"Paz", "concordia", "fraternidad", "espíritu democrático": con distintas variantes, pero el mismo tono genérico y candoroso, la plana mayor del Frente de Todos participó de una misa en la basílica de Luján con el objetivo, por un lado, de respaldar a Cristina Fernández de Kirchner tras el atentado, pero, fundamentalmente, de modo de bajar los niveles de tensión y conflictividad política. Además del presidente Alberto Fernández, hubo ministros nacionales, provinciales, dirigentes sociales y gremiales, y referentes de derechos humanos. No hubo, sin embargo, presencia de la oposición, que era hacia quien había estado orientada originalmente la convocatoria. "Es medio difícil hablar de paz y unidad con gente que ni siquiera pudo venir acá", cuestionaban algunos dirigentes del FdT que veían en la ausencia de Juntos por el Cambio un problemático proceso de radicalización de su interna. En público, sin embargo, el oficialismo apostó a calmar las aguas, a no tensionar y enviar un mensaje de "paz y fraternidad" que pudiera englobar a todos los sectores políticos y sociales.
"Ya es un hecho de paz y fraternidad que estemos aquí. Este lugar sagrado es como un concentrado de la patria porque aquí vienen millones de peregrinos de todas las edades, de todos los partidos políticos", celebró el arzobispo de Luján, Jorge Eduardo Scheinig durante su sermón. La misa había arrancado 14.15, cuando la lectura de la intenciones - que incluía un pedido por "la vida de la vicepresidenta" y por "la salud del senador Esteban Bullrich" - coincidió con el ingreso de Alberto Fernández a la iglesia. El presidente se apostó en la primera fila, flanqueado por Eduardo Duhalde (el único ex presidente que participó), Eduardo "Wado" De Pedro, Cecilia Moreau, Gabriel Katopodis, Andrés "Cuervo" Larroque y el intendente de Luján (y organizador de todo el evento), Leonardo Boto. Cruzando la nave central, sobre la que colgaba un enorme araña de cristal, estaban también Juan Manzur, Axel Kicillof, Mayra Mendoza, Horacio Pietragalla y Adolfo Pérez Esquivel. En el medio, chiquita y sonriente, estaba Taty Almeida, que había ingresado hacía unos minutos a la iglesia caminando con dificultad y entre los aplausos de todos los presentes, como una rock star.
No eran, sin embargo, los únicos. De las más de 1500 invitaciones que Boto había enviado originalmente, terminaron dando el presente casi todos los ministros nacionales - estaban también Juan Zabaleta, Daniel Filmus, Jorge Taiana - y bonaerenses - Martín Insaurralde, Walter Correa, Cristina Álvarez Rodríguez -, intendentes, como Fernando Espinoza, y decenas de senadores y diputados. Había también dirigentes sindicales, como Hugo Yasky, y sociales, como Juan Grabois y Esteban "Gringo" Castro. "Venimos a agradecer que esa bala no salió", sostuvo Grabois, hombre de fe, mientras ingresaba a la iglesia. Si bien ni Cristina ni Máximo Kirchner estuvieron en la misa, sí participó la hermana de la vicepresidenta, Giselle Fernández.
Para que todo el mundo pudiera ubicarse, la basílica - de más de 100 metros de largo - fue dividida en dos: en una mitad, la más cercana al altar, se ubicaban las y los invitados; en la otra mitad, ubicada al fondo, estaban los feligreses y el público en general. Afuera, bajo un sol primaveral, algunos turistas y curiosos podían seguir la misa desde una pantalla que se había apostado a la izquierda de la histórica basílica, en un corralito armado sobre la calle empedrada y repleta de restaurantes de 9 de julio.
"Para estar a la altura de las circunstancias tan difíciles y delicadas que estamos viviendo, debemos esforzarnos en salir del paradigma del encierro y del rechazo y entrar en el paradigma de la apertura, el abrazo", sostenía, mientras tanto, el arzobispo Scheinig durante el sermón, para el cual había echado mano a la parábola del hijo pródigo. Sentados, serios, lo observaban las y los funcionarios, que recién pudieron aprovechar para distenderse y conversar brevemente más tarde, en el momento de la colecta (el presidente fue uno de los que puso algo de plata). Más simbólico, sin embargo, fue el momento de desearse la paz, con la elocuente imagen de Fernández dándose un fuerte abrazo con el "Cuervo" Larroque tras meses de escalada entre el albertismo y el kirchnerismo por el rumbo económico. "Hay momentos para el debate, pero hoy estamos en una situación particular. Uno puede marcar diferencias pero eso no quita que en el corazón somos todos compatriotas y tenemos que tratar de buscar lo mejor para el conjunto", explicó Larroque a Página 12 luego de la misa.
A pesar de que el objetivo principal de la convocatoria había sido dar una imagen de unidad entre oficialismo y oposición en defensa de la democracia luego del intento de asesinato de CFK, Juntos por el Cambio rechazó de lleno todas las invitaciones que le fueron llegando. La única excepción fue la de dos intendentes radicales - Franco Flexas (General Viamonte) y Martín Randazzo (General La Madrid) -, que sí terminaron participando de la misa como resultado de las gestiones de la ministra de Gobierno bonaerense, Cristina Álvarez Rodríguez. "Nosotros vamos a seguir insistiendo porque este es el camino: encontrar los puntos de encuentro y parar con la intolerancia, la violencia y los discursos de odio que nos hacen daño. El intento de magnicidio de Cristina fue un punto de inflexión y tenemos que decir entre todos 'basta' y construir algo diferente", explicó Álvarez Rodríguez cuando, pasadas las 3 de la tarde, la misa finalizó y las y los funcionarios salían en oleadas por una puerta lateral izquierda.
"Es una oportunidad que se pierde, pero lo importante es que sigamos sosteniendo el diálogo", sostuvo el canciller Santiago Cafiero. A unos metros, caminando apresurado por la calle adoquinada de 9 de julio, el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, agregó: "La misa apuntaba a bajar un poco los decibeles. La idea era convocar a la oposición para poder darle una muestra a la sociedad que todos podíamos ponernos por encima de los actos violentos. Eso quedó trunco, pero igual era importante que nos encontráramos acá para que la democracia pueda seguir su rumbo". Por todos lados, las y los dirigentes cerraban filas en torno al mensaje de "paz y amor" que había propuesto la convocatoria eclesiástica. Por lo bajo, sin embargo, predominaba el malestar frente al faltazo de JxC .
"Somos todo paz y amor, pero es muy difícil cuando ellos ni siquiera pudieron ir a una misa. Nosotros bajamos un cambio, pero ellos también tienen que hacerlo", se quejó una dirigente de La Cámpora. A unos metros, una referenta del peronismo bonaerense agregó: "Pasa que ellos construyeron todo su poder desde su odio a nosotros y ahora, cada vez que alguno intenta acercar una uña a nosotros, los otros, los más duros, le cortan el dedo". La senadora Juliana Di Tullio, por otro lado, acusó a la oposición de "lesionar el pacto democrático que construimos después de Alfonsín". "Cuando los invitas al recinto a discutir política te dicen que no porque ellos no 'politizan'. Cuando los invitas a una misa por la paz social y la democracia te dicen que no porque prefieren hacerlo en el Congreso. Evidentemente no es una oposición muy democrática", apuntó la senadora.
Cuando ya quedaban pocos dirigentes - muchos se habían ido apurados a participar del encuentro en Parque Lezama -, un dirigente sindical que se estaba alejando por plaza Belgrano finalizó: "La paz social está bien, pero debe ser sin rendición".