Pudo ser el partido de Pelé y su gol número mil. Fue el partido de Rivellino en Corinthians y sus dos goles al Santos en un inesperado 4 a 1. Siete campeones del Mundial ’70 –casi un tercio de aquel plantel consagrado en México– se juntaron en el viejo Pacaembú, hoy reconvertido en un centro comercial y de eventos. Esa noche húmeda del 4 de noviembre de 1969, el clásico paulista consumía la atención de la ciudad. Unas 65 mil personas se comprimían en las tribunas. No era para menos. Se entraba gratis y encima había televisión en directo.
La dictadura brasileña, la misma que reivindica Jair Bolsonaro en sus vomitivas diatribas públicas, controlaba el país desde 1964. Para el régimen, su enemigo público número uno tenía apellido italiano: Marighella, Carlos, el guerrillero comunista al que perseguía de cerca el aparato represivo. Ese 4 de noviembre, a poco más de 3 kilómetros de donde el Timao se floreaba, sobre la Alameda Casa Branca, el hombre más buscado sería cosido a balazos en una emboscada. Su muerte se anunció a la multitud por la voz del estadio.
Se completaba así una postal de época: el enfrentamiento fraguado que los militares mostrarían como un éxito y un encuentro futbolístico como decorado de fondo que hizo demorar por un par de semanas el mitológico gol mil de O’Rei. Gol que se daría con un penal convertido al argentino Edgardo Andrada que atajaba en el Vasco da Gama. Pero ya no en el Pacaembú. Sería en el Maracaná de Río de Janeiro el 19 de noviembre. Otra noche entre más noches sembradas de muertes, torturas y voces silenciadas por la dictadura que se extendió hasta 1985.
Santos aportaba en ese momento cinco jugadores al seleccionado que deslumbraría en México ’70 al año siguiente. Los cinco estarían esa noche en el Pacaembú: Pelé, Carlos Alberto, Clodoaldo, Joel y Edú. En la Copa de la FIFA los tres primeros fueron titulares. También Rivellino y el joven arquero Ado del Corinthians completaba la lista de siete mundialistas. Esa noche, el mejor futbolista del mundo no pudo hacerle un solo gol. La crónica del partido publicada en Folha do San Pablo decía: “Pelé, que lucha por su gol número mil, no logró marcar, aunque luchó mucho, siendo prácticamente anulado por la defensa corinthiana que no le dio ninguna oportunidad”.
El clásico se había postergado unos días por lluvias copiosas sobre San Pablo y coincidió con el último operativo para cazar al guerrillero que obsesionaba al Departamento de Orden Político y Social (DOPS). La policía secreta del régimen. El periodista Mario Magalháes, autor del libro Marighella: el guerrillero que incendió el mundo, sostiene que su ejecución ya había terminado cuando comenzó el partido. Algunos de los fotógrafos salieron de la cancha para cubrir la noticia. Sergio Paranhos Fleury, el jefe del operativo, se tomó su tiempo para preparar la escena. Transformó el fusilamiento sobre un Volkswagen escarabajo del militante revolucionario en un enfrentamiento entre dos fuerzas en apariencia simétricas.
Mientras tanto, en el Pacaembú seguía el festival futbolístico de Corinthians. Con los dos goles del exquisito zurdo Rivellino, uno de Suingue y otro de Ivair, goleó al equipo sensación de los ’60 que apenas pudo descontar por Edú. Era tal la fama mundial del Santos que, casi un año antes, el 10 de noviembre de 1968, la reina Isabel II de Inglaterra había pedido conocer el Maracaná en un viaje por Brasil. Se cruzó con Pelé cuando le entregó la copa por el partido amistoso que la selección de San Pablo le había ganado a una de Guanabara.
Trivela, un sitio digital de noticias futbolísticas, recuerda en un artículo evocativo de aquel 4 a 1 en el Pacaembú, que Pelé “tenía 996 goles” aunque aclara que “por el recuento realizado años después, Pelé ya sumaba 999 goles. Entonces, de hecho, solo quedaba uno. Aunque no fue reconocido en su momento, quedaría marcado en la historia”. Folha también publicó sobre el partido: “La ciudad comenzó a sentir directamente los efectos de su juego más grande justo después de las 2 de la tarde. Olvidando un poco la rutina laboral de un martes normal, en cada esquina, en tiendas, oficinas, bancos e industrias, el principal tema de conversación era uno solo, Corinthians y Santos”.
Se disputaba entonces el torneo Brasileirao y para el ganador quedaría el recuerdo imborrable de haber goleado al equipo que tenía el mejor jugador del mundo, al que todos querían derrotar. El técnico del Timao era Dino Sani, ex volante de Boca en la década del 60 y su entrenador en 1984. Todavía vive y tiene 90 años. Los festejos que siguieron al 4 a 1 en la vecina plaza Charles Müller contrastaban con lo que pasaba a diez minutos en auto de ahí, sobre la Alameda Casa Branca, en el barrio donde hoy se levanta un Memorial y hay homenajes a Marighella.
El Pacaembú ya no es lo que era. Ni aquel mítico estadio municipal Paulo Machado de Carvalho inaugurado en 1940, ni donde se disputaron seis partidos del Mundial de 1950, ni el de los clásicos paulistas, ni el templo deportivo enclavado en un barrio residencial de alto poder adquisitivo. Hoy está concesionado a la empresa
Allegra Pacaembú que asumió su administración el 25 de enero de 2020 por 35 años. En su página oficial se informa que está prevista una inversión de más de 400 millones de reales.
A poco más de 3 kilómetros de ese escenario ahora reconvertido, donde cayó Marighella, una piedra semejante a un monolito muy rústico es motivo de controversia en el barrio Jardín Paulista. Se colocó en 1999, tenía una placa evocativa del guerrillero y alguien se la robó. La piedra se mantuvo igual y se convirtió en un lugar al que peregrinan militantes o curiosos de la historia del dirigente comunista nacido en 1911. El autor del conocido mini-manual del guerrillero urbano que fue emboscado por agentes de la dictadura la noche en que golearon al Santos y Pelé no pudo hacer su gol número mil.