Alejado de su Rosario natal, Ariel (Luis Machín) se entera con cierto estupor de los suicidios caninos en las inmediaciones de Parque de España. Hace muchos años que dejó su ciudad, ahora vive en España y trabaja en un programa transmedia, dedicado a la vida animal. El interés sobre lo que sucede en Rosario asoma puntual, pero también y sobre todo, la oportunidad de volver a la ciudad. Hay heridas, alegrías y sinsabores, que de alguna manera atraen a Ariel con fuerza de imán. De este modo, Perros del Viento encuentra su argumento y sensibilidad; el nuevo largometraje de Hugo Grosso (Donde Comienza el Camino, A Cada Lado, Balas Perdidas) se estrena en salas de todo el país el jueves próximo, con un elenco que reúne a Luis Machín, Gilda Scarpetta, Roberto Suárez, Lorenzo Machín, Marta Lubos, Carlos Portaluppi y Estrella Zapatero.
Rosarino pero con vida en Buenos Aires desde hace una década, Hugo Grosso descubre en el personaje de Ariel a un alter ego tal vez inevitable, como si el guion le hubiese permitido también a él volver al mundo de sus historias y afectos. “Hay mucho de eso, siempre pienso que las películas hablan más de nosotros de lo que pensamos, que de algún modo las historias nos cuentan. Coincidentemente, una de mis hijas me dijo: ‘¿vos sabés que veo el poster y te veo a vos, no a Machín?’”, explica el director a Rosario/12. Y agrega la anécdota del caso: “Allí hay dos cuestiones. A Machín lo hice ir a la peluquería porque el personaje no podía estar pendiente de su pelo. ‘¿Vos decís que yo estoy pendiente del pelo?’, me dijo (risas). Y por otro lado, íbamos a filmar en exteriores, ¿te imaginás el tiempo que iba a perder el peinador? ¡Tenés que cortarte, bien corto!, le dije. Lo acompañé a la peluquería, fue un trabajo terapéutico para convencerlo (risas)”.
Lo referido dice sobre el afecto y la admiración que entre director y actor se profesan, algo sustancial al momento de adentrarse en la historia de Perros del Viento, cuya intimidad el personaje de Machín vive entre alegre y dolido. “Más allá de lo que cuenta la película, hay algo que me parece inevitable; cuando uno llega a cierta edad, cercana a los 50, hace un flashback y se enfrenta a todos esos fantasmas que quedaron en el pasado. Desconfío y lamento de quien no atraviesa esos fantasmas, porque morirá sin conocerse a sí mismo. A ese proceso en algún momento toda persona lo atraviesa, y es lo que le pasa al personaje: la necesidad de volver a su pasado, al amor, al deseo que ya no tiene o está perdiendo, así como repensarse desde lo laboral, por no estar conforme con lo que hace, o en cuanto a la relación que tiene con su pareja en España. Además, está el riesgo de destapar la olla, con la posibilidad de que el hijo que aparece sea suyo. Todas esas cosas de algún modo a mí me han atravesado y se metieron ahí”, continúa Grosso.
-Son cuestiones universales, ¿no? Y en una Rosario que parece idealizada, vista a través de Ariel, tan melancólico.
-No casualmente es lo que me pasa a mí y también a Luis (Machín), y eso es algo que él incorpora a su actuación; charlamos mucho sobre eso. Hace unos días, llego a casa de mi hija, que vive cerca de la cancha de Central Córdoba, y me dice: “¡cerrá rápido el baúl del auto!, ¡no sabés lo que es Rosario!”. ¡Pero si yo viví acá! Cuando me fui te saludabas con los vecinos, no había un temor así. La ciudad cambió, también en su disposición; la gente se reúne ahora en otros lugares, a diferencia de lo que está en tu memoria emotiva y vivencial. También hay cosas que uno no dimensiona, me pasó haciendo la postproducción de imagen en Buenos Aires. Hubo gente que me decía: “che, ¿los barcos pasan tan cerca?”; nosotros los vemos pasar como colectivos, pero cuando los ves en la pantalla es muy fuerte visualmente. Por otro lado, traté de jugar con los personajes un límite entre lo racional y lo instintivo; es decir, el personaje de Luis tenía que irse a Rosario y ver qué le pasaba, la investigación sobre los perros no es más que una excusa. Busqué algo que tal vez sea contradictorio, lo asumo, pero no quería un móvil como el de una enfermedad terminal, lo de los perros fue la excusa más honesta que podía ofrecerle a esa historia.
-Una excusa extraordinariamente cierta, ¿qué injerencia tuvo en el guion?
-Hay varias cuestiones; por un lado está la metodología que uno aprendió con el documental, mi esquema es siempre ése. Lo bueno es que el proceso de investigación aporta mucha letra y hay textos que son de las personas entrevistadas pero en la voz de los personajes; eso me gusta como proceso, porque me da seguridad sobre lo que estoy contando. También porque el documental te obliga a ver cómo habla la gente, cómo se expresa. Me gusta construir un verosímil a partir de un hecho real, y pensar el límite entre lo que la gente cree y lo que se crea a partir de eso. Por ejemplo, una mujer me contaba que era Navidad y que llevó al perro a pasear porque pensó que estaba triste, ¡era ella la que estaba triste! Esas historias son una creación aparte, y me parecieron una arcilla con la que modelar otra cosa; ése fue el proceso. Durante mucho tiempo también dudé si hacer un documental o una ficción, pero lo que pasa es que los medios ya son tales ficciones en su construcción cotidiana, que como cineasta me parecía que nos merecemos tener una ficción de la realidad con otra estética y tratamiento.
Con producción de Físico Cine SRL y HG Producción Audiovisual, y distribución de APIMA, Perros del Viento cuenta con dirección y guion de Hugo Grosso, Producción Ejecutiva de Milagros Alarcón, Dirección de Fotografía de Marcos Garfagnoli, Montaje de Verónica Rossi, Dirección de Sonido de Tomás Grimaldi, Dirección de Arte de Cecilia Correnti, y Dirección Musical de Carlos Casazza. El elenco se completa con las participaciones de Negro Moyano, Juan Nemirovsky, Mirta Maurizi, Claudio Danterre, Adriana Sabbioni, Gustavo Guirado, Analía Troiano, Miguel Bosco, Miranda Postiglione Martinetti, Milagros Alarcón, Gustavo Sacconi, y Belén López Medina. Como afirma el director: “Tengo una cierta tranquilidad respecto de la película, porque el equipo funcionó y se trabajó muy bien, nos propusimos paridad de género, honestidad en el cobro, y fue todo muy transparente”.