El sociólogo Daniel Feierstein, quien en su momento analizó los mecanismos psíquicos que operaban ante el coronavirus, como la negación y la proyección, publicó un extenso hilo en Twitter en el que analiza las cuatro "transformaciones sociales" que derivaron en el atentado a CFK.
1. Formas de subjetivación
"Tenemos una transformación de carácter universal (aunque más veloz en el mundo occidental): las modificaciones profundas en las formas de subjetivación. Traduciendo: nuestra identidad ya no se basa en las mismas variables que la constituyeron en los últimos 500 años", sostuvo. Se combinan crisis de los modelos de trabajo, las estructuras familiares, de género, de los medios de comunicación. Crisis de los modelos de verdad. De modo que "las formas de constitución del 'sujeto', del 'nosotros' y de la 'comunidad' se han visto muy modificadas". Esto derivó en un "aumento feroz del narcisismo, dificultades para el registro del otro, relativismo, fake news y el consecuente aumento de estructuras paranoicas de representación de la realidad".
2. Sistema de acumulación
La segunda transformación está vinculada al sistema de acumulación. El especialista citó al geógrafo inglés David Harvey. Y explicó: "El grueso de las ganancias ya no se explica necesariamente por el plus de valor obtenido en el proceso productivo sino por formas directas de expoliación: extractivas, maniobras de corrupción, especulación, estafas financieras o piramidales, etc". Se producen una transferencia casi siempre regresiva (del que menos tiene al que más), concentración y centralización del capital.
3. La nueva derecha
La nueva derecha neofascista no podía faltar en el análisis. Otra transformación universal. El fascismo había "caído en descrédito" entre fin de la Segunda Guerra y el fin de la guerra fría, pero el siglo XXI deja en evidencia una "revitalización" de la derecha fascista "en su sentido más propiamente sociológico". El fascismo como práctica social que implica "movilización reaccionaria e irradiación capilar del odio".
"Para nuestra región eso tiene una doble complejidad ya que, más allá de insultos y descalificaciones de décadas sin sustento teórico y en todas direcciones (derecha, izquierda, peronismo), en América Latina no existieron en el siglo XX experiencias fascistas relevantes. Las dictaduras de nuestra región, muchas de ellas genocidas, no lograron movilizar activamente multitudes ni lobos sueltos. Consiguieron irradiar el terror en el cuerpo social, pero no el odio. No hubo multitudes espontáneas 'cazando subversivos' en la Argentina de los '70", reflexionó el autor de Pandemia.
4. Quiebre de consensos
Finalmente, se observa un quiebre de los consensos construidos en la post dictadura, "que establecieron implícitamente unas reglas de juego político en las que el límite del conflicto era el respeto (cuanto menos declarativo) a la vida del otro". "No es cierto que desde diciembre de 1983 no hubo muertes por motivos políticos pero lo que sí fue bastante respetado es que esas muertes eran repudiadas por el conjunto del arco político representativo y que, en bastantes casos, incluso tuvieron cierto costo político", comparó y brindó ejemplos.
"La articulación de estas cuatro corrientes ayudan a entender que la realidad política sea bien distinta a la que estábamos acostumbrados a vivir, aunque los cambios sean graduales y cueste reconocerlos. El mundo que conocimos se desvanece entre nuestros dedos. La coyuntura política plantea desafíos urgentes pero si, a la vez, no trabajamos colectivamente para entender de qué están hechos, no podremos desarrollar estrategias eficaces para enfrentarlos", concluyó.