Emmanuel Danann no es un personaje nuevo, al menos no para quienes usan redes sociales: tiene un millón y medio de seguidores en su canal de YouTube, otra millonada en Facebook, unos 180 mil en Instagram y la misma cantidad en Twitter. Atento a esas cifras, APTRA decidió premiarlo en diciembre pasado como “Influencer de opinión” en la última edición del Martín Fierro Digital, un apéndice de la histórica ceremonia de radio y televisión dedicada a nuevas tecnologías, aunque con criterios menos ordenados y escasa curaduría. Lo nuevo de Danann, en todo caso, es que en 2018 fue contratado por la cúpula de la AFI macrista para supuestamente infiltrarse en el partido que lidera Javier Milei.
Si Manuel Jorge Gorostiaga (el verdadero nombre de Danann, aunque quienes lo conocen aseguran que detesta que se lo recuerden) hubiese decidido vivir de canjes —tal como hace la mayoría de los influencers en Argentina— seguramente tendría un gran pasar, mayor presupuesto para los discos y las películas que hizo sin ninguna trascendencia y, quién dice, hasta un mejor auto que el Falcon verde con el que se fotografió poco después del Día de la Memoria del 2021, poniendo como ubicación a la exEsma (aunque en verdad estaba en Villa Crespo).
A decir verdad, nunca se supo el empleo formal de quien logra empujar los algoritmos de las redes con la fuerza de sus seguidores y la virulencia de los temas que elige para convertirlos en tendencias. Antiderechos, negacionista, misógino, conspiranoico, antivacunas: Gorostiaga no se priva de nada y por eso luce como referencia pública de la extrema derecha. Por eso se lo ve fotografiado con Javier Milei, Waldo Wolff, Juan José Gómez Centurión, Florencia Arietto, Juan Acosta y hasta músicos como Ricardo Iorio o Adrián Barilari, de Rata Blanca (quien el año pasado celebró una declaración en la que Hebe de Bonafini confesaba que se iba a suicidar “si Cristina pierde”, lo cual luego se comprobó que era fake). Todos ellos sonrientes aparecen igual de sonrientes que Patricia Bullrich, la más abonada a estas imágenes con Gorostiaga, a quien halagó como parte de de “jóvenes con una enorme vocación de transformación (…) En las nuevas generaciones está la fuerza el cambio, y ellos tienen mucho para aportar hacia el futuro”.
“¿Qué crees que es más eficiente para terminar con la criminalidad? ¿Lo que proponen la izquierda y el kirchnerato? ¿O esta?”, escribió en febrero pasado en su Instagram junto a fotos apuntando con distintas armas. Los ejemplos son numerosos, están a la vista y repasarlos se vuelve casi adictivo: Gorostiaga es un experto de la provocación, su tarea le sale muy bien y eso lo unge como referencia de numerosos acólitos de la extrema derecha. Por eso se mostró durante todo el 2021 cerca de Javier Milei, especialmente en tiempos de campaña, donde Gorostiaga ofició de presentador en algunos de sus actos. Una historia de amor fugaz que habría acabado meses atrás, justo cuando se producía en el seno de La Libertad Avanza un cisma que dejó varios heridos y excluidos del nuevo armado a las órdenes de la hermana del ahora diputado. Gorostiaga volvió entonces a su programa en una radio menor y a sus faenas en las redes sociales e incluso a un curioso viaje a Chile en ocasión del plebiscito constitucional para manifestar su rechazo a la reforma en varias entrevistas.
Pero a toda esta historia le faltaba una parte importante y se descubrió tras el intento de magnicidio a Cristina Fernández de Kirchner: en la madrugada del viernes se filtró que Jorge Gorostiaga reportó a la AFI desde 2018 a 2020 a pedido de la cúpula macrista del organismo. Un hecho aparentemente intrascendente encendió los faroles entre quienes le conocían la tira: Brenda Uliarte, pareja de Fernando Sabag Montiel e imputada en el ataque a la vicepresidenta, seguía a Gorostiaga en las redes donde justamente se hizo conocido.
Las fuentes que conocían de cerca sus movimientos aseguran que “lo contrataron para que se infiltrara dentro de los liberales”, tarea que explicaría la intensidad con la que se adentró en el núcleo de Milei para luego abandonarlo. ¿A quién reporta orgánicamente Gorostiaga entonces? Su expareja, la cosplayer Lilia Lemoine (conchabada en la Legislatura porteña, demostrando la habilidad que tienen los anti Estado para morder algún kiosko dentro del mismo) intentó defenderlo diciendo que trabajaba en la AFI como “traductor”. Si eso es cierto o no se sabrá más temprano que tarde, aunque el silencio de quien se destacaba hasta el jueves por su vocifería también dice lo suyo, lo mismo que el de quienes se fotografiaban rozagantes con él y ahora buscan desentenderse.