El mejor escritor de España, el más proustiano y shakesperiano, estaba convencido de que la literatura es como una “cerilla encendida” en un campo nocturno: no ilumina nada, pero permite entender cuánta oscuridad hay alrededor. Javier Marías, autor de novelas excepcionales como Negra espalda del tiempo, Mañana en la batalla piensa en mí, Todas las almas, Corazón tan blanco y la voluminosa trilogía Tu rostro mañana, murió en Madrid a los 70 años como consecuencia de una neumonía bilateral provocada por el covid. Miembro de la Real Academia Española (RAE), el mejor candidato para ganar el Premio Nobel de Literatura entre los autores españoles y ganador de importantes premios como el Rómulo Gallegos, el José Donoso y el Formentor, mantuvo su férrea lealtad a la máquina de escribir eléctrica durante 16 novelas y miles de artículos que publicó en El País de España. Marías, que nunca tuvo una computadora y no aceptó premios oficiales del Estado, habría cumplido 71 años el próximo 20 de septiembre.
Aunque nació en Madrid en 1951, pasó parte de su infancia en Estados Unidos porque su padre, el filósofo Julián Marías (1914-2005), fue encarcelado y represaliado por ser republicano y se le prohibió impartir clases en las universidades españolas, tras salir de la cárcel. Escuchó muchos relatos atroces que le contó su padre sobre la Guerra Civil. “Siento una verdadera repugnancia por la crueldad a la que se pudo llegar en esa época: la humanidad se ha pasado ampliando el catálogo de horrores habidos que, tarde o temprano, salen a la superficie”, decía el escritor en una entrevista con este diario en 2005 por la salida de Baile y sueño, la segunda parte de Tu rostro mañana. Sobrino y primo de los cineastas Jesús Franco y Ricardo Franco, colaboró con ellos traduciendo o escribiendo guiones y publicó su primera novela, Los dominios del lobo, a los 19 años, en 1971, porque su padrino literario, el escritor Juan Benet (1927-1993), lo recomendó a una editorial. Las numerosas cartas que se enviaron Benet y Marías no se publicaron todavía. En la década del 70 editaría también las novelas Travesía del horizonte y El monarca del tiempo.
El hechizo de la prosa de Marías atraviesa su narrativa. Por sus digresiones literarias admitía que lo definieran como un “Proust posmoderno”, pero reconoció que había leído solo los dos primeros libros de En busca del tiempo perdido. Otro, en su lugar, hubiera optado por la corrección política canónica y habría dicho que leyó la “biblia de la literatura contemporánea”; pero él prefería provocar con su sinceridad y honestidad inoxidables. No necesitaba mostrar pergaminos y esos dos títulos de Proust alcanzaron para que se le pegara algo del estilo proustiano. En 1978 apareció su traducción de la novela de Laurence Sterne, La vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, por la que obtuvo el Premio de Traducción Fray Luis de León. Si durante los años 70 fue la joven promesa de la literatura española, en los 80 se consolidó lo que podría denominarse “la zona Marías”, una voz singular con un territorio propio, con esos narradores que manifiestan una explícita reticencia contra las certezas y las posibilidades de conocer. No hay verdades mayúsculas en sus novelas; apenas conjeturas formuladas en la penumbra. Los pensamientos más íntimos permanecen ocultos en las entrelíneas de lo no dicho.
En el vértigo de la existencia, entre las luces y sombras que circundan a los personajes, hay una poética de la perplejidad que produce magníficos fogonazos porque Marías era de los escritores que afirmaban, una y otra vez, que la novela no era tanto una forma de conocimiento, como tantas veces se ha dicho, sino una forma de reconocimiento. El hombre sentimental (1986) le permitió ganar el Premio Herralde y marcó un “giro narrativo” por el cual abrazó la primera persona narrativa y dejó atrás al narrador omnisciente. Esa primera persona se afianzó en Todas las almas (1989), novela Premio Ciudad de Barcelona, con la voz de un profesor que recuerda su estancia como profesor visitante en Oxford. Aunque también había dado clases en Oxford, siempre marcó una especie de distancia ante el intento de mimetizar narrador y autor porque aunque le estuviera prestando su propia voz y parte de sus experiencias “no se trataba de mí, sino de alguien distinto de mí, aunque parecido”. “Si se prefiere, se puede utilizar la fórmula de que ese personaje era ‘quien yo pude ser pero no fui’”, precisó en “Quién escribe”, un texto incluido en Literatura y fantasma (1993). Si la ficción es el reino de lo que pudo ser, como ha manifestado más de una vez, el escritor se refugió deliberadamente en un terreno en el que fue mezclando realidad y ficción; lo que hizo fue ficcionalizar la realidad para desplegar una narrativa que pudiera deslizarse a mitad de camino entre las memorias y la invención.
Corazón tan blanco (1992) --título extraído de Macbeth, de Shakespeare-- es una suerte de libro de memorias de un narrador afectado por un secreto que nunca debió salir a la luz. La sensación de desastre se apodera de la vida del narrador cuando se entera de que se su padre mató a su primera esposa para casarse luego con otra mujer, cuyo suicidio se narra al comienzo de la novela. Con Mañana en la batalla piensa en mí (1994) --título que remite a Ricardo III, de Shakespeare-- obtuvo el Premio Rómulo Gallegos. En esta novela, una voz en primera persona, la de Víctor Francés, hará partícipes a los lectores de un hecho perturbador de su pasado y cómo el encubrimiento de la muerte de una mujer provoca el desastre. Negra espalda del tiempo (1998) –título que viene de La Tempestad, de Shakespeare-- fue definida por el propio autor como una “falsa novela”, donde Javier Marías se presenta a sí mismo como autor, narrador y protagonista. “No debería uno contar nada”, se lee al principio de Fiebre y lanza (2002), la primera novela de la trilogía Tu rostro mañana, que se completaría con Baile y sueño (2004) y Veneno y sombra y adiós (2007). Más cerca en el tiempo publicaría las novelas Los enamoramientos (2011), Así empieza lo malo (2014) –título extraído de Hamlet, de Shakespeare), Berta Isla (2017) y Tomás Nevinson (2021).
La coherencia de Marías merece encuadrarse en el género de lo insólito. El escritor tocó un punto neurálgico de la representación literaria cuando en 2012 rechazó el Premio Nacional de Narrativa, dotado de 20 mil euros, que le concedió el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes de España por Los enamoramientos (Alfaguara). “Estoy siendo coherente con lo que siempre he dicho, que nunca recibiría un premio institucional. Si hubiera estado el PSOE en el poder, habría hecho lo mismo”, fundamentó su decisión. “Recuerdo que un autor, Thomas Bernhard, hablaba de lo horroroso que era recibir los premios, y de las ceremonias de entrega. Decía que los había aceptado por dinero y que estaba bien. Pensando también en él, prefiero no aceptarlo y no ser considerado una especie de abanderado oficial. Y con esto no quiero decir que todos los que lo han recibido antes lo sean. La mayoría es gente independiente. Pero es un galardón que, en este país, prefiero no tener”, explicó Marías.
El mejor escritor español del fines del siglo XX murió con la misma discreción con la que vivió. La escritura fue su manera más bella y perfecta de estar en el mundo.