El universo del rock latinoamericano aún sigue en shock, tras el anuncio de la sorpresiva muerte de Marciano Cantero. El frontman de Los Enanitos Verdes falleció este jueves, a los 62 años, por una afección renal. Días antes de que fuera hospitalizado en una clínica de Cuyo, el músico se encontraba encarando una gira para celebrar los 40 años de su banda. Si bien la última parada de este tramo sucedió el pasado 13 de agosto en la ciudad estadounidese de Orlando, esta serie de shows comenzó en su Mendoza natal el 26 de marzo, como parte del Wine Rock Festival. Previo a embarcarse en esta conmemoración, el cantante, compositor y bajista habló con Página/12, en una nota inédita hasta ahora, acerca del 30 aniversario de su segundo álbum solista, Beat club, y sobre los 35 años del disco que los convirtió en uno de los artistas indispensables del rock de habla hispana: Contrarreloj.
Al otro lado del teléfono, Horacio Eduardo Cantero se ríe luego de escuchar que lo saludan con un “manso”, en referencia a la expresión mendocina que denota cuando algo es muy bueno. Antes de que la escena de su provincia atracara en el mainstream musical local en los últimos años, gracias a una novel generación de músicos que aportó un cancionero moderno y fresco atravesado por la idiosincrasia cuyana. la banda que lidera era una rara avis en el rock argentino. Por más que desde fines de los años 50, mediante grupos como Montecarlo o Los Cuatro Planetas, Mendoza diera cuenta de su tradición rockera. Sin embargo, tras establecerse primero en la Argentina y luego en el resto de Latinoamérica, Los Enanitos Verdes se vieron forzados a tomarse una pausa en 1989. Lo que le permitió al músico desarrollar una carrera solista que tuvo en Luna nueva (1990) su primer disco, y en Beat club (1991) su secuela.
-¿A qué se debió la celebración de Beat club y no de tu primer disco en solitario?
-A propósito de que Contrarreloj (1986) cumplió 35 años, le dije a Sony Music que tenía un disco solista que saqué con el sello y que nunca apareció en Spotify. Eso coincidió con los 30 años de su lanzamiento. Ahora tengo el gusto de que esté en las plataformas digitales. Lo chequeamos con amigos en Estados Unidos y en México, y me dijeron que lo estaban escuchando muy bien. Recuerdo que lo hice poco antes de que naciera mi hijo Javier. Fue un momento muy cándido de mi vida, así como muy familiar. Y creo que se nota. También recuerdo que fue un disco que estuvo afectado por la separación de muchos amigos míos, de parejas amigas. Creo que es el tema dominante del disco.
-¿Qué te pasó cuando lo volviste a escuchar?
-Lo disfruté. Los músicos que tocan en el disco (se hacían llamar “Los Planeadores”) son todos maravillosos. Juan Carlos Espinoza y Marcelo Devries estaban en guitarras, Aníbal Barbieri se encontraba en batería y Alejandro Devries en teclados. Luego de esto, Alejandro se fue a tocar con Pedro Aznar y más tarde se dedicó a la docencia. Me acuerdo exactamente de la época en la que salió. La crisis acá era tremenda. Hay mucha ingenuidad en esas canciones, pero también tenía 30 años menos que ahora.
-Si bien sos muy Beatle en tu manera de hacer canciones, en esta ocasión lo fuiste todavía más. Al punto de que parece el preludio de lo que luego hiciste en Igual que ayer (1992), la vuelta de Los Enanitos Verdes al estudio de grabación. ¿Estás de acuerdo?
-En parte sí, y en parte no. A Felipe (Staiti), que es mi compañero de toda la vida en la banda, le gusta que hubiese una sola voz y que estuviera bien cantada. Tenemos diferentes conceptos. Y acá era una pasada porque hay un montón de voces aquí y allá. Pero esto tiene que ver con mi trabajo fuera de Los Enanos, en pantuflas y con control remoto. En ese momento, nos habíamos tomado un descanso con la banda casi obligatorio, luego del accidente que tuvimos en México en 1989. Es una especie de extravagancia de mi parte en la que, ciertamente, hay muchos guiños a The Beatles en muchas canciones. En conceptos y estéreos. Ese disco lo grabé en los Estudios ION con el “Portugués” Da Silva, un prócer de la grabación argentina. Tengo muy bonitos recuerdos. Están como invitados César “Banana” Pueyrredón, otros de mis héroes de toda la vida, y Javier Calamaro y Gitano Herrera, que en aquel momento tenían Los Guarros.
-Cuando sacaste Luna nueva, ¿sentiste que existía la posibilidad de que la banda no se reuniera?
-Con Los Enanitos arrancamos en el 79, y tuvimos éxito en el 86. Desde ese momento hasta el 89, hubo una cantidad de actividad increíble. Y luego del accidente tuvimos que parar. Así que fue volver a la vida doméstica, a una vida más relajada. Pero uno es músico, y sigue componiendo canciones. Si bien el primer disco sí lo hice en casa, Big club lo grabamos completo en el estudio.
-Luego de esa pausa, no volviste a sacar material solista.
-No, porque luego Los Enanitos Verdes volvieron, y de alguna manera regresamos con otro concepto de la banda. De cómo hacer música. Fue un reencuentro muy feliz. Esa especie de vacación nos vino bien. No hicimos otra cosa más que grabar y tocar con la banda. Aunque Felipe grabó algunas cosas solo. Está bueno grabar cosas solo, y salir del esquema grupal. Tuvimos mucho trabajo en los años previos a la pandemia.
-Como la gira que hicieron junto al grupo español Hombres G...
-Fue una gira fantástica en la que nos mezclamos. Por eso se llamó “Huevos revueltos”. Con ese show recorrimos toda América. Tocamos en lugares que ni soñaba como el Hollywood Bowl, de Los Angeles, o el Radio City, de Nueva York. Ambos se llenaron, al igual que otros lugares que no te podés ni imaginar. En esa gira grabamos un disco en la Ciudad de México, que se puede ver en YouTube. Fue muy gratificante, fue un corolario de tantos años de tocar. En 2020 ibamos a hacer la gira de los 40 años de Los Enanitos Verdes, y se fue posponiendo para este año.
Los relojes y el tiempo
-Hace un rato hiciste referencia a los 35 años de Contrarreloj, disco que incluye uno de los primeros himnos del rock argentino fuera de sus fronteras: “La muralla verde”.
-Cuando empezamos a trabajar en ese disco con CBS, que luego pasó a ser Sony Music, el sello nos propuso que lo produjera Andrés Calamaro, a quien había conocido hacía poco en Sadaic. En ese momento nos dimos cuenta de que había simpatía, por lo que la idea era acertada. Supo llevar el sonido del grupo al estudio. Siempre nos decía que quería que sonáramos como una banda de garaje. Bien tocado, pero de garaje al fin. Del 79 al 86 fueron años de tocar y tocar, y de componer canciones. Además de “La muralla verde”, ese disco tenía temas como “Cada vez que digo adiós”, que se la escribí a mi mamá.
-Parece compuesto para una novia.
-Mi madre era que “la que espera con tristeza y alegría, y te dice que te vaya bien”. Todas esas canciones están cargadas de honestidad. Eran letras reales sobre historia reales. “Tus viejas cartas” se la escribí a una novia que tenía en ese momento. Cuando el grupo comenzó a tener éxito, nos distanciamos. Y lo más asombroso de todo es que nos volvimos a encontrar 32 años después, y en 2018 nos casamos (se llama Viviana). Es mi esposa actualmente. Eran honestas a ese nivel.
-¡Tremendo!
-Contrarreloj fue una combinación de cosas. Siempre fuimos de ensayar mucho, y con ese disco recorrimos la Argentina completa. Fuimos a Chile, Perú, y Colombia, y así llegamos a México en 1988. Ahí comenzó una etapa nueva para los Enanos.
-¿Es cierto que “La muralla verde” la compusiste en una gira con Piero?
-Es completamente cierto. En el 85 fuimos su banda para una gira con la que quería presentar un disco. La gira la hicimos en un bus donde había asientos hasta la mitad. El resto tenía solo colchones tirados en el suelo. Así que si te querías tirar un rato, tenías que ir para atrás. Piero tenía una guitarra ahí, y le pregunté si podía usarla. Me dijo que sí, y de pronto empecé a tocar “La muralla…”. En aquel momento había una especie de walkman que grababa, y yo tenía uno en el que grabé el tema. Luego de hacerlo, pasaron tantos meses que lo olvidé. Hasta que un día me encontré el casete, lo escuché y lo ensayamos en la sala. Ya ahí supimos que eran fantástico.
-Es la canción que seguramente más veces tocaste. ¿Te aburre seguir haciéndolo?
-Siempre es un plan, y más cuando sabés que genera euforia. Cuento una anécdota: nos programaron en un festival en la ciudad de Monterrey (México), que cerraba Santana. Cuando tocamos “La muralla verde”, con Hombres G, en un momento me volteo para buscar al monitorista y veo que Santana estaba al borde del escenario con sus manos juntas en señal de bendición. ¿Qué más podemos pedir? El disco en el que está esa canción lo hicimos con Andrés Calamaro y Mario Breuer, una dupla con la que hicimos los siguientes dos discos.
-Ustedes aparecieron en una época en la que pensar en una movida federal era algo imposible.
-La analogía es que hoy hay autopistas asfaltadas en lugares en los que antes había camino de ripio. Esa era la verdad. Pero teníamos un convencimiento interno que estaba más allá de cualquiera. No sólo lo sentía yo, sino también Felipe y Daniel (Piccolo, baterista). Viajamos varias veces a Buenos Aires, y tocamos incluso en los mismos lugares en los que lo hicieron Sumo, Virus y los demás grupos del momento. Creo que el toque de gracia lo tuvimos cuando participamos en el Festival de La Falda de 1984. Ahí salimos como grupo revelación, y dejamos de ser umos extraños. Nos veníamos preparando para lo que iba suceder después.
-Pero la legitimación llegó cuando actuaron en Badía y Compañía.
-Sin dudas. Era un programa que se veía en todo el país. Fue un concierto hermoso. A partir de ahí empezamos a jugar en Primera A. Me acuerdo de eso con mucha nostalgia y mucho cariño porque era la primera vez que consguíamos hacer realidad nuestros sueños. Después pensás en todo lo que pasó. Luego de ese Badía y Compañía comenzamos tocar en toda Argentina. Tengo una anécdota bonita al respecto. Siempre que nos contrataban en una ciudad, y preguntábamos quién había tocado ahí, nos decían que estuvo Sergio Denis. Le mando un beso muy grande, donde quiera que esté.
-Hoy la vanguardia del rock argentino viene de Mendoza. ¿Estás al tanto de la movida que llevan adelante Usted Señálemelo, Mi Amigo Invencible, Pasado Verde, Gauchito Club, Mariana Päraway o Anyi?
-Sí conozco, pero no estoy tan al tanto. Cuando volví a Mendoza empecé una vida nueva. El tiempo que me establecí en México, no deje de venir para acá a visitar a mis papás. Pero no tenía un lugar propio, de manera que tuve que hacerme de cero. Me casé, y necesité un lugar para vivir. De hecho, cuando nos casamos me tuve que ir para hacer la gira de Huevos Revueltos. Así que no pude estar tan metido. Y una vez que apareció la pandemia, dejó de haber movimiento musical. Sin embargo, toqué con mucha gente, y a los Usted Señálemelo los conozco y aprecio mucho.
-¿Por qué decidiste volver a tu tierra?
-Ahora tengo la posibilidad de estar en Mendoza y también de estar en México. Justo sucedió la pandemia, pero luego de que nos cansamos estamos básicamente en los dos lugares. Volví porque acá están mis seres queridos, por más que mis papás ya fallecieron. También tengo muchos amigos de la infancia. Ha sido muy bonito volver a la Pachamama. Y aparte el vino acá es maravilloso.
-Felipe tiene su propia marca de vino, ¿y vos?
-Aún no estoy en ese rubro. Felipe es un amante del vino, y se dedica a la viticultura desde hace muchos años. Me interesa. Tomo vino todos los días. Lo estuve pensando, y puede parecer irónico. Estuve 32 años sin vernos con mi esposa, y en la pandemia nos vimos 24 horas. Pero lo aprovechamos.
-Los Enanitos Verdes es una de las bandas más representativas del rock argentino en el resto del mundo, pero acá no suelen tocar.
-No es que no tocamos en Argentina, pero no podemos estar en dos lugares al mismo tiempo. Si estás girando por México, no podés hacerlo por acá. En Mendoza sí hemos tocado. Sin embargo, uno de mis planes es que la gira famosa de los 40 años nos lleve por muchas ciudades argentinas. Yo amo a mi país.
Lágrimas en el continente
Al igual que sucedió con Gustavo Cerati, otro plenipotenciario del rock argentino en todo el mundo, la noticia del fallecimiento de Marciano Cantero causó revuelo no sólo en el ambiente musical nacional, sino también del resto de Latinoamérica. Incluso trascendió en medios de comunicación de Estados Unidos, Alemania y España. En las redes sociales, el músico y compositor fue despedido por el ministerio de Cultura de la Nación. De la misma forma que por colegas como Andrés Calamaro, Juanchi Baleirón, Andrea Alvarez, Dante Spinetta, Miguel Mateos y Molotov. También soprendió el gesto que tuvo el director técnico del equipo de fútbol chileno Colo Colo, Gustavo Quintero, quien se enteró de su muerte durante una conferencia de prensa, lo que lo llevó a estar a un tris del llanto. En tanto eso sucedía en Chile, al otro lado de la Cordillera el líder de Los Enanitos Verdes fue despedido el viernes por el pueblo mendocino en el ministerio de Cultura de la capital cuyana.