Erase una vez un genio 7 puntos
Three Thousand Years of Longing; Australia/Estados Unidos, 2022
Dirección: George Miller.
Guion: George Miller y Augusta Gore.
Duración: 108 minutos.
Intérpretes: Tilda Swinton, Idris Elba, David Collins, Alyla Browne, Hayley Gia Hughes.
Estreno exclusivamente en salas.
Los festivales de cine más destacados del mundo, aquellos que mueven el amperímetro del calendario anual, son la primera ventana hacia muchos títulos que luego tendrán una circulación comercial en el mercado internacional. También, indirectamente y a su pesar, pueden oscurecer las bondades de tal o cual título como consecuencia de su exclusión en las competencias. Presentada sin pena ni gloria en el Festival de Cannes, algo de eso ocurrió con Érase una vez un genio, el largometraje más reciente del realizador australiano George Miller, el mismo de Mad Max y esa obra maestra llamada Babe, el chanchito en la ciudad. Lejos de la distopía de la famosa saga iniciada hace más de cuarenta años pero también del costado más familiero de Miller, quien también codirigió las fantasías animadas Happy feet - El pingüino y su secuela, Érase una vez un genio lo encuentra en un modo insólitamente emocional y romántico, aunque la pasión más destacada del film, más allá del vínculo central entre una mujer y un genio -entendido este en el sentido más fantástico de la palabra–, no es otra que el hecho mismo de contar historias.
Alithea (la siempre cumplidora Tilda Swinton) es una experta en narrativas de ficción de todos los tiempos, sobre todo los antiguos, una académica que ha hecho de la lectura y la reflexión sobre las diversas mitologías y arquetipos derivados su campo de investigación y el centro de su vida. La trama la encuentra aterrizando en Estambul para dar una serie de conferencias; una visita casual a un típico bazar turco la pone frente a frente con una botellita de vidrio teñido que le llama poderosamente la atención. Ahí dentro -creer o reventar- habita un genio de la tradición oriental, uno de esos entes humeantes capaces de otorgar deseos. En la pantalla, el djinn en cuestión es Idris Elba, con orejas puntiagudas y un tamaño superior al de la media humana. Este genio en particular, además, viene soportando un estado de esclavitud desde hace tres mil años (de allí el título original, mucho más poético que el español: “Tres mil años de anhelos”), eternamente en busca de un amo al cual poder concederle tres apetencias, ambiciones o sueños y así recuperar la libertad.
Claro que Alithea no es fácil de complacer y, al conocer al dedillo las tradiciones narrativas de esos cuentos del pasado (“todo relato de genios es una fábula con moraleja”, le dice al ser fantástico que ahora comparte su cuarto de hotel), sabe perfectamente que por cada deseo concedido hay una trampa agazapada. Lo que sigue, basado libremente en un relato breve de la escritora británica A. S. Byatt, es una relectura del clásico Las mil y una noches. En otras palabras, una película sobre la eterna fascinación por las historias, la manera de contarlas y aquellos que las cuentan. Así, durante todo un día y parte de una noche, se suceden las desventuras del genio a lo largo de las centurias, pletóricas de sultanes y princesas, esclavos y pretendientes al trono, maldiciones y anhelos, interrumpidas por algún que otro recuerdo de Alithea, que irá pasando del escepticismo y el recelo a la curiosidad y la pasión. ¿Podrá la académica de mentalidad científica romper la coraza y quebrar finalmente el hechizo?
Érase una vez un genio reelabora las metodologías y estilos del orientalismo en boga en siglos pasados y logra esquivar con éxito lo que podría haber sido un ejercicio kitsch e incluso grasa, transformándolo en un meta-relato siempre atractivo y, en más de una ocasión, sorprendentemente emotivo. Cuando Estambul queda atrás y Londres se abre a la nueva Alithea, el guion se abraza al romanticismo en su vertiente eterna y pierde un poco de su magia, pero no toda. Tal vez el mérito mayor del esfuerzo de Miller, que por estos días se encuentra filmando en su país natal Furiosa, nueva adición al universo Mad Max, sea abalanzarse sin miedo al ridículo a la fantasía más desbordada, sin ironías ni intenciones ocultas.