Que es inconcebible imaginar la vida sin chacarera; que la siente parte de su esencia, de su ADN; que la pulsación de su corazón está en 6 por 8, y cosas así se podría escuchar de cualquier santiagueño --del Estero— que se precie. En este caso, las palabras de amor incondicional por el género provienen de Horacio Banegas, un hijo dilecto de la provincia. Un guitarrista y compositor que se ha tomado el tiempo y la inspiración necesarias como para eirigirse en guardián, propalador y concienzudo investigador musical del género que se lleva puesta a la provincia. Un paso más en el sendero dará este sábado, entonces, cuando a partir de las 20.30, La Trastienda de Balcarce 460 le abra sus puertas para presentar el espectáculo “Santiago es Pueblo que canta”. “Vamos a mostrar un entramado de canciones que resume todas mis emociones, pensamientos, reflexiones, alegrías, tristezas, colores y olores que se han convertido en una defensa de principios… algo fundamental para mi vida, y para la cultura de Santiago”, introduce Banegas.

Así presentada, la propuesta parece lo que es: un viaje sonoro y poético hacia las entrañas de Santiago del Estero, con todo lo que ello implica. “Santiago tiene algo mágico que nos envuelve, y mucho más en este caso, dada la impronta que tienen nuestras canciones, porque es ahí donde nos reconocemos desde nuestra niñez”, responde él ante Página/12.

A la magia y la profundidad destacadas por el músico, hay que agregarle el sonido cuidado y poderoso del trío familiar, sanguíneo, que lo acompaña: el “Mono” Banegas, en bajo, guitarra, voces, arreglos y producción musical; Jana Banegas, en guitarras, voces y arreglos, y el baterista Franco Giovos. Junto a ellos se mostrará en la urbe, claro. “Con el grupo nos hemos preocupado mucho por lograr un sonido… `el sonido Banegas`, como decía Omar Cerasuolo. Se trata de una sonoridad bien cuidada, siempre con el apoyo logístico de técnicos muy calificados”, destaca. “Pasa que en el folklore, en general, no existe esta sonoridad, dado que siempre se ha manejado una cuestión despareja, que seguramente se toma como algo espiritual. Digo, no importa si el bombo suena más que la guitarra, o si ésta suena desafinada, algo que nosotros hemos visto con gran preocupación y que nos llevó a comprometernos en lograr un sonido eléctrico y potente”.

Habituado a costumbres conceptuales e innovadoras dentro del género madre de la madre de ciudades, Banegas arrastra un coherente devenir dado por obras reveladoras, contundentes. No más que nombrar discos como El color de la chacarera o el esencial Inmediaciones --tan telúrico como pletórico en samplers y midis puestos en función de la raíz-- dan con una búsqueda que viene de lejos. De cuando, por caso, se fundió con Jacinto Piedra, Juan Saavedra y Peteco Carabajal para hacer el ciclo “Mensaje en Chacarera”; o de cuando grabó dignos antecesores de los discos antedichos como Mi origen y mi lugar, de 1991; Sintaxis, publicado tres años después que aquel; o el reciente La ciudad desierta. “La búsqueda y el aprendizaje son permanentes para nosotros... nos queda mucho camino por recorrer, y seguimos pensando en que la estética es algo fundamental en la música. Hoy estamos viviendo un momento de mucha rapidez, en el que tratamos de visualizarnos en todo lo que sucede en el mundo”, puntualiza Banegas, cuya labor actual pasa por la grabación de Viejos libros, nuevo disco solista que completará una trilogía junto a Reminiscencia, del “Mono” y Quintaesencia, de Jana.

-La rapidez o el vértigo sería lo de menos ante la violencia y los discursos de odio que están proliferando en la sociedad. ¿Cómo te posicionás ante este contexto?

-Con mucha preocupación, obviamente, porque la violencia no nos hace mejores seres humanos, algo a lo que deberíamos aspirar. La situación del “ellos o nosotros” está en la sociedad desde hace muchos años, y vemos que la escalada de violencia no se detiene sino que se alimenta de los discursos violentos. En fin, quien revise mis textos se dará cuenta de que siempre le he cantado al dolor de los seres humanos, a los sufrimientos y a los hechos que han sido violentos en distintas expresiones y formas. El disco La ciudad desierta ha sido una expresión vinculada a un sentimiento de dolor, y por eso se lo dediqué a las Madres de Plaza de Mayo.

-En otro orden, seguramente sos de los que cree en la existencia de un “ser santiagueño” ¿Cómo lo definirías?

-Claro que lo hay, sí, y es un ser muy particular, porque el santiagueño, interiormente, se define en una permanente conversación consigo mismo sobre sus desventuras, alegrías y vivencias. También aflora cuando éste visualiza a alguien que no conoce, porque se transforma… le salen sentimientos como el de la generosidad y la amistad, al punto que ofrece su mesa, y saca una guitarra después de la comida, feliz de poder transmitir a quien llega la sensación de que está en su casa, y que la vida tiene otros matices. El santiagueño es un ser humano muy noble, muy sensible, y entregado al otro ser humano.

-Estados subjetivos que se transforman en música ¿Cómo es tu experiencia pensada en términos de esta mutación?

-Bueno, los años me han enriquecido mucho. He aprendido a través de la música que todos los seres humanos tenemos una cuota de riqueza interior. En mi caso, las canciones me han llevado a la reflexión y a emocionarme en los shows con lo que esas canciones han generado en la gente. Yo no soy tan importante, quiero decir, lo importante son las canciones y eso es muy bonito, porque ese reconocimiento es el que nos lleva a la nobleza, a mirar con tranquilidad todo. Me enorgullece que el público sienta el doble o el triple de lo que yo he sentido al crear mis canciones. Por eso, con mis hijos sentimos la gran responsabilidad de dejar un legado de canciones, discos y momentos que sean sagrados para la gente, y para la cultura de Santiago.