablemente es un replicante escapado de un casting de Blade Runner.
-“¿Me quiere hacer daño y luego se ofende con violencia? ¿Se ha puesto furioso y se la agarra conmigo, un pobre filósofo extraviado a quien le pide usted consejos y luego los desestima con actos agresivos?” Se saca la ceniza de su dorso con un soplido y se calza los anteojos negros.
-“No se deje llevar por sus bajos instintos, fíjese si no a la Sharon Stone que lo único que se recuerda de ella es su cruzada de piernas. Es muy poco para considerarse una actriz. Yo me avergonzaría, es hora de que lo haga usted también”.
Su carcajada me hipnotiza, su palmearme el hombro igual. Me siento un idiota. Un idiota preocupado y triste, además. Se levanta de un salto. Canta por lo bajo “Por eso en tu total fracaso de vivir, ni el tiro del final te va a salir…”
-“¿Me lleva hasta un lugar? Voy a Tiro Suizo, donde pertenezco, ya que es hora de mi deporte favorito: el tiro al blanco. O disparo al blanco para que usted no se ofenda”.
Otro chiste desubicado. Quizás para que lo tumbe de un empujón.
Me contengo, solo agarro las llaves del coche y me voy. Con el índice y el pulgar me hace la seña de un arma.
Leo en un diario sobre la mesita. “Ganaron Ñuls y Central”
Al fin una buena noticia.