A cuatro décadas del conflicto, la Guerra de Malvinas continúa tronando sobre el presente. No solo porque ni el paso del tiempo ni la pandemia ni los problemas cotidianos pueden hacer olvidar a los miles de veteranos y caídos en aquella guerra asesina decretada por una dictadura militar dispuesta a cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder. También el conflicto bélico es un presente continuo porque aún hay mucho por revisar, como el rol que cumplieron los medios de comunicación para crear aquél clima de época que eclipsó a buena parte de la sociedad argentina, que pasó de la manifestación contra la dictadura el 30 de marzo de 1982, con represión incluida, a llenar la Plaza de Mayo y vitorear “Galtieri, Galtieri” tres días después ante el desembarco argentino en las Islas. El documental Los medios de la guerra, que ayer estrenaron Télam y la TV Pública, ilumina el papel propagandístico de los medios en aquellos 74 días en los que duró el conflicto.
Coproducción entre Radio y Televisión Argentina y la agencia Télam, Los medios de la guerra es un minucioso trabajo sobre cómo el conflicto fue utilizado por la dictadura para sus propios fines. Y no solo en relación a la idea de aglutinar sobre Malvinas un consenso social ante una cúpula militar que carecía de fundamentos institucionales y sociales para sostenerse: la guerra fue también un hecho de censura planificada. Incluso, hasta resultó un negocio económico para algunos militares, tal cual queda evidenciado en el documental, que este sábado a las 22 se podrá revivir por Canal Encuentro.
"Había una deuda pendiente de los medios estatales en particular y de los medios en general de abordar la cobertura de Malvinas en un contexto de censura como es un gobierno militar. Parte de la visión que los argentinos tenemos de la guerra es una visión bastante manipulada por la información de entonces y es importante repensar una serie de cuestiones a 40 años del conflicto bélico. Por ejemplo, cuáles son los límites de la censura, el periodismo como negocio y la competencia por el rating", reflexionó Bernarda Llorente, productora general del documental y presidenta de Télam, al momento de presentar el trabajo.
En Los medios de la guerra se muestra a través de documentos de la época, tanto públicos como secretos, cómo la información durante el conflicto bélico del Atlántico Sur tuvo un férreo control, al punto de que el secretario de Información de la dictadura convocó a los medios a una reunión en la Casa Rosada para anunciarles que toda la información se iba a concentrar en las Fuerzas Armadas. Los únicos dos medios que cubrieron la totalidad del conflicto en las islas fueron Télam y ATC, cuyos corresponsales cuentan en el documental que “el control era total” y que “no podían moverse con libertad”.
De hecho, pocos saben que la Guerra de Malvinas comenzó con una fake news planificada por la cúpula militar al momento de desembarcar en las islas. “Como no tenían fotos, se hizo una burda imagen en donde hay varios hombres sosteniendo la bandera argentina, donde se veía muy poca vegetación, para que no se notara justamente que no era en las Islas Malvinas”, explica en el documental Cora Gamarnik, investigadora especializada en fotoperiodismo. Esa foto trucada, que se publicó en diarios y revistas como el símbolo de la recuperación de las Malvinas, en realidad se armó en la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma): los marinos habían copiado la famosa foto de Joe Rosenthal del izamiento de la bandera estadounidense en la isla japonesa de Ivo Jima durante la Segunda Guerra Mundial. “La primera foto ya indicaba lo que íbamos a ver después”, agregó Gamarnik.
Ese plan de comunicación durante Malvinas perseguía un único objetivo: neutralizar toda la información negativa sobre el conflicto. No solo desde el tristemente recordado noticiero 60 minutos, conducido por José Gómez Fuentes o desde las crónicas de Nicolás Kazanzew. Tanto la agencia Télam como el viejo ATC tuvieron una cobertura desde las islas permanente, pero con un control muy estricto de parte de la Junta militar. Las fotos que se publicaban durante el conflicto -cuentan en el especial los fotógrafos Daniel García, Juan José Marc y Román Von Eckstein, que cubrieron la guerra desde las islas- no eran todas las que enviaban, sino las que la dictadura aprobaba para manipular a la sociedad.
Entre las múltiples imágenes inéditas de la cobertura de Argentina Televisora Color, cables y fotos recuperadas del archivo fotográfico de la agencia Télam, diarios, revistas y audios originales, el documental además detalla el negocio clandestino que se montó alrededor de la guerra: la venta del material fotográfico por parte de los militares. Las imágenes crudas que enviaban los fotógrafos llegaban primero al laboratorio de editorial Atlántida, donde se revelaban y se seleccionaban con distintos criterios: algunas se las quedaba Atlántida (para las revistas Gente y Somos), otras llegaban a Télam y también -señala el documental- algunas se vendían ilegalmente a medios internacionales y nacionales.
“Me encontré con que dos tapas de revistas internacionales muy importantes tenían mis fotos”, denuncia en el documental Von Eckstein. Incluso se llegaron a vender fotografías en el Hotel Sheraton, que era la sede de corresponsales extranjeros. “Hicieron los mismos militares el negocio, porque vendían material sin revelar. Son millones de dólares”, agrega el corresponsal de Télam. De hecho, la Junta creó ad hoc la agencia Bai Press para comercializar las imágenes. Según el documental, las fotos que tomó el teniente de fragata Martín Sgut en medio del hundimiento del Ara Belgrano se vendieron sin su consentimiento al The New York Times, medio que fue el primero en publicarlas. Cada una de las imágenes tomadas por los corresponsales de Télam podían llegar a costar mil dólares.
Con un voluminoso material de archivo y entrevistas a reporteros gráficos y analistas, Los medios de la guerra ilumina en profundidad la campaña propagandística que se orquestó alrededor de una guerra que dejó 649 argentinos muertos. Un conflicto que tuvo la complicidad de buena parte de una sociedad civil manipulada desde la puesta en práctica de un brutal y cruel dispositivo mediático. La primera víctima en una guerra, se suele decir, es la verdad. Algo que en los años de plomo en Argentina ya estaba perdida desde hacía rato.